La banca española asume el uso digital del dinero. Un hecho constatable desde hace años, pero que se ha intensificado durante los meses de pandemia ante el boom de las criptomonedas en los mercados de capitales. Fenómeno que ha intensificado los proyectos de divisas digitales con la salvaguarda y el sello oficial de los bancos centrales que “pueda emitir una CBDC de alcance universal y similar al efectivo, con el objetivo de que la población continuará teniendo acceso a un medio de cambio sin riesgo y de provisión pública”, enfatizan desde el G-10 y el BIS.
En España ya se ha producido una iniciativa de enorme calado. Con el respaldo del Banco de España y el visto bueno de la patronal bancaria AEB, y bajo la coordinación de Iberpay, el gestor del sistema nacional de pagos se ha puesto en marcha un proyecto, nacido en julio pasado, de dinero digital tokenizado orientado a ofrecer una posible alternativa al euro en efectivo.
Y, junto a las cinco grandes entidades financieras -Banco Sabadell, Santander, BBVA, Bankia y Caixa Bank, antes de su fusión-, iniciaron con éxito el prototipo piloto, tutelado por el Banco de España, de diseñar una plataforma interbancaria de Smart Payments que tiene por objeto facilitar la iniciación de transferencias inmediatas programables desde redes blockchain. Mediante su conexión con el sistema nacional de pagos (SNCE), gestionado por Iberpay.
Esta iniciativa ha permitido “confirmar la viabilidad de aplicar la tecnología blockchain al ámbito de los pagos”, habilitando la programación inteligente de transferencias inmediatas desde smart contracts desplegados en redes blockchain y que permiten “la ejecución automática de pagos cuando se cumplan ciertas condiciones preestablecidas” como, por ejemplo, el pago automático de cierto importe a la firma de un contrato o la ejecución de pagos automáticos a la recepción o envío de mercancías, explican desde Iberpay. Cinco de los bancos cotizados explican sus planes de futuro -y el presente- de sus estrategias digitales.
Santander. En primer lugar, “nos gustaría distinguir claramente entre lo que son criptomonedas como el bitcoin, que actualmente no están reguladas ni supervisadas y que se están utilizando principalmente como alternativa de inversión, de otras iniciativas privadas, como stablecoins, que ofrecen nuevas oportunidades en el ámbito de pagos”. En cuanto a las criptomonedas, “nuestro enfoque ha sido abierto, pero cauteloso”.
El crecimiento del mercado está en un punto en el que los bancos tenemos que examinar el papel que podemos desempeñar para apoyar las necesidades de nuestros clientes. No obstante, “es fundamental tener que destacar que se trata de productos no regulados; es decir, que no cuentan con un marco regulatorio que proporcione las garantías y la protección al inversor equivalentes a los productos financieros”.
Los inversores tienen que entender claramente los riesgos de inversión en estos productos, recalcan fuentes de la entidad bancaria. Tal y como indica el comunicado conjunto emitido por CNMV y Banco de España en febrero, “se trata de productos complejos extremadamente volátiles y que pueden suponer la pérdida total de la inversión”.
En cuanto a su posible uso como medio de pago, “las criptomonedas no tienen la consideración de medio de pago”, recuerdan. Y, dada, además, su elevada volatilidad no parece práctico su uso como medio de pago”.
En Santander recuerdan que la Comisión Europea ha presentado una propuesta de reglamento para regular los mercados de criptoactivos en Europa (bajo el acrónimo MiCA) que está en fase de discusión. “Creemos que este será un paso importante para establecer un marco regulatorio armonizado en Europa y que establecerá unos requisitos mínimos para todos los participantes en estos mercados (servicios de Exchange, trading, asesoramiento o custodia, entre otros).
MiCA además “pone el foco en la emisión de tokens de dinero electrónico utilizados como medio de intercambio” (como podría ser el caso de Libra/Diem), y establece por ejemplo que deberán contar con una autorización como entidades de dinero electrónico para la realización de estas actividades en Europa. “Nos parece fundamental que se regulen y supervisen dichas actividades que tiene el potencial de llegar a un número relevante de usuarios”.
Todos los proveedores de servicios de pago, con independencia de la tecnología que utilicen, “deben tener el mismo nivel de responsabilidad en materia de protección del consumidor, lucha contra el blanqueo de capitales, seguridad y privacidad”.
