Bajo el impulso de los programas de estímulo fiscal, las ayudas a familias, los tipos de interés próximos a cero y la reapertura de negocios. En la antesala de la trascendental cita electoral de mañana que dirimirá si Donald Trump accederá a un segundo mandato o cederá las riendas del país al demócrata Joe Biden.

EEUU acude a las urnas con señales de reactivación económica

La contienda electoral por la presidencia estadounidense, que tradicionalmente concede a la economía el papel más predominante en las intenciones de voto de los ciudadanos con derecho a voto de EEUU, ha abierto un nuevo frente en los días previos a los comicios del martes. Porque la actividad del mayor PIB del planeta ha echado a rodar. Algo que, no por esperado -después de la súbita paralización productiva generada por el confinamiento social derivado de la crisis sanitaria del coronavirus, resulta de especial trascendencia, dado el vigor del despegue entre los meses de julio y septiembre, del 33%, en el primero de sus tres cálculos habituales. El dato que Donald Trump esperaba ver de manera certificada durante la campaña. En línea con pronósticos del mercado (Dow Jones) o del panel de economistas de Bloomberg. Para cuyos economistas, la rápida desescalada del verano y los efectos de los amplios programas de estímulo del Congreso y la Casa Blanca, unido a un precio del dinero a coste cero, han espoleado el consumo -que totaliza las dos terceras partes del PIB, junto a la inversión empresarial, la otra rúbrica de la demanda interna- y han suturado la contracción del 31,8% del segundo trimestre del año. Según los datos definitivos del periodo abril-junio. En su diagnóstico inicial del repunte de la actividad durante el verano, destaca la evolución de las ventas minoristas, cuyos ingresos han aumentado hasta niveles previos a la epidemia. Eso sí, alejadas todavía de los 21,7 billones de dólares que produjo en 2019, y con un desempleo que todavía duplica con creces la tasa que antecedía a la llegada de la Gran Pandemia. Una brecha que no se cerrará en meses, -y posiblemente años-, auguran estos mismos expertos. 

La reactivación responde a varios factores. Algunos estados de la federación levantaron medidas restrictivas a la movilidad semanas e, incluso, meses antes que otros territorios, lo que permitió un rebote de las ventas comerciales. La respuesta de la Administración Trump enviando cheques de 1.200 dólares en abril a trabajadores y añadiendo 600 dólares semanales por beneficios por desempleo a quienes habían perdido su puesto de trabajo, ha sido una receta más efectiva que lo inicialmente previsto. Las familias americanas tuvieron un balón de oxígeno de ahorro o gasto que, en estos últimos supuestos, estimularon la hostelería y la restauración, a través de reservas online. Hasta el punto de que los datos de alta frecuencia “han superado las expectativas”, dice Brett Ryan, economista de Deutsche Bank. Sobre todo, entre familias sin hijos, pero también en los hogares con propiedades inmobiliarias. También por la reanudación productiva de empresas manufactureras, que han dejado atrás sus fuertes aumentos de inventarios, y han empezado a producir de nuevo. 

“Los datos preliminares son un testamento de la rápida reacción de la política monetaria y fiscal al inicio de la crisis”, cuyos programas de estímulo, “duplicaron en volumen las predicciones” y de los bajos tipos de interés en los que ha situado la Reserva Federal el precio del dinero”, afirma Andrew Husby, uno de los economistas del panel de coyuntura de Bloomberg. Instrumentos que han posibilitado el mantenimiento de la capacidad adquisitiva de muchas familias, la propensión al ahorro en otras, y una cierta estabilidad en el mercado inmobiliario y los gastos comerciales. Un escenario que podría cambiar tras las elecciones. Porque la tendencia de las ayudas en los meses de invierno podría experimentar cambios, cuando la predisposición al gasto en hipotecas o bienes de consumo podrían decaer en favor del ahorro. Ante la más que previsible aparición de una segunda oleada de contagios, más intensa por los rigores del invierno, y la incertidumbre sobre futuros planes de ayuda a empresas y ciudadanos ante el interrogante sobre quién será el inquilino de la Casa Blanca a partir de enero y la configuración de los hemiciclos, no tanto de la Cámara de Representantes, que apunta a la preservación de la mayoría demócrata labrada en el Midterm de hace dos años, como en el Senado, donde las encuestas hablan de la pérdida del dominio republicano. 

“La gente no tendrá suficiente arsenal monetario para el consumo”, asegura Stephen Stanley, el economista jefe de Amherst Pierpon Securities, otro de los panelistas de Bloomberg, durante el invierno, aunque, sin embargo, Stanley presagiaba un fuerte repunte del 34,1% en el tercer cuarto, frente a su pronóstico del 18% en el pasado trimestre que realizó en el mes de abril. “Entonces -se justifica- había muchas dudas sobre el tamaño del estímulo fiscal en un momento en el que el consumo había gripado”. 

Solidez financiera


  
En su diagnóstico, en cualquier caso, auguran que la economía estadounidense se instalará en cuotas de crecimiento modesto a finales de año. Pese a que los indicadores hayan evolucionado hacia posiciones positivas desde comienzos de junio. En ventas minoristas, producción industrial y ganancias empresariales. Incluso una mejoría del mercado laboral. “Pero es demasiado pronto para proclamar la recuperación”, considera Stan Shipley, economista de Evercore ISI, al valorar el índice de desarrollo económico de Citigroup. 
 

Evolución datos macro en EEUU

A comienzos de junio, se unieron a plantillas 2,5 millones de trabajadores de los 7,5 millones que reclamaron subsidios de desempleo. Desde entonces, han descendido las peticiones. Hasta las 661.000, en tasas similares a las previas al Covid-19. Mes en el que las compras aumentaron un 1,9%. 
“La gente es ahora mucho más optimista sobre la economía”, señala Joseph Lavorgna, asistente de Trump y economista jefe del Consejo Económico Nacional, lo que demuestra que “la política de la Administración americana ha sido un éxito y ha contribuido a enderezar el crecimiento”. El aspirante demócrata, por su parte, acusó a su contrincante en el último debate cara a cara que, para ayudar a la economía, “se deberían haber impuesto límites a la transmisión del virus con mayores medidas de distanciamiento social”. Biden prometió recursos para posibilitar que las escuelas vuelvan a abrir sus puertas. Cualquiera que sea el signo de la futura Administración americana, y a pesar de los primeros vestigios de recuperación, la economía seguirá exigiendo medidas excepcionales para volver a registrar su potencial de crecimiento. 

La actividad empresarial también alienta la esperanza. El barómetro de IHS Markit, ven la mayor capacidad industrial en el país desde febrero. Este indicador saltó hasta el nivel 55,5 en octubre, desde el 54,3 del mes precedente. También el índice compuesto industria-servicios, que se elevó hasta los 56 puntos desde el 54,6. En escenarios de expansión. Las mediciones que exceden de los 50 puntos designan actividad. La economía estadounidense “empieza el cuarto trimestre con buen ritmo”, cree Chris Williamson, economista jefe de IHS Markit. En su opinión, cualquier retroceso en la senda de crecimiento que debilitarían nuevos contratos y órdenes de compra se atribuirá a las medidas que ponga en marcha la próxima Administración que gobernará en la Casa Blanca. “Cualquier bono de ayuda adicional espolearía la actividad” asegura Seema Shah, estratega jefe de Principal Global Investors, pero EEUU “es ahora menos dependiente de los estímulos fiscales que lo que era al inicio de la pasada primavera”.