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La creciente popularidad de este subsegmento ha generado multitud de productos que llevan con orgullo la etiqueta de “sostenibilidad”. Pese a los esfuerzos realizados para ayudar a los inversores a distinguir entre lo que es verde y lo que no, especialmente en Europa, resulta a veces difícil atravesar la jungla de conceptos y términos sostenibles.

¿Cuál es, por ejemplo, la diferencia exactamente entre microfinanciación e inversión de impacto en mercados financieros, cuando el objetivo último de ambas es conseguir un efecto social beneficioso?

Aunque la respuesta en este caso es relativamente sencilla – la primera se caracteriza por estar dirigida a proyectos concretos, a menudo financiados con fondos privados, y la segunda tiene como objeto conseguir un impacto positivo a través de la participación en el capital de empresas que cotizan en bolsa – pocas personas disponen del tiempo y los recursos suficientes para estudiar con detenimiento los folletos informativos, las carteras de los fondos de inversión y las actas de las votaciones de las empresas y conocer así todas las diferencias entre ellas.

Los gestores de activos deben aumentar la transparencia y mejorar la forma en que comunican lo que hacen.

El arte de invertir en impacto

Como regla general, los inversores de impacto buscan un doble dividendo: obtener un rendimiento financiero y, además, generar beneficios sociales y medioambientales. La mayoría de los gestores de activos están encantados de servir de vía de entrada a este mercado, pero no todo lo que se ofrece en él cumple con la consigna de ayudar a mejorar el mundo además de conseguir un rendimiento económico. Los más críticos han señalado que algunos gestores de activos prometen más de lo que cumplen. Por tanto, el arte de invertir en impacto consiste precisamente en la búsqueda activa de lo que es verdaderamente sostenible, en contra de la crítica de greenwashing. 

¿Qué mecanismo hay detrás de la inversión de impacto?

Los primeros pasos por la senda del impacto llevan normalmente a los inversores a alguno de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas.

Por muy poco concretos que parezcan (“Ciudades y comunidades sostenibles”, “Acción por el clima”), hacen referencia a los retos más acuciantes a los que se enfrenta el mundo. Con el fin de contribuir al cumplimiento de algunos de estos ODS, cientos de empresas están desarrollando los productos y servicios necesarios y sus acciones encajan especialmente bien en una cartera de impacto.

¿Qué sigue a continuación?

Existen guías diseñadas para ofrecer una base sólida para los inversores que deseen generar impacto. La Global Impact Investing Network (GIIN), por un lado, y la Corporación Financiera Internacional (IFC)– la división dedicada a inversiones del Banco Mundial – por el otro, han establecido los siguientes principios, en gran medida coincidentes:

  1. Intencionalidad en la inversión de impacto: El proceso de inversión se pone en marcha definiendo los objetivos de impacto que han de encontrarse en la misión de la empresa en la que se va a invertir. Estos deben incluir contribuir positivamente a la sociedad y el medio ambiente en consonancia con alguno de los 17 ODS de Naciones Unidas u otros objetivos ampliamente aceptados.
  2. Búsqueda de retornos financieros: Además de conseguir el efecto deseado, los inversores de impacto buscan una rentabilidad sobre el capital invertido, que podrá ser por debajo de mercado a rendimientos iguales o superiores a los de mercado. Esto es lo que diferencia la inversión de impacto de la filantropía, que se centra exclusivamente en el cambio social o medioambiental, sin buscar un rendimiento financiero.
  3. Inversión en diferentes clases de activos: Pueden encontrarse numerosas oportunidades en las diferentes clases de activos, desde instrumentos de renta variable y renta fija fuera de mercados bursátiles hasta acciones que cotizan en bolsa y “bonos verdes”.
  4. Gestión y medición del impacto: Definir indicadores de acuerdo con las intenciones y medir posteriormente cada objetivo cumplido e informar de los resultados.

En un mundo que se enfrenta a numerosos problemas de sostenibilidad, creemos que los inversores deben buscar que sus estrategias generen unos efectos de sostenibilidad cuantificables además de la rentabilidad de sus inversiones y esperar que el poder de invertir a largo plazo en una estrategia así sea superior a invertir en un único valor “verde”.