Por otra parte, los avances que se están produciendo en este ámbito en el sector privado, han impulsado el debate sobre la necesidad de que los bancos centrales emitan sus propias monedas digitales (CBDCs).
Una CBDC es básicamente una forma de dinero emitido por un banco central -al igual que el efectivo o las reservas-, y cuyo diseño puede configurarse además en función de múltiples parámetros; desde el nivel de privacidad, hasta los límites individuales a la tenencia, la remuneración o el uso minorista y/o mayorista. “Creemos que es positivo que el BCE analice la posibilidad, idoneidad e implicaciones de emitir un euro digital en caso de resultar necesario, en línea con las iniciativas de otros bancos centrales y a la luz de los desarrollos recientes en la emisión de monedas estables privadas”.
Aunque, al mismo tiempo, la decisión de emitir una CBDC como el euro digital debe ser analizada cuidadosamente con el fin de evitar las posibles repercusiones que podría tener para la estabilidad del sistema financiero. “Nos gusta mucho cómo el ECB plantea el tema porque es consciente y reconoce los riesgos que puede suponer en el sistema financiero la emisión de la moneda digital”.
En particular, y el más relevante, el posible trasvase de fondos de depósitos (balances bancarios) al euro digital (fuera del balance de los bancos) y su potencial impacto en la financiación de los bancos y, por ende, en la concesión de crédito y en la economía. Y “nos parece fundamental por tanto este enfoque prudente de las autoridades hacia la necesidad seguir evaluando de forma exhaustiva los retos e implicaciones de su emisión -en caso de ser necesaria- y la necesidad de experimentación práctica para poner a prueba las opciones de diseño, en la que estaremos encantados de colaborar”.
En cualquier caso, en el supuesto de que se emita una CBDC, los bancos comerciales podríamos, potencialmente, tener un papel como distribuidores de estas divisas, además de en la aplicación de los controles de blanqueo de capitales y financiación del terrorismo o en la verificación de la identidad del cliente tal como estamos haciendo hoy en día con el resto de pagos”.
Las CBDCs podrían ser además la base para el desarrollo del dinero programable y los smart contracts, es decir, contratos que se ejecutan automáticamente cuando se dan las condiciones estipuladas; por ejemplo, el pago se realiza automática e instantáneamente cuando se recibe la mercancía, lo que abre nuevas posibilidades para innovar cuando se considera junto a otras iniciativas en el ámbito de los activos digitales.
Entre otras, activos financieros basados en tecnología blockchain. “La clave estará en contar con un entorno regulatorio que lo facilite y que sea armonizado en la zona del euro”.
Santander lleva trabajando en tecnologías de registro distribuido (DLTs) como blockchain desde 2016. “Creemos que el uso de estas tecnologías ofrece importantes oportunidades en el sector financiero, tanto para desarrollar nuevos servicios (identidad digital descentralizada), mejorar la experiencia del cliente (reduciendo el tiempo de ejecución de las operaciones, por ejemplo, en la ejecución de los pagos), como para aumentar la eficiencia y la competitividad de los servicios financieros e, incluso, reforzar la supervisión.
La entidad que preside Ana Patricia Botín es una de las 15 instituciones que colaboran en la iniciativa Finality Global Payments, desde las primeras fases del antiguo Consorcio USC establecido en 2016, y que permitirá a los bancos comerciales ofrecer una mejor experiencia al cliente en pagos internacionales con el uso de esta tecnología. En 2019, Santander emitió un bono digital sobre blockchain. Además, “estamos participando activamente en iniciativas nacionales que se están desarrollando en este ámbito como socios del consorcio Alastria, así como en Iberpay”. Si bien “no esperamos una emisión inminente de un Euro Digital.
Fabio Panetta, miembro del board del ECB que está liderando la iniciativa ha destacado en varias intervenciones que, en caso de que finalmente se tomase la decisión de emitir un euro digital, no sería realista pensar en su emisión antes de cuatro o cinco años. Otras geografías como China o EEUU han empezado antes y están más avanzadas.
Además de estas iniciativas, en el ámbito de pagos destacaríamos el reciente lanzamiento de PagoNxt que integrará todas las iniciativas de pago internacionales más innovadoras en una única plataforma, con el objetivo es ofrecer a los clientes soluciones de pago novedosas y ágiles.
BBVA. Francisco Maroto, responsable de Blockchain de la entidad, dice que “la emergencia de las criptomonedas está abriendo el camino a las monedas digitales de los bancos centrales”.
