AIG está desprendiéndose de negocios en todo el mundo para intentar mantenerse a flote, a pesar de la inyección, en dos tandas, de un total de 150.000 millones de dólares (117.861 millones de euros) del Gobierno estadounidense, que controla ya casi el 80 por ciento de la entidad.

En el tercer trimestre del 2008, AIG tuvo unas pérdidas de 24.500 millones de dólares (19.251 millones de euros), lo que llevó al Gobierno de EEUU a aumentar su aportación de capital hasta los 150.000 millones de dólares desde los 85.000 millones iniciales (66.791 millones de euros).

La Administración estadounidense intenta así evitar la quiebra de AIG, ya que, si esto sucediera, muchas instituciones financieras podrían quedarse sin cobrar los instrumentos de deuda en los que han invertido