China certifica su primer trimestre negativo desde 1976, el PIB de EEUU ha acabado, en marzo, con el ciclo expansivo más longevo de su historia y la zona del euro se asoma al abismo sin coronabonos y sin sellar un plan de emergencia que ahora prepara contrarreloj Bruselas. Mientras el comercio y la inversión tocan fondo y el petróleo y las bolsas luchan por resurgir de las cenizas de un inicio de 2020 de alto voltaje.
El impacto del Covid-19 ha dejado el PIB global en estado de shock. En unos ‘números rojos’ que, al término de este ejercicio, se situará en el 3%, advertían a mediados de abril los expertos del FMI en su diagnóstico primaveral. En el que, además, dejaba entrever sus negros augurios sobre el despegue de la actividad, que no será, a su parecer, ni rápido, ni fulgurante ni, sobre todo, cercano en el tiempo. Más bien, el Fondo Monetario se inclina por inaugurar el próximo ciclo de negocios en algún momento indeterminado de 2021.
Porque tanto los confinamientos sociales como las hibernaciones económicas siguen sin un calendario claro de superación; de supresión de sus estados excepcionales de alarma. El pasado mes de marzo ya desveló que la contracción sincronizada global es una realidad palpable. Las tres áreas económicas más poderosas -EEUU, Europa y China- han entrado en números rojos. El gigante asiático, origen y primer escenario del drama económico del coronavirus, con un receso de su PIB en el primer trimestre del 6,8% según datos oficiales, que ha llevado al presidente Xi Jinging a reunir de urgencia a su politburó y lanzar la orden de poner en circulación todos los recursos económicos y monetarios del segundo PIB del planeta. El FMI, en cualquier caso, otorga a Pekín el beneficio de sortear la recesión el 2020, con un alza, moderado, del 1,2% que no eludirá, sin embargo, la primera contracción desde 1976 año de la muerte de Mao Zedong.
En EEUU, la certificación aún no es oficial. Pero la emisión de señales es cada vez más profusa e inequívoca. Quizás la más nítida, la que refleja que marzo ya sumergió al mayor PIB del planeta en un episodio de contracción, que da por finiquitada su fase expansiva más longeva, de 129 meses consecutivos de crecimiento, es un indicador de actividad de la Reserva Federal de Chicago, que anticipa la sepultura del ciclo de negocios iniciado en junio de 2019. El denominado National Activity Index revela un “severo impacto”, con una caída hasta el -4,19, desde el 0,06 de febrero. Este baremo se refiere a las cuatro grandes categorías que incluye el indicador -vigor del PIB, demanda interna, creación de empleo y sector exterior- en términos intermensuales. Aunque también recoge el tránsito en tasas inter-trimestrales en las que el barómetro desciende en menor medida, desde el 0,20 de febrero al -1,47 de marzo.
Ambas mediciones dan resultados inusualmente bajos desde marzo de 2009, cuando la última recesión de EEUU tocó fondo. Según sus parámetros de funcionamiento, una contracción se convierte en recesión cuando registra tres meses consecutivos por debajo del nivel -0,70. La Fed de Chicago precisa que 65 de sus 85 indicadores proporcionan contribuciones negativas al crecimiento, sólo 18 aportan dinamismo, aunque débil, y 2 resultan neutrales. Además de atestiguar que las rúbricas relacionadas con la producción se desplomaron al nivel -2.72 y las de empleo, hasta el -1.23, lo que apunta a una contracción de gran calibre. Y que, a buen seguro, consignará en las próximas semanas -o meses, porque se toma su tiempo- la National Bureau of Economic Research (NBER), la entidad privada que se encarga de poner fecha de inicio y de finalización oficial a los ciclos de negocios en EEUU.
El FMI prevé una recesión del 5,9% en 2020. En un año de batalla electoral por la Casa Blanca. De ahí que la Reserva Federal haya decidido emplear más bazookas monetarios, además de los 2,3 billones de dólares de créditos de emergencia puestos ya en el mercado y que los analistas consideran como un vestigio de que aún dispone de instrumental financiero y que lo empleará en las semanas venideras. La respuesta de la Fed -dice Rick Rieder, CIO de BlackRock en su blog corporativo- “resulta realmente histórica” porque ha presionado el balance de activos de la Reserva Federal hasta los 6,1 billones de dólares, cantidad que supera el PIB de Japón, el tercero del planeta.