Desde el punto de vista económico, las criptomonedas nativas de redes descentralizadas y no permisionadas, como bitcoin o ethereum, “no están ancladas al valor de una moneda de curso legal, sino que están sujetas al precio que marquen la oferta y la demanda”, enfatiza Maroto, para quien, además, “hay que tener en cuenta que no están respaldadas por una entidad legal que responda en caso de darse problemas”. Hasta ahora, las criptomonedas no resultan ser una amenaza para el efectivo, principalmente por su volatilidad, que les impide ser utilizadas como dinero en la medida en que no cumplen con su función de medio de pago y depósito de valor.
Aunque, en paralelo, también se enfrentan a un problema de escalabilidad. Sin embargo, “en el futuro, el desarrollo de las monedas estables emitidas por entidades privadas (como USD Coin, Celo o Diem) puede suponer un reto mayor para el dinero en efectivo”.
Las monedas digitales con el respaldo de los bancos centrales, como el posible euro digital y el yuan digital, “pueden ser una realidad en los próximos años”. A diferencia de las criptomonedas, como Bitcoin y Ethereum, estas divisas prometen menor volatilidad y mayor seguridad.
Además, contarán con el apoyo de sus respectivas instituciones monetarias, encargadas de velar por la estabilidad financiera. “Se trataría de una modalidad digital de dinero del banco central que es diferente de los saldos en la reserva tradicional o cuentas de liquidación”, explica Maroto, líder de la disciplina de blockchain en la entidad que preside Carlos Torres.
A la hora de emitir este tipo de monedas, “los bancos centrales deben decidir para que se va a utilizar (uso mayorista o minorista), que tipo de tecnología se va a utilizar -basadas en tokens/blockchain o en cuentas-, como se va a distribuir -a través del sector financiero o directamente desde el banco central-, si van a ser anónimas o no y, sobre todo, deben tener muy en cuenta el impacto que pueden tener en el sector financiero, en los medios de pago existentes y en la política monetaria de terceros países donde se pueda utilizar”.
BBVA trabaja desde varios puntos de vista en blockchain y dinero digital. Desde la perspectiva de negocio, el banco reconoce las ventajas de DLT (Distributed Ledger Technology) en la mejora de los procesos actuales en varias áreas como pagos transfronterizos, préstamos sindicados, transacciones en los mercados de capitales y financiación comercial.
En todas estas áreas, BBVA ha realizado varias operaciones con blockchain y dinero digital. Así, en 2019 BBVA suscribió varias operaciones con clientes como una línea de crédito revolvente por valor de 325 millones de euros con Repsol y un préstamo verde estructurado de 35 millones de euros con Mapfre.
El pasado año, “analizamos diferentes iniciativas privadas de blockchain para sumarnos al espacio de trade finance” y, en noviembre, los principales bancos españoles lanzamos una prueba de concepto de dinero digital dentro de la iniciativa Smart Money de Iberpay, en la que “se probarán distintas opciones de distribución de dinero digital de los bancos a sus clientes y entre las entidades”. Ya en enero de este ejercicio, BBVA Suiza comenzó la fase de friends & family del nuevo servicio de trading y de custodia de criptomonedas y activos digitales (empezando por Bitcoin) para clientes de banca privada.
Pero también desde el ámbito tecnológico, como “uno de los primeros en adoptar DLT, somos miembros de los principales grupos tecnológicos que están definiendo los estándares de blockchain y fuimos uno de los fundadores del consorcio R3 en 2014 y de Enterprise Ethereum Alliance en 2016, y somos miembros de Alastria e Inatba”. Y desde el orden regulatorio, porque “seguimos muy de cerca los desarrollos regulatorios sobre criptoactivos y dinero digital, y nos involucramos activamente con los legisladores sobre las implicaciones de tales desarrollos”.
El BCE -rememora Maroto- publicó en octubre pasado un informe sobre la posible emisión de un euro digital. Aunque no se ha tomado una decisión, el banco central está trabajando para estar equipado si surge la necesidad. En nuestra opinión, “la emisión de un euro digital requiere un análisis cuidadoso de los problemas concretos que pretende resolver y los efectos que puede tener sobre la estabilidad financiera y la política monetaria”.
