En su último informe "Economicwatch", la entidad destaca que en España no existen créditos "subprime" como los de Estados Unidos -que representaban en 2006 el 20% del mercado hipotecario del país- y señala que los productos "muy arriesgados", con tipos de interés crecientes o a muy largo plazo, en España son "marginales".En España, explica, estos productos de riesgo no están "tan extendidos", como las hipotecas cuyo interés se incrementa durante la vida del préstamo -que suponen el 26% del total en EEUU-, o las "Piggy-back mortgages", que se basan en pedir dos o más hipotecas al mismo tiempo y con diferentes condiciones sobre la misma propiedad, y suponen el 40% del total.Además, según el BBVA, las condiciones para la concesión de crédito en España no han sido "tan laxas" como en Estados Unidos e incluso se están endureciendo en la actualidad los créditos para compra de vivienda.Señala, no obstante, que el ciclo de vida económico y los mayores tipos de interés podrían producir un repunte sobre las tasas de morosidad españolas, aunque hasta el momento "este no se aprecia", situación que en Estados Unidos se ha producido de forma "muy acusada".La estructura de los agentes hipotecarios también es diferente en ambos países, ya que en Estados Unidos hay multitud de pequeños agentes locales o brokers que conceden las hipotecas y después las titulizan -convertir los préstamos en bonos para la venta- o las venden para que las gestione otro agente.En España, sin embargo, las instituciones financieras de tipo "Banca Universal" son los principales agentes del mercado. El mecanismo de titulización americano otorga además incentivos a la concesión de hipotecas arriesgadas, ya que incluso los segmentos de emisión mas arriesgados tienen fácil colocación en los mercados, situación que no se da en España, donde el agente que administra la hipoteca es el mismo que el que la origina.Además, el sistema legal estadounidense ofrece menos seguridad al prestamista, ya que no existe un Registro de la Propiedad con eficacia jurídica, y la supervisión es, en general, "más laxa" que en España, donde todas las entidades financieras están sujetas al control del Banco de España.