Que a estas alturas de la película España e Italia vean revisada la calificación de su deuda soberana no solamente no debería sorprendernos, sino que además no debería distraernos del hecho, realmente fundamental, de que en un momento en el que la credibilidad de la institución es clave para contener la crisis de deuda, el Banco Central Europeo que hereda Mario Draghi enfrenta el desafío de reconducir la crisis interna y el enfrentamiento con Alemania, que sacó a la luz la dimisión y declaraciones públicas de Jürgen Stark, recrudecido desde la decisión de Trichet de realizar compras de deuda periférica, dificultando, quizás incluso bloqueando, una política monetaria más flexible.

Mario Draghi tendrá que ser capaz de mostrar sensibilidad hacia la situación mediterránea desde la ortodoxia alemana, algo muy difícil de conseguir en una institución que parece más polarizada que nunca. Y todo ello sin ceder a las presiones de la agenda política y desde la independencia, que es lo más valioso para la credibilidad y efectividad de cualquier banco central.

Así que, aunque no parece que la llegada de Draghi vaya a representar un giro de 180 grados en la política del BCE, podemos esperar que sea capaz de desbloquear la actual situación interna y balancear en sus decisiones la estabilidad financiera y los actuales riesgos sistémicos, algo particularmente importante para la banca española.

Porque, con y sin revisión de nuestro rating, lamentablemente todos los análisis que se pueden hacer sobre la situación de los bancos españoles apuntan en la misma dirección: el deterioro que hemos visto en los últimos trimestres va a continuar y puede incluso empeorar en algunos casos, especialmente en la banca mediana.

La situación de la economía española apunta a que todavía veremos algún trimestre con crecimiento negativo y un 2012 sin prácticamente crecimiento, lo que va a seguir poniendo presión sobre la morosidad y necesidad de incrementar las provisiones de la banca por este concepto. Adicionalmente, sigue el empeoramiento de los indicadores de liquidez ante un mercado interbancario prácticamente cerrado que pone en serios aprietos la financiación a corto plazo de las entidades, como reflejan la dependencia de la ventanilla de liquidez del BCE y el recrudecimiento de la guerra del pasivo.

Con este escenario por delante cabe esperar que se acelere el proceso de desapalancamiento de la banca, afectando a las cuentas de resultados con reducciones en los ingresos para 2011 y 2012 de entre el 10% y el 25%. Podemos considerar que las posiciones relativamente más cómodas correspondan a Santander, BBVA, Caixabank y Banca Cívica, mientras que enfrentan el futuro próximo en peor situación Bankia, Sabadell, Bankinter y el nuevo Popular-Pastor...

Los resultados trimestrales que vamos a ir conociendo próximamente, coincidiendo con el relevo el próximo día 1 de noviembre en la dirección del BCE, nos darán un adelanto de lo que espera al sectorial en España.