Por último, y desde el terreno de la inversión, Propel (BBVA Venture Capital Fund) “tiene una participación en Coinbase, lo que nos ayuda a comprender las implicaciones del ecosistema de criptomonedas en el mundo financiero y más allá”. Propel también tiene en su portafolio Brave y Civic, “dos startups que están emitiendo tokens como una forma de desarrollar modelos de negocios descentralizados”.
“La adopción del euro digital no es inminente”, según Fabio Paneta que ha dibujado un horizonte temporal de entre cuatro o cinco años. Entre otras razones, porque -insiste Maroto- “tienen que dar respuesta a muchas preguntas sobre su implementación y analizar muy bien el impacto que puede tener”.
En el caso del dólar digital sucede lo mismo; por lo tanto, “con la información de que disponemos a día de hoy, existen muchos escenarios posibles y es difícil poder estimar el impacto de un dolar digital en los pagos internacionales o el asentamiento de la moneda en Europa”. Que dependerá de cómo se implemente y de la resolución de interrogantes como los de si se realizará mediante la integración en los medios de pago existentes o la creación de un nuevo medio de pago específico o de si será o no de aceptación obligatoria en comercios.
En definitiva, en BBVA “trabajamos en distintos frentes para poder dar acceso a nuestros clientes a criptomonedas, monedas estables emitidas por bancos centrales o por entidades privadas y activos digitales y hemos comenzando por construir las capacidades para el acceso y la custodia de Bitcoin a través de BBVA Suiza”. El siguiente desafío -matiza Maroto- “es incorporar otras criptomonedas como Ethereun y, en el futuro, podremos incorporar otras monedas o activos digitales tanto en Suiza como en otras geografías, a medida que la regulación lo permita”.
Banco Sabadell. “Las criptomonedas han alcanzado en los últimos meses máximos de cotización y de capitalización”, enfatizan fuentes de la entidad que preside Josep Oliu. Pero, “más allá de la identificación de los posibles riesgos de sobrevaloración, resulta útil entender los motivos detrás de este fenómeno”. Un primer motivo sería el amplio elenco de políticas económicas que se han puesto en marcha en el último año dedicadas a asegurar la laxitud de las condiciones financieras, factor históricamente correlacionado con la cotización de los criptoactivos.
Un segundo motivo sería el aumento del interés inversor, que “se ha materializado tanto en un fuerte aumento del interés minorista, como en la confirmación del interés por parte de inversores institucionales”. Es importante considerar, en cualquier caso, que “los mercados de estos activos carecen de la liquidez y profundidad para que puedan ser considerados en términos comparables con otros activos financieros, más allá de la su elevada volatilidad, hasta cuatro veces mayor que la de otros activos financieros mainstream”. Por ello, “su inversión debe ser considerada altamente especulativa, como han advertido una buena parte de los reguladores y supervisores globales”.
En adelante, “la actitud de las autoridades condicionará la percepción de los criptoactivos como un auténtico activo financiero y la posibilidad de seguir atrayendo flujos institucionales”. Hasta la fecha, la que ha presidido en las autoridades ha sido de cautela con respecto a esta categoría por los riesgos asociados a las posibles pérdidas de sus tenedores y, en caso de que lograsen atraer un volumen sustancial de fondos, sobre la estabilidad financiera.
Un reto adicional que la categoría puede afrontar es “el elevado consumo eléctrico de algunas criptomonedas” como el bitcoin, que “puede limitar el interés inversor en un contexto de creciente importancia de los factores ESG”.
En cualquier caso -dicen las mismas fuentes- “el reconocimiento que el creciente interés sobre las criptomonedas responde a una demanda de dinero digital, que ha impulsado a gobiernos y bancos centrales a acelerar sus planes de estudio y de lanzamiento de divisas digitales oficiales”. En Europa, el BCE ha completado recientemente una consulta abierta sobre el euro digital, que ha puesto de relieve el gran interés sobre el mismo.
El organismo de supervisión europeo “ha destacado la importancia de las cuestiones de diseño del euro digital para poder maximizar los beneficios asociados a un sistema de pagos más eficiente, pero, a la vez, minimizar los posibles riesgos sobre la estabilidad financiera”.
Sobre los avances en digitalización, desde el banco señalan que “la emisión del euro digital no es inminente”. De hecho, el BCE decidirá previsiblemente en junio si iniciará una investigación más profunda sobre la divisa electrónica y la estimación para un posible lanzamiento definitivo tardaría aproximadamente cinco años”. Banco Sabadell está participando activamente en la iniciativa de Iberpay (sistema nacional de pagos español) o la de Smart Money, que ejecuta en la actualidad una prueba de concepto para la distribución del euro digital a través de los bancos vía una red de blockchain y el despliegue de wallets.
