Los llamados criterios ESG -ambientales, sociales y de gobierno corporativo-; los objetivos de desarrollo sostenible, los ODS; la inversión socialmente responsable -ISR-... Son siglas y términos que forman parte ya ineludible de cualquier conversación corporativa. Pero a todos ellos hay que dotarlos de contenido real para aporten a nivel tanto empresarial como social. ¿Cómo se consigue en el caso de las empresas familiares? ¿Sus peculiaridades suponen una ventaja o un lastre a la hora de adaptar la organización a estas nuevas realidades?

De todo ello hemos hablado en Estrategias de inversión con Lourdes Ripoll, vicepresidenta de Sostenibilidad de Meliá Hotels; Juan Carlos Ureta, presidente de Renta 4; Javier López-Belmonte, vicepresidente y director financiero de Rovi; Àlex García Reig, vicepresidente de Reig Jofre y Nuria Lasheras, socia fundadora de Mediarte.

Existe unanimidad al afirmar que es un camino que no tiene vuelta atrás. Inversores y clientes exigen a las compañías cumplir con estos nuevos valores y propósitos que deben compatibilizarse con una cuenta de resultados saneada que permita mantener la actividad. Se trata de un proceso de largo plazo, algo que encaja tanto por orientación como por vocación con el ADN de las empresas familiares. Un escenario global que se sustancia en prácticas concretas y en la certeza de que esos criterios deben permear a toda la estructura corporativa.