Desde el complejo hotelero de Breton Woods en 1944, se creó el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Pero no sólo eso, también se establecieron las reglas para las relaciones comerciales y financieras entre los países más industrializados del mundo, estableciendo el Dólar estadounidense, como moneda de uso internacional. Esto tuvo sus consecuencias.
Y no es que Robin de Loxley tuviera nada que decir en aquel hotel, es que, unos años después, en el verano de 1971, Richard Nixon eliminó la convertibilidad oro/dólar. El metal precioso ya no era moneda de cambio, pasaba a mandar el billete verde. A raíz de esto, y para evitar la excesiva especulación sobre las divisas, el profesor James Tobin ideó su famosa tasa.
En un principio y parafraseando al Nobel, simplemente era una medida para “arrojar algunos granos de arena en los engranajes de las finanzas internacionales”. La idea era sencilla, si se aplica un porcentaje en las transacciones puramente especulativas en el mercado de divisas, la rentabilidad del inversor cae y hace la inversión menos atractiva. Esa menor actividad, acarrearía más estabilidad a las divisas, ni más ni menos que el objetivo. En el centro de la diana.
Hoy, esa tasa “ha evolucionado” y lo que en un principio pretendía únicamente dar estabilidad a las divisas, se ha transformado en aplicar un porcentaje para la mayoría de las actividades financieras. Es decir, que los granos de arena, van a caer a partir de ahora, en los engranajes de las finanzas personales de muchos pequeños inversores.
En este caso la idea también es sencilla, más si cabe, recaudar. Simplemente recaudar. Es como aquella escena tan espectacular y emocionante en la que Kevin Costner, atraviesa una flecha con otra de manera perfecta, justo en el centro. La tasa es como esa flecha, directa, donde debe ir. Sin embargo, no es tan emocionante ni espectacular cuando nosotros somos la diana…
Fue la ONG OXFAM quien bautizó erróneamente la tasa con el nombre del personaje de ficción, ya que consideraba más loable el recaudar para destinar los fondos a fines sociales. Sin embargo, el fundador original de la idea pretende desligarse de los movimientos antiglobalización, siendo claro defensor de la economía libre.
Por otro lado, y a pesar de lo discutible de la actuación del héroe medieval inglés, no está tan mal si realmente esos ingresos van a parar a las empresas, a los generadores de empleo. El problema es que Rajoy Hood y sus compañeros europeos, acaben destinando la recaudación a pagar intereses de la deuda y no a incentivar la economía real.
Y es que lo miremos por donde lo miremos, buenas intenciones hay en muchos sitios pero la única realidad es que los que hacemos de diana, vamos a tener que pagar la tasa por la compra de las flechas.