El escenario en Europa no es menos sombrío. A la espera de que la Comisión Europea module el volumen del plan de emergencia, para el que baraja cifras de entre 1,5 y 2,2 billones de euros, una especie de Plan Marshall, impulsado desde España y respaldado por Italia y Francia, al que se ha sumado Alemania, sin demasiado entusiasmo y más en favor de la idea de un presupuesto de reconstrucción que de una cantidad desorbitada, los socios del euro asumen la conveniencia de aplicar tratamientos de choque fiscales. Entre otras razones, porque desde el BCE, Christine Lagarde, su presidenta, alerta de que la recesión en el área monetaria podría alcanzar el 15% del PIB. El doble del 7,5% de contracción que acaba de asignar el FMI.
Marzo también ha sido el origen de la debacle. Análisis como los de IHS Markit, firma de inteligencia empresarial que aporta datos económico-financieros al mercado, ha marcado en este punto el inicio de la recesión en la zona del euro. Algo que ya admite el Banco de Francia, que anticipa un receso del PIB galo ya en el primer trimestre del año, del 6%; el mayor descenso desde la Segunda Guerra Mundial, y siete décimas más intenso que el registrado en las revueltas sociales de mayo de 1968. Y avanzan también los cinco mayores institutos de investigación económica alemanes -IFO de Munich, DIW de Berlín, IfW de Kiel, IWH de Halle y RWI de Essen- que coinciden, en un diagnóstico conjunto, en que la contracción de la gran locomotora europea se aproximará al 10% -en concreto, el 9,8%- entre abril y junio. Después de una caída leve en el primer tramo del año y tras dos amenazas de una recesión técnica entre verano de 2018 y otoño de 2019, con sendos registros trimestrales negativos, cuando sus tasas industriales tocaron fondo por las guerras comerciales desatadas desde la Casa Blanca y el alto riesgo de un Brexit duro. El retroceso anual, en todo 2020, será del 4,2%, auguran los think-tanks alemanes.
El gobernador de Francia, François Villeroy de Galhau, admitió que la ansiada recuperación en V, fulgurante, con un súbito rebote del mercado, en el tercer trimestre del ejercicio, podría no suceder. El próximo ejercicio 2021 “debería ser positivo” y el que ayude a empresarios y empleados a establecer las condiciones para asentar un ciclo de negocios sólido y sostenible, desde “el instante en que se logre contener la pandemia sanitaria”.
Evidencias del deterioro mundial
La visibilidad del parón, explican desde la sala de máquinas de HIS Markit, no sólo se aprecia en los cielos vacíos que han dejado las aerolíneas, cuyas flotas de aviones experimentan desde los primeros días de marzo una cuarentena similar a la que soporta ya más de la tercera parte de la humanidad. En el plano comercial, el volumen de exportaciones americanas por vía marítima se detuvo bruscamente “en las dos primeras semanas del mes pasado”. Hasta situar la salida de los cargueros mercantes muy por debajo de la mitad de los registros del mismo periodo del ejercicio precedente. El amarre de barcos de transporte de mercancías ha perjudicado directamente las ventas de automóviles, ya de por sí asoladas por descensos de demanda, debido a los retrasos en las decisiones de compra de potenciales usuarios, que han adoptado una tendencia de wait and see, con la convicción de que, en el futuro, a corto o medio plazo, los precios de los coches serán más competitivos. El cargo marítimo retrocedió un 19% en la primera quincena de marzo en los puertos estadounidenses, cuando la economía estaba aún lejos la firma del programa de estímulo de 2 billones de dólares, suscrito por Donald Trump a finales del mes, el día 27. Y ya en esas fechas se dejaba sentir la debilidad del mercado laboral en la primera economía global que, entre la última semana de marzo y la primera de abril forzó a casi 10 millones de trabajadores a solicitar coberturas por desempleo. El mes pasado también extendió la parálisis de productores y familias, lo que ha retraído las inversiones empresariales y los ingresos de los hogares.
En Alemania, las matriculaciones de coches retrocedieron en marzo un 38% en comparación al mismo mes del año anterior, pese a que es un periodo mensual considerado de temporada alta para la venta de vehículos en el mercado germano. En Reino Unido, fue del 44%. Un segmento industrial, el de automoción, que está bloqueado en las tres mayores economías árabes -Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Qatar-, al igual que el de servicios en mercados como el de Brasil, donde su indicador productivo está en el nivel más bajo desde 2016, el último receso del mayor PIB latinoamericano. En Australia, que ha entrado en números rojos por primera vez en tres décadas, los anuncios de búsqueda de empleo aumentaron los últimos días de marzo; un fenómeno que no se contemplaba desde 2009. Y en la zona del euro, explican en IHS Markit, la contracción será de dobles dígitos. Porque sus índices de creación de empresas, de confianza empresarial y de empleo están en caídas libres, lo que “hacen que sea inevitable y muy sombrío el futuro inmediato” del club monetario europeo. Su coyuntura refleja descensos productivos en el sector manufacturero, en fase recesiva profunda, elevadas escaladas de los subsidios por desempleo y miles de compañías recortando horas de trabajo por todas sus latitudes. El Índice de Gestores de Compras de Markit descendió al nivel 29,7 en marzo, desde el 51,6 de febrero, un barómetro que certifica contracciones por debajo de la cota de los 50 puntos. Con casi todos los países de la muestra en registró históricamente bajos. En su rúbrica de servicios, que incluye hoteles y restaurantes, el retroceso es todavía más pronunciado, hasta el 26,4 que, en el caso de Italia, se hunde hasta el 17,4, lo que da una señal inequívoca del impacto que el Covid-19 ha tenido en esta área productiva y del negocio del ocio en general. Debido al confinamiento de las sociedades civiles.
