Los resultados del primer trimestre del año confirman la importancia del apalancamiento operativo en las compañías españolas y son la mejor razón de por qué la bolsa española está barata. Sin ir más lejos, en los resultados presentados por Atresmedia para los tres primeros meses del año, los ingresos por publicidad se han recuperado un 12% y el beneficio operativo prácticamente ha multiplicado por tres. Sí, sí, por tres. Esa es la clave, el apalancamiento operativo.
Tras muchos años de caída de ingresos y el ajuste correspondiente en costes, en el momento en que los ingresos se dan la vuelta, estos se trasladan de forma exponencial a los beneficios empresariales. Y en el caso concreto de las televisiones, este es el tercer trimestre de recuperación consecutivo. No llevan ni siquiera un año subiendo y están aún muy lejos de las cotas alcanzadas antes de la crisis.

cartera okavango


En cualquier caso, ya no estamos hablando de futuribles, hemos topado con la realidad. La economía española, como dijo la semana pasada el ministro de Economía, crece por encima del 3%. La recuperación ya se observa en los beneficios empresariales y esto no ha hecho nada más que empezar. El mercado, con lo que eso quiera decir, lo reconocerá cuando toque.

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Visión de mercados
En los últimos días, el ritmo de actividad corporativa se ha disparado. No pasa una semana sin alguna oferta de compra y al calor de las noticias, el ritmo no va a decrecer. Los mercados de capitales han vuelto a la vida tras años de absoluta atonía. El acceso a la financiación no sólo se ha recuperado, sino que está en las mejores condiciones de la historia y la valoración de las compañías se mantiene en niveles razonables. Los grandes inversores institucionales –hedge funds, private equity- nadan en la abundancia de la liquidez porque el actual entorno de tipos de interés resulta propicio para levantar dinero, mucho dinero. Dentro de esta vorágine, las empresas europeas son presas claras de las americanas, más compradoras gracias a la evolución del tipo de cambio, la previsible subida de tipo de interés al otro lado del atlántico y el mejor momento de resultados empresariales en Europa.

En el caso de las compañías españolas, a todo lo anterior hay que sumar los importantes cambios que se han producido en el accionariado de muchas cotizadas, que pueden plantear movimientos corporativos hasta ahora implanteables. La rueda ya está girando. La pregunta ya no estriba en si se van a producir más o no, sino: ¿cuál será la siguiente? Inversores que hace pocos meses valoraban el atractivo de las inversiones en kilómetros de distancia respecto a España, hoy sufren los primeros síntomas de mal de altura porque consideran que la bolsa ha subido mucho. La velocidad de los cambios en el sentimiento de mercado nunca deja de sorprender.

Detrás de este vértigo no están los recientes resultados de la bolsa. Probablemente, los inversores, después de muchos años recibiendo palos, tienen la sensación que hay que aprovechar la menor ocasión para coger el dinero y salir por piernas. Al fin y al cabo, la bolsa es la piñata de cualquier crisis.

Que las emociones desorientan a los inversores es un hecho contrastado a lo largo de la historia, pero, en nuestro caso, el factor principal que determina el presente son los resultados de las compañías. Tras más de siete años de caídas de ingresos –en algunos casos con caídas superiores al 50% de la facturación– las