Pero a medida que sucedían las elecciones de la eurozona, vimos fracasar a los euroescépticos en gran medida y la incertidumbre cayó: lo que provocó la subida de las acciones, movimiento que debería continuar en 2018. De hecho, debería reforzarse esta primavera, cuando Italia vaya a las urnas. Igual que en las elecciones anteriores de la eurozona, muchos temen que los políticos antisistema, sobre todo el Movimiento Cinco Estrellas (M5S), ganen poder en Italia, aunque esto nos parece exagerado. Igual que el año pasado, esperamos que las elecciones de marzo arrojen claridad, y favorezcan a las acciones.

Los expertos han advertido durante mucho tiempo que un gobierno inestable en Italia pondría en peligro el bloque monetario. El M5S y otros partidos antisistema han ido ganando popularidad desde la crisis del euro. Sus amenazas anteriores de abandonar el euro trastornaron a muchos inversores, sobre todo teniendo en cuenta la extraña antigua estructura electoral del país y su inestabilidad crónica (nueve primeros ministros desde 2000). A finales de 2016, el entonces primer ministro Matteo Renzi buscó realizar enmiendas constitucionales, a través de un referéndum con el objetivo de reducir el tamaño y el poder del senado, que le permitieran avanzar en las reformas. Fueron rechazadas, y arrastraron consigo al gobierno de Renzi.

Después de que Renzi renunciase, el presidente Sergio Mattarella nombró al actual primer ministro Paolo Gentiloni para dirigir un gobierno tecnocrático encauzado hacia una reforma electoral. Muchos vieron al gobierno no electo como el último baluarte contra un gobierno del M5S.

Dicho temor se extendió hasta 2017, ya que el espectro de las elecciones italianas, programadas para mayo de 2018, despertó preocupaciones entre los observadores del mercado. Ya en diciembre, Mattarella disolvió el parlamento y convocó elecciones generales para el 4 de marzo.

Hay muchas razones para dudar de que el próximo gobierno de Italia vaya a ser anti-euro. Por un lado, el gobierno de Gentiloni logró reformar las leyes electorales que otorgan una mayoría automática a cualquier partido que obtenga el 40% de los votos. No parece probable que ningún partido consiga una mayoría absoluta, dado que las encuestas muestran que los votantes se dividen entre el M5S, el Partido Demócrata de centro izquierda, Forza Italia, de centro-derecha, y otros partidos más pequeños. Probablemente, para formar gobierno, tengan que crear coaliciones, algo que el M5S históricamente ha rechazado. Además, a principios de enero, las encuestas de IPR y Tecne indicaron que una coalición de centroderecha liderada por Forza Italia sería la que estaría a la cabeza.

Además, mientras la gente teme que el M5S llegue al gobierno de una economía de la eurozona, los objetivos del partido no están del todo claros, aparte de ser «antisistema». Pasaron la mayor parte del año pasado reculando en su postura anti-euro o anti-UE, con el candidato a primer ministro Luigi Di Maio alegando que las conversaciones sobre un referéndum sobre la pertenencia al euro eran más fanfarronería que otra cosa, para tratar de forzar reformas. Y lo que es más, a pesar de las ajustadas encuestas nacionales, vale la pena destacar que cuando el M5S se presentó a las elecciones locales de junio fue una decepción, ya que los candidatos no lograron llegar a la segunda ronda de votación en Génova, Palermo y otros lugares. Aunque no estamos argumentando que este sea un precedente inequívoco para las elecciones nacionales de marzo, vale la pena preguntarse si las perspectivas del M5S están aumentando o disminuyendo, particularmente cuando el alcalde del M5S de Roma, elegido hace dos años con gran algarabía, sigue luchando y chocando contra los mismos obstáculos que sus predecesores. Hacer campaña en la oposición es fácil, gobernar es difícil.

En resumen, en nuestra opinión el riesgo de una Italia contraria al euro parece bastante exagerado. Las próximas elecciones italianas crearán un espacio para que la incertidumbre política caiga aún más en la eurozona, un viento a favor alcista. Si bien la incertidumbre podría aumentar temporalmente si las elecciones resultan en un parlamento indeciso, la llegada del status quo, es decir, un gobierno débil con poco poder legislativo, debería favorecer a las acciones italianas a largo plazo.

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