El pasado otoño, la multa que imponía Estados Unidos a Deutsche Bank por su papel en la crisis subprime ponía la puntilla a la entidad que ya sufría la presión negativa del temor despertado por su exposición a los derivados. Llegaba incluso a hablarse de que podía convertirse en el Lehman Brothers europeo.

Un plan de reestructuración (con ventas de activos incluida) y una ampliación de capital de 8.000 millones de euros después han devuelto ‘las aguas a su cauce’, si bien, el mercado aún mira con desconfianza a este gigante.

Así, el valor cae en lo que llevamos de 2017 un 1,70%, y no ha logrado beneficiarse de las nueva expectativas de tipos y de la mejora macro en la que se encuentra envuelta la economía mundial, y que han supuesto un importante espaldarazo para el sector financiero en particular. Su comportamiento contrasta con el de otro de los grandes bancos alemanes: Commerzbank, que en el ejercicio acumula un repunte cercano al 29%.

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En palabras del consejero delegado (CEO) del propio banco, Martin Zielke, su arranque del presente ejercicio ha sido “sólido”: con un beneficio de 217 millones de euros, frente a los 107 millones esperados por el consenso, mejorando su capital Tier 1 hasta el 12,5%.

De hecho, recientemente desde UBS aconsejaban comprar Commerzbank (frente al anterior consejo de vender), al considerar que su objetivo de rentabilidad (ROTE) del 6% para 2020 “es alcanzable”. La firma mejoraba asimismo su precio objetivo hasta los 11,50 euros, desde los 6,50 actuales.

Técnicamente, los indicadores premium de Estrategias de inversión le otorgan una puntuación de 10 sobre 10, situando su tendencia en alcista, con momento positivo, volumen creciente y volatilidad decreciente.

 

 

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El aspecto técnico tampoco acompaña a Deutsche Bank, pues estos indicadores le dan una puntuación de 5,5 sobre 10, situando su tendencia en fase de consolidación. Y es que, a medio plazo su tendencia es bajista, su momento negativo y decreciente su volumen.

 

 

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