Esta iniciativa incorpora algunas de las principales opciones de diseño contempladas por el BCE -límites de tenencia y remuneración del euro digital o la posibilidad de hacer pagos offline, esencialmente- y que cuenta con “la participación del Banco de España como observador”. Respecto a la eventual incorporación del euro digital, la visión del BCE es que sea un complemento digital al efectivo e interoperable con el dinero bancario digital actual.
Para los principales bancos centrales reconocen los beneficios potenciales de la incorporación de divisas digitales soberanas en los pagos internacionales y han contemplado algunas opciones de diseño preliminares- “Sin embargo, el enfoque actual está en el desarrollo de divisas digitales para las necesidades domésticas de cada jurisdicción”.
“La visión de Banco Sabadell es que las divisas digitales soberanas serán interoperables con el dinero digital bancario y el efectivo”. De hecho, tal y como se extrae de la reciente respuesta del BCE a una consulta, “la privacidad es la característica que los europeos han establecido como prioritaria y, por tanto, todo apunta a que el futuro euro digital deberá garantizar la anonimidad propia del efectivo”. De igual modo -aseguran desde la entidad bancaria- “las directivas de AML (prevención de blanqueo de capitales) establecen que los bancos deben tener mecanismos de KYC (know your client) para garantizar que la identidad de la persona que está operando en un canal digital se corresponde con la identidad real de esa persona”.
Por este motivo, “pensamos que los proyectos de identidad digital serán clave en esta dirección, asegurando siempre el grado más elevado de usabilidad e integración natural del cliente. Ahí es donde mecanismos como la identificación mediante la voz, u otros elementos biométricos cobrarán principal relevancia, y en esto estamos trabajando”.
En Banco Sabadell también se está participando con varios de los principales bancos de la UE del European Payment Initiative cuya ambición es crear una solución paneuropea ofreciendo tarjetas, wallets y pagos P2P aceptadas en todos los comercios y que se basan en pagos instantáneos, afirman las citadas fuentes.
Caixabank Javier García Arenas Adrià Morrón consideran que el reto de los bancos centrales en el lanzamiento de monedas digitales es “mayúsculo y no exento de dificultades”. A partir de dos hechos muy relevantes. El primero, que han asimilado que las criptomonedas privadas como la libra pueden ser una realidad y que, si su utilización se extendiera ampliamente, erosionarían la capacidad del banco central de influenciar la oferta monetaria y los tipos de interés”.
El segundo, que la pandemia puede haber acelerado la tendencia a usar menos efectivo; no en vano, según un reciente estudio del BCE el 41% de los encuestados afirman haberlo usado menos durante la pandemia y la vasta mayoría de ellos esperan continuar pagando menos en efectivo una vez superada la pandemia. Al que habría que añadir un tercer factor a considerar “porque, si de este escenario emerge un empujón importante de las MDBC en otras jurisdicciones, muchos bancos centrales se plantearían emitir también una propia para que su moneda no pierda terreno”.
Alguno de los datos que se han puesto sobre la mesa resultan elocuentes. Según el Banco de Pagos Internacional (BIS), a lo largo del pasado año, el 60% de los bancos centrales estaban realizando experimentos con monedas digitales (frente al 42% de 2019) y un 14% ya estaban desarrollando pilotos (la mitad respecto al ejercicio precedente).
Este cambio de percepciones de los bancos centrales es muy significativo, si bien conviene aclarar que ello no significa que los principales bancos centrales vayan a emitir monedas digitales a corto plazo. De hecho, un 60% de los bancos centrales ven improbable emitir una MDBC a corto y medio plazo, explican los analistas de la entidad financiera.
A nivel europeo, el pasado octubre el BCE emitió un informe detallado que arroja algunas pistas de qué tipo de MDBC considerarían deseable. Más en concreto, “se trataría de una moneda digital alternativa al efectivo pero que no aspira a desplazarlo por completo”, explican García Arenas y Morrón. “El banco central sería el emisor y se reflejaría en su balance, pero un conjunto de entidades privadas se encargaría de la interacción con el cliente y la innovación; los aspirantes naturales serían los bancos comerciales”. A lo largo de este ejercicio, se espera que el BCE decida de manera oficial si empieza a dar pasos formales hacia la emisión de un euro digital.