“Ningún país [de la zona del euro] está en disposición de poder escapar de una recesión severa”, dice Chris Williamson, analista jefe de IHS Markit. “Aunque es especialmente profunda en Italia y su sector servicios, donde las estrictas normas de aislamiento prevalecen desde hace más tiempo sin que se atisbe todavía el momento de su levantamiento oficial”.
Desde el mercado se lanza, además, un ultimátum a los jefes de Estado y de Gobierno europeos para que aprueben la mutualización de la deuda. Bien con eurobonos, la versión más ambiciosa, o con coronabonos, que agruparía el endeudamiento contabilizado por la crisis del Covid-19. No hay margen para el error, dice Jan von Gerich, analista jefe del banco finlandés Nordea: “si la zona del euro no acuerda acciones concretas para compartir colectivamente el endeudamiento, la pandemia del coronavirus traerá otra crisis de la deuda”. Gerich justifica su predicción en el comportamiento de los Credit Default Swaps (CDS), los instrumentos de intercambio financiero por incumplimiento crediticio, que se dispararon en 2010, al igual que durante el repunte de los partidos nacionalpopulistas en Europa en 2018, y que ahora han vuelto a tomar altos vuelos. Por el coste que los inversores aprecian en la salida europea de la recesión, lo que explica, además, los saltos en las primas de riesgo de Italia, España o Portugal. Este escenario “podría virar si los socios europeos deciden instaurar una acción colectiva”, alerta Peter Brennan, estratega para la UE de Standard & Poor’s (S&P). En sintonía con la visión de otros interlocutores del mercado.
“No es un riesgo aislado para Italia, sino para el conjunto de la zona del euro”, dice Jack Allen-Reynolds, economista de Capital Economics. Los socios monetarios “necesitan una herramienta colectiva para combatir desde el lado fiscal y financiero la epidemia económica del coronavirus”. De no lograrse, el tercer PIB del euro “trasladará sus problemas estructurales al resto de sus socios monetarios lo que, unido al proceso de envejecimiento poblacional, engendraría una década de crecimiento cero”, avanza Allen-Reynolds. En Oxford Economics se augura que la economía italiana quedaría condenada a un dinamismo anual del PIB del 0,2% en los próximos treinta años. Gerich es aún más tajante: “Sin coronabonos, el coste de la crisis para Italia será demasiada prolongada, el BCE no tendrá, probablemente, munición adicional para abordar una reducción de los riesgos que permita la supervivencia a largo plazo de la unión monetaria”.
Un mundo en parálisis sincronizada
El parón de actividad conduce cuesta abajo y sin frenos a las potencias industrializadas hacia una recesión sincronizada; no sólo a las del G-7, fenómeno que ocurriría por segunda vez en toda su historia -tras los dos trimestres de receso de los socios del club más selecto del planeta que se registraron con posterioridad al estallido de la Gran Recesión, en 2008, sino al conjunto de las economías de rentas altas. A las que acompañarán la mayor parte de los mercados emergentes que, en esta ocasión, a diferencia del credit crunch de hace un decenio, no les salvará el llamado decoupling o desacoplamiento del ciclo de negocios de sus rivales industrializados. En un clima de depresión del comercio -los intercambios de mercancías y servicios retrocederá en un 11%, según convienen en augurar el FMI y la OMC, la máxima autoridad comercial y gendarme de las normas que rigen en la globalización de los mercados, que acaba de alertar del resurgimiento del fantasma del proteccionismo en más de 80 naciones como consecuencia del Covid-19 y, más precisamente, de la interrupción de las cadenas de valor y de suministro productivo de empresas de todo el mundo. En un comunicado conjunto, ambos organismos claman contra las barreras a la exportación de guantes, mascarillas, gel desinfectante, máscaras protectoras, ventiladores o respiradores, entre otros materiales sanitarios que soportan bloqueos en los mercados globales y que, en total, el pasado año, movilizaron cerca de 300.000 millones de dólares. El FMI y la OMC dicen comprender las tensiones comerciales e, incluso, admiten que las reglas de la institución del comercio internacional “permite temporalmente las restricciones si se aplican para prevenir o revitalizar barreras u obstrucciones en los suministros”, pero urge a los gobiernos a “imponer ejercicio de cautela a la hora de instaurar tales medidas en las presentes circunstancias” de crisis sanitaria y apela al G-20 a coordinar, junto a la OMC, “políticas coordinadas” que eviten las altas dosis de especulación de estos materiales de primera necesidad para combatir la pandemia.
