Luces, villancicos, belenes, turrones y regalos. Ya está aquí la Navidad y los ciudadanos se “rascan” los bolsillos en plena crisis para que ésta se note lo menos posible, pero se nota. La restricción del crédito y el fuerte repunte del paro en la mayoría de países que se asoman o ya están en plena recesión amarga las fiestas a los consumidores y, con ello, atormenta los balances de las compañías minoristas. Con el agua al cuello, los ciudadanos prescinden de gastos “superfluos” y se decantan por lo fundamental. De ahí que los analistas descarten estar ahora en compañías ligadas al consumo, a excepción del más tradicional y defensivo: el que incluye a compañías más ligadas a la alimentación y las bebidas. En la lista de la compra, los expertos anotan empresas como Wal-Mart, las francesas Carrefour y Casino o –en menor medida- la británica Tesco.
Si quiere poner un plan de pensiones en su vida hágalo en estas fechas cuando los escaparates bancarios se llenan con ofertas de estos productos que son los únicos que, por el momento, pueden hacerle la guerra a los depósitos bancarios. Productos de ahorro a largo plazo destinados a la jubilación y que ofrecen atractivas ventajas fiscales, lo que ayuda al cliente a cuadrar su factura con Hacienda a final de año. Sin embargo, los planes de pensiones no viven su mejor momento con caídas medias del 8% en su rentabilidad en lo que llevamos de ejercicio. Una caída que supera el 38% si hablamos de planes de pensiones en renta variable. De ahí que las entidades bancarias se hayan lanzado a ofertar planes de pensiones conservadores, que logren inculcar, en estos tiempos de crisis, cierta tranquilidad a los ahorradores.
¿Compensa entrar en bolsa por la rentabilidad por dividendo? Con una caída del 41,31 % en la renta variable en lo que va de año, el premio que ofrecen las compañías a sus accionistas se ha disparado. Las bolsas del mundo se han visto azotadas en el último período del año por diversos factores: escalada del crudo, presiones inflacionistas, volatilidad en las divisas, temores crediticios y tipos de interés que han arrojado estrategias para pisar suelo firme. El dividendo se presenta como una opción a la hora de buscar una rentabilidad segura pero, con un escenario recesivo en la mayor parte de las plazas europeas, los expertos advierten de que no debe ser más que un criterio complementario a la valoración fundamental de las compañías. A pesar de ello todos coinciden: grandes valores y telecos serán las que mejor mimen a sus accionistas en el próximo ejercicio.
Washington será este fin de semana el epicentro del mundo. La capital estadounidense acogerá lo que en palabras del presidente francés y presidente de turno de la Unión Europea, Nicolas Sarkozy será “un hito histórico”. Se reúne el G20 y lo hace con la nada desdeñable intención de refundar el capitalismo y diseñar una nueva arquitectura financiera. Sin embargo, lo que para algunos es ya el nuevo Bretton Woods para otros muchos se trata de una simple toma de contacto donde “se hablará mucho y se concretará poco”. Lo cierto es que mientras se discute en mantel de seda, el orden económico mundial está en juego y la estabilidad financiera al borde del colapso y lo que es más preocupante, alerta un experto, “el mundo no se puede permitir que esta cumbre fracase”.
Pese a sus intentos por mantener ágiles y engrasados los engranajes de sus ascensores, Zardoya Otis sufre en bolsa el frenazo inmobiliario español –baja en lo que va de año un 25,81%-. Números rojos que pasan por alto factores que catalogan al valor como defensivo, caso de su interesante rentabilidad por dividendo y la recurrencia de su división de servicios y mantenimiento, que supone en torno al 70 por ciento de su cuenta de resultados. Si hablamos de cuentas, de momento, la compañía “se eleva” de la crisis porque sus cifras –descontados los extraordinarios- aumentan hasta septiembre un 7,6 por ciento, pero hay dudas que rodean al valor. Frente a quienes lo ven como refugio se colocan quienes creen que aún no ha purgado en el precio toda la opulencia del boom constructor nacional, que sigue cara y que sus ascensores podrían comenzar a chirriar, sobre todo, a partir de 2009. Como en todo, cerciorarse antes de subir.