El principal riesgo a tener en cuenta es el impacto que las MDBC podrían tener sobre el coste del crédito y la estabilidad financiera si se perciben como sustitutivas no solo del efectivo, sino también de los depósitos. “Si este fuera el caso, el descenso del volumen de depósitos tendería a encarecer el crédito y en tiempos de incertidumbre también podrían producirse fugas de depósitos hacia la MDBC, lo que podría dar lugar a episodios de inestabilidad financiera.
El BCE es consciente de los riesgos y algunas ideas que ha apuntado para atenuarlos son: limitar los saldos que se pueden tener en euros digitales, ofrecer una remuneración escalonada que fuese menos atractiva a partir de cierto umbral para desincentivar que se convierta en herramienta de inversión, o limitar también el monto de los pagos que se pueden realizar con MDBC por transacción o en un determinado periodo”. Con todo, “no hay recetas definitivas para abordar dichos riesgos”. Sobre el anonimato, parece que el BCE y el resto de bancos centrales avanzados abogarían por ofrecer un cierto grado de privacidad que permitiera a la moneda digital ser en cierta medida equiparable al efectivo, aunque con límites de las cantidades para cumplir con el marco normativo de prevención de blanqueo de capitales y de financiación del terrorismo, y evitar flujos de capital excesivos.
Un último reto no menor de las MDBC es la posibilidad de que impliquen problemas de coordinación e impongan externalidades en otras economías; muy en especial, “si una de estas monedas deviene predominante a nivel global”. A pesar del formidable desafío que esto representa, es bastante alentador comprobar que, bajo el paraguas del BIS, los principales bancos centrales de las economías avanzadas están comprometidos a que haya una arquitectura de pagos digitales coordinada en el que estas monedas se conciban principalmente para uso doméstico.
Lógicamente, “esto último se debería conseguir sin ir en detrimento de que las MDBC se puedan usar para pagos internacionales y de ahí la importancia de garantizar la interoperabilidad de las distintas monedas digitales”, una interoperabilidad que hoy en día ya existe dentro la eurozona, pero no entre los sistemas de pagos de las distintas zonas monetarias.
Unicaja Banco. “Cuando hablamos de criptomonedas, no estamos hablando realmente de una moneda como la conocemos, sino, más bien, de un nuevo tipo de activo digital; es decir, hoy por hoy, al menos de manera generalizada, una persona no puede hacer la compra en Bitcoins, ni cobrar su salario en Ethers, ni pagar el café con un Ripple”, explican fuentes de la entidad.
Las monedas de uso cotidiano, también llamadas fiduciarias o fiat, son emitidas por un banco central que garantiza su validez y valor gracias a un conjunto de activos que las respaldan, ya sean físicos o financieros. Normalmente, estos activos son ofrecidos por un estado o conjunto de estados como es el caso del Euro, que respaldan la emisión de dicha moneda, garantizando su valor en las transacciones cotidianas de los ciudadanos y empresas.
Sin embargo, las criptomonedas no están ni emitidas ni respaldadas por un banco central (y por ende por un estado), por lo que no hay un organismo gubernamental que se responsabilice de su valor en las transacciones cotidianas. Por tanto, “no pueden actuar como monedas, al menos, tal y como la mayoría de los ciudadanos estamos acostumbrados a entenderlas y utilizarlas, lo que lleva a que, en la actualidad, no puedan adquirir la categoría de medio de pago”, enfatizan las mismas fuentes.
El valor de la criptomoneda está focalizado en unos mercados privados, que la consideran un activo valioso y que, por tanto, la tratan como un depósito de valor. Pero no es un activo cualquiera, es un nuevo tipo de activo digital. Actualmente, “los bajos tipos de interés impiden a los bancos ofrecer rentabilidades atractivas en productos de bajo riesgo; del tipo de los depósitos a plazo”. Productos que -dicen- permitían a los ciudadanos rentabilizar sus ahorros de forma segura, manteniendo su valor en periodos de inflación.
Además, y por otro lado, “la crisis económica generalizada, derivada de la pandemia, tampoco facilita la obtención de una rentabilidad atractiva dentro de los mercados de capitales regulados, al menos a medio plazo, que es donde se puede predecir mejor el riesgo de la inversión”.