En paralelo, la Unctad, la Agencia de Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo, también con sede en Ginebra, como la OMC, acaba de alertar que el coronavirus contraerá los flujos de capital entre un 5% y un 15%. Es decir, dejará las Inversiones Extranjeras Directas (FDI, según las siglas en inglés) en territorio negativo. Dando al traste con sus previsiones de comienzos de año, en las que se aventuraba a presagiar un alza del 5% en el bienio 2020-2021; ya en los niveles más bajos, en cualquier caso, desde la Gran Recesión de 2008. De las 100 multinacionales con las que elabora uno de sus barómetros de tendencias inversoras, más de las dos terceras partes anticipan caídas de sus ingresos, la mayoría han reducido sus gastos de capital en las áreas más afectadas por la pandemia y 41 de ellas han anunciado algún tipo de alerta o profit warnings. En otro indicador, con las 5.000 empresas con mayor facturación, la Unctad revela caídas oficiales de sus previsiones, en un 9% de los casos, a la conclusión del primer trimestre del año; con una especial propensión en las firmas de la industria automovilística (cuyos retrocesos en ingresos alcanza hasta un 44%) y en las aerolíneas, que admiten un deterioro del 42%. “Las compañías de estos sectores e industrias son habituales inversores de capital”; pero el coronavirus augura que los impactos más negativos en desembolsos de capital se producirán en los segmentos del automóvil, de las líneas aéreas y de la energía.
Precisamente la depresión del mercado petrolífero es uno de los argumentos, junto al rampante descenso en los ratings corporativos de las empresas americanas, de los temores que expone la agencia S&P para alertar de la volatilidad que generará los mercados bursátiles antes de que se produzca el esperado rebote de los activos. El índice de calificación conjunta del sector privado estadounidense se ha desplomado, reconoce sin tapujos Evan Gunter, analista de firma de calificación, “y se espera que caiga todavía más” porque la ratio de pérdida de notas supera el 90% en el primer trimestre, “un porcentaje sólo visto en las dos últimas recesiones”, explica. Nueve de cada diez firmas de EEUU se rebajaron en el primer trimestre. Sobre todo, en marzo. Como consecuencia del Covid-19. Su diagnóstico es más sombrío si cabe porque a la propagación del coronavirus, sin fecha de control de la curva de contagios, se une la depresión del mercado del crudo que ha llegado a cotizar en negativo en el mercado americano. Este fenómeno de deterioro de ratings tan fulgurante sólo se ha visto en el primer trimestre de 2009 -cuando las rebajas saltaron hasta el 93%- y en el cuarto trimestre de 2001, tras los atentados del 11-S y las primeras embestidas del estallido de la burbuja de las empresas tecnológicas, periodo en el que los deterioros de las calificaciones alcanzaron el 91%. Muchas de ellas, además, cayeron a la consideración de bonos basura.
Un apunte más sobre la advertencia del FMI a los mercados. La intensificación de la crisis del Covid-19, alertaban sus expertos hace unas fechas, “amenaza la estabilidad financiera global”. Eran palabras de Tobias Adrian, director del poderoso departamento Monetario y de Mercados de Capital del FMI. Pese a que el impacto de la epidemia ya ha sido especialmente virulento en los parqués bursátiles, cuyos activos han perdido más del 30% de su valor, mientras los spreads crediticios de empresas con ratings bajos se han disparado. La volatilidad -alerta- ha deteriorado la liquidez, incluso en los mercados de bonos. La clave reside en mantener a la baja las presiones de encarecimiento crediticio, para lo que resulta imperioso que la pandemia empiece a estar bajo control y la hibernación económica culmine, aseguraba el informe de Estabilidad Financiera del Fondo Monetario de primavera. Un conjunto de señales que ha llevado a James Dimon, CEO de JP Morgan, a diagnosticar como “muy mala” la recesión, “peor que la de 2008”.