Oro volvía a despegar por encima de los 1.800 dólares la onza a comienzos de mes, volviendo sobre sus últimos máximos, conseguidos a mediados del pasado mes de agosto. Una buena tendencia para el gran refugio del mercado, que se está produciendo por dos razones. La primera es que la volatilidad y cierta aversión a los activos de riesgo hace que los inversores vuelvan a fijarse en el metal precioso y el segundo entronca directamente con la Reserva Federal de Estados Unidos y el movimiento de los tipos de interés en el país.
Y es que las palabras de su presidente, indicando que diciembre podría ser la fecha en la que la Reserva Federal pusiera fin a la escalada consecutiva y vertical de los tipos, recordemos que con cuatro vertiginosos y consecutivos encarecimiento de 75 puntos básicos cada uno, por lo que el mercado entendió que los 50pb eran la nueva referencia en el incremento del precio del dinero al otro lado del Atlántico.
Ese hecho, junto con las caídas de la inflación, que para muchos expertos ya ha tocado techo, se contrapone sin embargo con otras cifras que nada han gustado a los inversores en oro. Por ejemplo, la fortaleza, con las cifras de creación de empleo del último mes y los datos del ISM que se refrenda en su progresión, con su mejor nivel en servicios desde marzo de 2021, especialmente en salud, que implica que el gasto en consumo, recordemos el segmento más elevado del PIB americano, sigue potente.
Pero la caída del dólar ha beneficiado en líneas generales al oro que se mantiene como el primer activo en capitalización del planeta, a pesar de su paso atrás desde comienzos de la semana. Con 11,76 billones, que, para que se hagan una idea engloba en cinco veces el valor de mercado de la más grande Apple, que ya ha superado a la saudí Aramco.
En su gráfica de cotización vemos que el oro apenas se mueve en medio punto porcentual arriba en la última semana, con un mes de ganancias que mantiene en el 4,8% el metal precioso, mientras también se consolida en positivo en el trimestre, con avances para el oro del 3,6%. En lo que va de año, las caídas se minimizan al 2,14%.
Fundamental será por tanto comprobar el movimiento de la Fed la semana que viene para ver cuál es la nueva progresión del oro en el mercado. Si las subidas de tipos pierden algo de fuelle, con la Fed a la cabeza, repercutirá en la fuerza del dólar y reducirá las rentabilidades de los bonos, el verdadero problema del oro que cede a la renta fija el papel de refugio seguro contra la inflación.
Desde JPMorgan consideran que la potencial progresión del oro en 2023 será muy ligera, hasta la cota de los 1.820 dólares la onza lo que todavía le deja muy lejos de los casi 2.075 dólares que implementó su precio, como máximo histórico allá por agosto de 2020, en plena pandemia.
Desde IG destacan que “los precios del oro han dejado atrás un patrón de vela bajista Evening Star. El seguimiento a la baja podría abrir la puerta a revertir las ganancias logradas desde principios de noviembre. Esté atento a la media móvil simple de 20 días, que es un soporte inmediato. Limpiar a la baja expone el mínimo del 23 de noviembre en 1725. De lo contrario, un cierre diario por encima de 1810 abre la puerta a la reanudación de la tendencia alcista, exponiendo la extensión de Fibonacci del 61,8 % en 1830,65”.
Los indicadores técnicos que elabora Estrategias de Inversión nos muestran que, el oro, muestra una mejora de 1,5 puntos, en modo consolidación, que coloca su puntuación total en 5 de los 10 puntos posibles para el activo más capitalizado del mercado. Su tendencia es mixta, bajista a largo plazo, pero alcista a medio plazo con momento total negativo lento y positivo rápido.
En el caso del volumen de negocio, se mantiene decreciente a largo plazo, que es creciente a medio y la volatilidad o rango de amplitud, en ambas vertientes, tanto a medio como a largo plazo, es decreciente.