Ante esta situación de rentabilidades bajas y moderadas generalizadas que ofrecen los canales habituales a medio plazo, muchos ciudadanos han empezado a ver con interés la posibilidad de obtener altas rentabilidades invirtiendo sus ahorros en criptomonedas, que, como es evidente, viven un momento alcista. “No obstante, estos ciudadanos tal vez no entienden el riesgo que supone movilizar sus ahorros en este tipo de inversiones”.
Por tanto, los reguladores públicos y las entidades financieras privadas han decidido alertar y explicar a la sociedad estos riesgos, que pueden desestabilizar la salud financiera de nuestra sociedad.
El problema radica en la posibilidad de que se produzca un movimiento masivo de los ahorros de ciudadanos hacia este tipo de “activos digitales”, ya que tienen unas características propias, inherentes a su concepción y naturaleza, que implican riesgos que debemos conocer. Un primer peligro latente es que su valor depende de la especulación que se hace de ellos en un mercado privado y no regulado.
Por ejemplo, ya sabemos que, en el mercado del Bitcoin, un 3% de los usuarios controlan el 95% del total de Bitcoins existentes; mientras que el otro 5% se reparte entre el otro 97% de los usuarios (principalmente, ciudadanos no habituados a las inversiones). “Esta altísima concentración de activos, que no se da fácilmente en un activo negociado en un mercado regulado, provoca un alto riesgo de volatilidad”. Así, si un ínfimo grupo de personas -señalan las fuentes de Unicaja Banco- controlan la gran mayoría de los Bitcoins, ellos son de facto los dueños del valor de dicho Bitcoin”.
Ellos pueden (y parecen que así lo hacen) variar bruscamente su valor en el mercado privado que controlan. Si un ciudadano decide invertir en Bitcoins parte de sus ahorros, debe saber que su valor dependerá casi en su totalidad de los intereses de un minúsculo grupo de personas que él desconoce. Si ellos quieren que suba, verá incrementado el valor de sus ahorros, pero si ellos quieren que baje, verá mermado su valor y, además, sin posibilidad de que esos “activos digitales” tengan un valor reconocido fuera de este mercado cerrado.
Una segunda consideración es que son “activos digitales” basados en el anonimato. Esto supone que el ciudadano que decida invertir en una criptomoneda será poseedor de un activo digital, cuyo valor no necesariamente está reconocido fuera de los mercados en los que opera y, además, no tiene mecanismos legales que demuestren que es su propietario. “Como hemos dicho, hablamos de mercados completamente anónimos, donde ningún organismo supervisor garantiza la posesión y compraventa de los “activos digitales”.
Esta situación permite que, en el transcurso de transferencias e intermediaciones que se realizan para comprar y vender Bitcoins mediante el uso de dinero fiat (por ejemplo, euros), alguien pueda perder su dinero fiat (o Bitcoins) por no tener un registro que le reconozca legalmente como su propietario (tanto de los Bitcoins como de los Euros). En España, ya estamos viendo los primeros casos de presuntas estafas de este tipo.
Se presentan como empresas tecnológicas o gurús inversores, que hacen de intermediarios en la compra-venta de criptomonedas, bajo la promesa de rentabilidades elevadas (del +30% mensual, en ocasiones) y recaudando dinero fiat (Euros) de ciudadanos para, posteriormente, desaparecer. Por supuesto, los tribunales deben dirimir las responsabilidades sobre estas actuaciones, pero cabe recordar que la ley protege a los ciudadanos inversores ante este tipo de situaciones, si hacen uso del sistema financiero regulado.
Es decir, un sistema basado en productos de inversión comercializados por bancos o empresas especializadas, que están continuamente auditadas/supervisadas por organismos públicos independientes. Por otra parte, el anonimato del sistema es también una puerta de entrada peligrosa para transacciones fraudulentas relacionadas con el blanqueo de capitales o la financiación del terrorismo. De esta forma, un operador puede verse envuelto en una cadena de transacciones fraudulentas, con el riesgo que eso conlleva.
Un tercer factor de advertencia es que su valor no tiene un componente tangible que lo soporte. Las criptomonedas no funcionan como una moneda real, ya que no hay un banco central o estado que garantice su valor, y se comportan como un activo digital comercializado en un mercado privado. Sin embargo, el Bitcoin no es un activo físico. No se puede tocar, ni se puede ver más allá de la representación digital y visual que te ofrece un código de 0 y 1. Quien invierte en este tipo de activos debe saber que, en el caso de una catástrofe o colapso en los mercados de las criptomonedas, no puede obtener con su venta un valor residual fuera de dicho mercado.
