Tradicionalmente, septiembre es el mes maldito para la renta variable en Estados Unidos. El S&P 500 y el resto de grandes índices de Wall Street suelen registrar sus peores números del año, con la segunda quincena como el tramo más negro del calendario. El motivo: ajustes fiscales, cambios de cartera y movimientos institucionales que obligan a cuadrar balances antes de arrancar el último trimestre. Pero 2025 está siendo diferente. Pese a cierta volatilidad en los últimos días, predomina un tono de optimismo que se apoya en tres catalizadores clave: los recortes de tipos de la Reserva Federal, la mejora de los resultados empresariales y el boom de la inteligencia artificial.
Ahora bien, la sombra de la palabra “burbuja” siempre planea. Bank of America recuerda que, históricamente, las burbujas financieras escalan de media un 244%. La actual, protagonizada por las “Magníficas 7”, acumula ya un 223%. Pero, a diferencia de la burbuja puntocom, hoy sí hay ingresos que respaldan las valoraciones: Nvidia, por ejemplo, crece en línea con sus beneficios, al contrario de lo que pasó con Cisco en 2000. Además, mientras en 1999 la Fed subía tipos, hoy los está recortando, lo que refuerza la narrativa alcista.
¿Dónde está el riesgo?
Que alguna pieza de la cadena de valor de la IA descarrile y provoque un efecto dominó en contratos y expectativas.
Que competidores como China (Alibaba, Baidu, etc.) erosionen el dominio de las compañías líderes estadounidenses.
Europa también gana protagonismo: tecnológicas como ASML y SAP se benefician de la inversión en semiconductores y cotizan con un descuento del 20-25% frente a las estadounidenses. Las promesas de inversión de Nvidia en Reino Unido o los incentivos de la Administración Trump a los chips han revitalizado el sector en el Viejo Continente.
En paralelo, los emergentes ofrecen otra vía de crecimiento: recortes de tipos, dólar débil, aranceles graduales y un ciclo demográfico favorable en países como India o México. China, con su rally tecnológico, se mantiene como líder global en 2025. Y no olvidemos los bancos estadounidenses, que pueden capitalizar el aumento en fusiones y adquisiciones, salidas a bolsa y un diferencial positivo entre préstamos a largo y financiación barata a corto.
¿Refugios clásicos? El oro, la plata y Bitcoin. Aunque algunos digan que el oro está caro, la verdadera pregunta no es si alcanzará los 4.000 dólares la onza, sino cuándo. Estos activos, independientes de los bancos centrales, siguen siendo la mejor póliza contra la pérdida de poder adquisitivo.

