Cuando las cosas en las economías y en los mercados van bien, la economía y las finanzas se asemejan mucho al ensamblaje de un motor. Un indicador económico va empujando al otro y todo hace que las cosas funcionen, o al menos que lo parezca.

Hasta que en 2008 la crisis de Lehman no evidenció que la economía del mundo estaba en serios problemas, en las bolsas todo siempre tenía una razón. Y en la mayor parte de las ocasiones, convincente. Si la economía de un país iba bien, la gente consumía y las bolsas, por lo tanto, se apreciaban. Si lo hacían mucho y precios subían y los bancos centrales decidían subir los tipos de interés, las bolsas caían durante un tiempo, pero luego se recuperaban. Ese era el juego normal del mundo de las inversiones.

Sin embargo desde que la crisis financiera anidó en el sistema económico ya nada funciona como podría parecer. Desde hace ya muchos meses, cuando los gobiernos publican un buen dato económico, los inversores se ponen a temblar y optan por vender sus acciones. En muchos casos, presos de terror, han provocado grandes caídas.

De hecho, en mayo de 2013, casi cinco años después de haberse iniciado la crisis, el entonces presidente de la FED, Ben Bernanke, anunciaba a los mercados que la economía del país se había recuperado tan bien, que ese mismo año la autoridad monetaria podría comenzar a retirar los estímulos.

En una economía normalizada, esto hubiera implicado una posible subida de las bolsas, animadas por la perspectiva de que el país había salido definitivamente de la recesión. Pero la reacción fue totalmente la contraria. Las bolsas entraron en pánico, y no sólo las estadounidenses, sino también las de otros países, fundamentalmente las de Latinoamérica.

Los analistas comenzaron en ese momento a explicar este fenómeno como "lo malo es bueno y lo bueno es malo". Pero todo tiene su explicación.


Las políticas de estímulo estadounidenses han inyectado en el sistema casi 4 trillones de dólares, una cantidad que ha permitido que las bolsas de ese país se disparen en los últimos cinco años y medio y que vivan uno de los rallies más largos de su historia. Tanto, que desde los mínimos de marzo de 2009, el S&P 500, el selectivo estadounidense ha ganado algo más de un 180%.

Cuando Ben Bernanke habló de la posibilidad de la retirada de los estímulos la parte del cerebro de los inversores que se puso a funcionar no fue la que manejaba la lógica de "si la FED hace esto es porque la economía va bien. Luego los mercados también irán mejor". No, la parte que elaboraba los pensamientos era la de "si la FED deja de inyectar 85.000 millones de dólares al mes, no habrá dinero suficiente como para que nosotros podamos seguir invirtiendo en bolsa".

Aunque desde primeros de año hemos visto como la retirada de estímulos, tapering, no ha pasado mucha factura a las bolsas, si es cierto que ese debate ha dejado paso al de la subida de los tipos de interés.

Precisamente el jueves, uno de los miembros que más apoyan una subida de los tipos, el presidente de la Reserva Federal de Dallas, Richard Fisher volvía a aterrorizar a los mercados. Fisher había dicho que la FED podría comenzar a elevar el precio del dinero en la primavera de 2015.

En concreto, este miembro del ala más hawkish de la autoridad monetaria ha afirmado que "el mercado ha asumido que empezaremos a subir los tipos en algún momento entre la primavera y el verano".

Sin embargo esto no fue lo que hizo que los inversores se sintieran amenazados, sino esto otro "no diré lo que hablamos internamente porque no sería apropiado, sólo diré que podría ser más pronto que tarde".

Lo que han anticipado los mercados es que a partir de ese "más pronto que tarde" , cada vez que pidan dinero para invertir en bolsa, les resultará más caro. Por no hablar de que aún siguen existiendo dudas sobre el efecto que un alza de los tipos tendrá en el consumo y la inversión. Sin embargo ese es otro debate.