En definitiva -aducen desde Unicaja Banco- “son lógicas y necesarias las señales de advertencia que se están realizando desde organismos públicos y privados respecto a un potencial uso masivo de las criptomonedas”. Pues, no son una moneda de curso legal y sí un activo digital cuya opacidad, falta de regulación y altísima tasa de concentración constituyen un elevado riesgo de pérdida de los ahorros de los ciudadanos que deciden invertir en ellas.
Las criptomonedas tienen una serie de riesgos inherentes que desaconsejan su utilización como moneda de uso generalizado, pero también presentan una serie de ventajas, que como sector, sería absurdo no aprovechar. La mayoría están desarrolladas con una tecnología (blockchain), que permite facilitar la seguridad, trazabilidad y programabilidad de las transacciones que se realizan con ellas.
Estas características son de mucha utilidad para crear una moneda fiduciaria digital, ya sea el Dólar, el Yuan o el Euro digital. Frente a estas criptomonedas, encontraríamos las monedas digitales. Éstas sí serían monedas de curso legal, divisas reales, sólo que no van a tener una configuración física (moneda metálica, papel moneda) y van a estar representadas por apuntes digitales, que se almacenarán en soportes digitales, las llamadas CBDC (Central Bank Digital Currency).
Las CBDCs convivirán con la moneda física tradicional, compartiendo sus características como moneda de curso legal y garantías soberanas, e intentarán aunar las bondades de los dos mundos. Su valor está garantizado por un estado (o conjunto de estados en el caso del Euro digital), y esta cuestión no es baladí, aseguran. Pongamos como ejemplo el uso del Polkadot, apuntan las fuentes de esta entidad. Al realizar un pago a una empresa polaca, nadie te garantiza que su valor sea reconocido por dicha empresa y por tanto acepte el pago.
Sin embargo, si este pago lo hiciéramos con euros digitales, su valor estaría garantizado por el BCE y todos los ciudadanos y empresas de dentro y fuera de Europa lo sabríamos y confiaríamos en él.
Por otro lado -recalcan- hablamos de una moneda desarrollada en una tecnología, que aumenta la seguridad ante ciberataques cada vez más sofisticados. Facilita su distribución (eliminando intermediarios y reduciendo costes monetarios y medioambientales) y permite el desarrollo de nuevos servicios de valor basados en reglas inteligentes (smartcontracts), que actúan en base a los criterios indicados por los propios ciudadanos.
En definitiva, las CBDCs representan una oportunidad muy real de crear el verdadero dinero del siglo XXI. Un dinero más seguro, accesible, ecológico e “inteligente”, que nos permita disfrutar de una mejor salud financiera, tanto a nivel individual como colectiva. Es un deber de todos los implicados en el sector financiero trabajar de manera coordinada para que esta oportunidad se materialice en el menor tiempo posible. Y, como no puede ser de otra manera, Unicaja Banco trabaja y seguirá haciéndolo activamente para ver cumplido este objetivo. En este sentido, está analizando las oportunidades de incorporación de CBDCs y preparándose para su llegada.
“Entendemos que la emisión de un euro digital es un reto demasiado importante y transversal como para que se lleve a cabo de manera individual por una sola entidad, ya sea pública o privada, de menor o mayor tamaño”. Porque “hablamos de redefinir el concepto del dinero y del sistema financiero derivado de él para las próximas décadas”. Por tanto, una iniciativa de tal envergadura, “sólo se puede llevar a cabo de manera colectiva y coordinada”.
En este sentido, Unicaja Banco es miembro activo del proyecto SmartMoney. Liderado por Iberpay y a la que se han adherido las dieciséis principales entidades financieras españolas, esta estrategia pretende anticipar, analizar y estudiar, mediante la implementación de pruebas de conceptos, los posibles escenarios de emisión e implementación de un euro digital”.
A través de ella, “podemos ver los riesgos existentes en el cambio de modelo e identificamos las mejores oportunidades e innovaciones para ciudadanos y empresas. Nuestra intención es anticipar un futuro del dinero, que permita a los ciudadanos disponer de los mejores servicios financieros, sin perder un ápice de seguridad y con la garantía de que su dinero va a conservar e incrementar su valor”.