Si hace cuatro años la guerra de Irak fue el detonante a favor del candidato republicano, en esta ocasión la economía centra el debate político de la mayor potencia del mundo. Y es que, Estados Unidos, epicentro del huracán subprime está en campaña electoral. Dos candidatos, Barack Obama y John McCain se esfuerzan por promover soluciones a la crisis. Una crisis que más allá de las víctimas reales –Lehman Brothers, Bear Stearns, Merrill Lynch, Fannie Mae, Freddie Mac y AIG, entre otros- se ha podido llevar por delante la esencia misma de la mayor economía del mundo: el espíritu neoliberal. A falta de poco días para que Estados Unidos corone al sucesor de Bush, las encuestas colocan a Obama como candidato a ocupar el Despacho Oval y es que, dicen los expertos consultados por Estrategias de Inversión, en época de tormenta, los americanos prefieren resguardarse bajo el paraguas menos liberal de los demócratas.
Invertir en renta fija. Este es el consejo de los analistas consultados por Estrategias de Inversión que ven en esta categoría el refugio ideal para capear el temporal bursátil de los últimos meses. Y dentro de la renta fija, los más seguros, los fondos que sólo invierten en títulos emitidos por Estados de la zona euro, aunque son los fondos de bonos en yenes los que acumulan una revalorización en lo que va de año de algo más de un 17%. Aún así, los expertos creen que la deuda soberana nipona no tiene mayor atractivo por la escasa posibilidad de que el Banco de Japón pueda bajar los tipos de interés en los próximos meses.
Justo cuando se cumplen 79 años del fatídico jueves 24 de octubre de 1929, las bolsas de todo el mundo se desploman al calor de una crisis financiera, una más que probable entrada en recesión de la economía global y una desconfianza cada vez mayor. En aquella ocasión, hace casi 80 años desde marzo de 1929 se llevaban viviendo en la Bolsa bruscas caídas del índice por ventas desmesuradas pero generalmente las seguía una recuperación que alcanzaba los índices anteriores o incluso los superaba.
La crisis que asola a todas las economías mundiales, que ha puesto en jaque a las bolsas y que no ha respetado ni el análisis ni el fundamental, ha puesto en entredicho otra máxima: la que enarbolaba al sector farmacéutico como refugio. Las hordas vendedoras también han castigado al sector y han pasado por alto su menor riesgo de beneficios en un 2008 en el que las cepas de bacterias y virus más virulentas han atacado a la base del organismo: a la liquidez del sistema bancario. Ventas que hacen que Basf, por ejemplo, acumule sobre el papel retrocesos anuales del entorno del 52 por ciento o que Bayer del 38 por ciento. Y todo cuando aún pesa sobre ellas el fantasma al que se enfrentan desde hace tiempo: el fin de las patentes. Aún con ello, los analistas apelan a aquello de “el que tuvo, retuvo...” para señalar que el sector farma todavía puede servir de bálsamo cuando la “plaga de la gripe” –pese a que mute en rebotes puntuales- hace estragos en los mercados.
El oro siempre ha sido sinónimo de poder, de opulencia. En momentos de crisis bursátil, siempre ha sido sinónimo de refugio. La desaceleración de la economía europea, la posibilidad de que la estadounidense entre en recesión y la incertidumbre y volatilidad que planea sobre las bolsas ha llevado a los inversores a buscar cobijo en el áureo metal. Un buen tejado protector cuando a la tormenta se une un dólar débil y un alto precio del crudo. El temor a una posible escasez de oferta en Sudáfrica -uno de los principales productores mundiales- es otro de los factores que respaldan esta escalada, pero lo cierto es que según los analistas la cosa puede no quedar ahí. Hay quien estima que podríamos llegar a ver incluso los 1.000 dólares. La recomendación, por tanto, es clara: hay que seguir comprando oro.