El consejero ejecutivo de BBVA y ex miembro del Banco Central Europeo (BCE), José Manuel González-Páramo, se mojaba el viernes, en una reunión del Círculo de Economía de Sitges, y estimaba que la autoridad monetaria de la Zona Euro podría llevar a cabo el primer incremento de tipos desde julio de 2018 “a finales de 2018”. Cree que anunciará una reducción adicional de su programa de compra de activos (QE), o tapering, este mismo otoño.

Es cierto, tal y como reitera una y otra vez su presidente, Mario Draghi, que la inflación subyacente aún se mantiene débil, pero también lo es que los indicadores de la región claramente han mejorado y apuntan a una recuperación de la economía más allá de la incertidumbre política. No quiere el banquero italiano cometer los errores de su predecesor, pero también es consciente del riesgo de quedarse “por detrás de la curva”, sin olvidar las presiones constantes que supone la postura de Alemania respecto a los estímulos. Ni tampoco las quejas del sector financiero ante el ‘efecto perverso’ que estos tipos mínimos suponen para la industria.

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Los próximos 'pasos' del BCE

Y es que, uno de los principales frentes abiertos de la banca, junto a la necesaria reestructuración aún pendiente (sobre todo en Italia), la avalancha regulatoria y la disrupción tecnológica, es la vuelta a la rentabilidad en este entorno con un precio del dinero reducido a la mínima expresión y de (aún) lenta salida de la crisis. De hecho, más allá de la mejora de fundamentales internos (volumen de negocio, riesgo de crédito y ROTE) y externos (crecimiento, empleo, confianza…), los expertos justifican su visión más positiva sobre las entidades en que “el entorno actual de tipos de interés está llegando a su fin (¿2018?)”, en palabras del Departamento de Análisis de Bankinter.

La estrategia de salida del BCE, apunta Bank of America Merrill Lynch, será “gradual”, aunque podría haber ya en junio “un cambio de lenguaje (…) eliminando la idea de que los tipos podrían caer más y el QE ser incrementado”. Apuestan por una autoridad monetaria cauta ante las perspectivas de inflación y unas perspectivas de crecimiento a medio plazo menos convincentes, que a corto.

Mientras, desde AXA IM prevén que las compras de deuda se reduzcan a 40.000 millones de euros mensuales (desde los 60.000 millones actuales) en el primer semestre de 2018, y hasta los 20.000 millones en el segundo. Los tipos subirán, en su opinión, ya en 2019.

Apetito por la banca española

Sea como sea, el mercado ya se está preparando para un movimiento que, hasta no hace tanto tiempo, era prácticamente impensable. Paso que, unido a la mejora macro esperada y al alza de las expectativas de inflación, ha insuflado vida a la banca española, más allá de la ‘pesadilla’ que supone la delicada situación de Banco Popular y de su exposición a ‘mercados calientes’ como Latinoamérica, con especial foco en México y Brasil. Así, cerca del ecuador de 2017, Banco Sabadell gana en el año más de un 36%, mientas que CaixaBankse anota un 32%, Banco Santander un 16%, BBVA un 14%, Bankinter un 11% y Bankia un 5%. La excepción es la entidad capitaneada por Emilio Saracho, que pierde un 26%, a vueltas con su futuro…

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Los expertos coinciden en destacar el interés por los activos españoles, especialmente por el sector financiero, cuyas valoraciones son “atractivas” tras el duro castigo recibido. Así, por ejemplo, apostando por “el apetito por el riesgo y el apalancamiento financiero, uno de los catalizadores principales del mercado europeo”, desde Lazard Frères Gestion se decantan por la banca principalmente, con Banco Santander, Sabadell y Liberbank como nombres propios. “Se han visto favorecidos por la reciente mejora económica, la disminución de riesgos y por un trasfondo de subida de tipos cada vez más probable y que llevará a un aumento de los márgenes del sector”.

Mientras, en lo que respecta a la deuda subordinada financiera, desde Robeco llaman la atención sobre el “valor interesante y selectivo en España”, haciendo referencia asimismo al entorno de normalización de tipos, “ayudando a la que las rentabilidades suban, con los niveles de apalancamiento bajando gracias a regulaciones como Basilea III y Solvencia II, liquidez mejorando, balances fortalecidos…”

Reconocen, con todo, que el proceso de tapering del BCE es un “riesgo, pero, incluso en ese escenario, consideramos que el sector puede actuar de refugio, porque los bonos financieros no han formado parte del programa de compra, mientras que los diferenciales de crédito de otros sectores sí se han visto artificialmente mejorados por el mismo”.

Finalmente, en su último análisis sobre la banca española, Moody’s Investor Service llamaba la atención sobre la “continua mejora de los fundamentos crediticios, especialmente el riesgo de los activos, en un contexto de sólido crecimiento económico de España y de progresiva recuperación del mercado inmobiliario del país”. 

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