Repsol siempre ha sido una rara avis en el sector petroleo. Una compañía sin petróleo que llegó a colocarse entre las más eficientes del sector con presencia global. Sin embargo el mundo ha cambiado. Primero con un giro de 180 grados: aunque el petróleo sigue mandando en el universo energético, el cambio climático y sus devastadores efectos han variado lo más importante: la opinión pública concienciada por la lucha verde en su más amplia extensión de la palabra, lo que ha hecho que las empresas- y el mundo económico en general- se concentre en un futuro de sostenibilidad.
El segundo de 360 grados ha llegado con el azote del Covid-19. Un nuevo cambio inesperado que ha dejado los precios del crudo en mínimos históricos y ha hecho que las compañías del sector, incluida Repsol, se encuentren entre las más castigadas junto con el sector turístico e industrial ante el coronavirus.
Todos esos factores le llevan a imprimir fuerza a su transición hacia las energías limpias, poniendo en primer plano a las renovables. Ya ha iniciado a mediados de julio la construcción en la localidad pacense de Valdecaballeros su mayor parque fotovoltaico en la península y ha iniciado dos más de los 7 previstos en España.Y se alía en Chile con la también española Ibereólica Renovables para emprender la aventura internacional.
Pero ¿Llega Repsol tarde a la aventura verde? ¿Su incorporación podrá colocarse a niveles de las grandes como Iberdrola o Siemens Gamesa, o quedará relegado a un puesto menos importante? ¿La transición completa hacia las renovables supondrá un coste demasiado elevado para la compañía en un sector que representa el 1% del PIB y que contribuye con más de 10.500 millones de euros a la economía nacional?
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