El rápido desarrollo de la inteligencia artificial está provocando efectos inesperados en el sistema energético de Estados Unidos. Mientras el país avanza (o eso espera) en su transición hacia fuentes más limpias, la realidad operativa de la red eléctrica está obligando a replantear decisiones que parecían definitivas.

Centrales de combustibles fósiles que tenían fecha de cierre están prolongando su vida útil ante una demanda de electricidad que no deja de crecer.

Este giro no responde solo a un cambio ideológico en la era Trump, sino a una necesidad técnica. La expansión de los centros de datos vinculados a la IA, junto con un mayor consumo eléctrico general, ha tensionado las redes regionales.

Garantizar estabilidad, flexibilidad y suministro continuo se ha convertido en una prioridad, incluso si ello implica retrasar la retirada de infraestructuras altamente contaminantes.

La presión sobre la mayor red eléctrica del país

El fenómeno es especialmente visible en el mercado gestionado por PJM Interconnection, el mayor operador de red eléctrica de Estados Unidos. Su área de cobertura abarca trece estados del Atlántico Medio y el Medio Oeste, además del Distrito de Columbia, concentrando una parte clave de la actividad industrial, tecnológica y urbana del país. En este entorno, los márgenes de seguridad del sistema se han reducido notablemente.

Datos procedentes de presentaciones empresariales analizadas por Reuters indican que cerca del 60% de las centrales que utilizan petróleo, gas natural o carbón, y que estaban previstas para retirarse en el corto plazo, han aplazado o cancelado esos planes.

Muchas de estas instalaciones son conocidas como unidades de pico, diseñadas para entrar en funcionamiento únicamente durante momentos de máxima demanda. Sin embargo, lo excepcional se ha convertido en habitual.

Centros de datos y consumo energético estructural

La construcción acelerada de centros de datos para dar soporte a modelos de IA, computación en la nube y servicios digitales ha cambiado la naturaleza del consumo eléctrico. A diferencia de otros usos industriales, estas infraestructuras requieren energía constante, fiable y en grandes volúmenes, sin margen para interrupciones. Esto ha llevado a los operadores a recurrir a toda la capacidad disponible.

La situación ha forzado a replantear calendarios de cierre que se diseñaron bajo supuestos de demanda muy distintos. Hoy, la red necesita potencia firme capaz de responder con rapidez, una característica que muchas centrales fósiles aún ofrecen mejor que otras alternativas.

Esta realidad técnica explica por qué la retirada se está ralentizando, pese a los compromisos climáticos.

Un contexto político y económico favorable a la continuidad

La Administración Trump ha defendido públicamente un enfoque pragmático basado en el uso de todas las fuentes energéticas disponibles para sostener el crecimiento económico.

En este marco, el carbón ha experimentado un repunte inesperado en 2025, impulsado tanto por el encarecimiento del gas natural como por la necesidad de asegurar suministro durante picos de consumo.

La Administración de Información Energética de EEUU ha señalado que el aumento de la producción de carbón responde a varios factores combinados. Entre ellos destacan el retraso en la clausura de centrales, una mayor demanda de calefacción durante los primeros meses del invierno y la volatilidad de los mercados energéticos.

La energía nuclear vuelve al centro del debate

Paralelamente, el Gobierno estadounidense está reforzando otras fuentes capaces de aportar energía base. El Departamento de Energía concedió recientemente un préstamo de 1.000 millones de dólares para facilitar el reinicio del reactor Unidad 1 de Three Mile Island, operado por Constellation Energy. El objetivo es añadir capacidad estable a la red y apoyar el desarrollo tecnológico ligado a la IA.

La energía nuclear aparece así como una de las grandes beneficiadas del nuevo contexto. Su capacidad para generar electricidad de forma continua la convierte en un complemento estratégico tanto para las renovables como para un sistema que necesita reducir emisiones sin comprometer fiabilidad.

Un equilibrio complejo entre transición y realidad operativa

El auge de la inteligencia artificial está acelerando una transformación energética llena de contradicciones. Mientras se refuerzan inversiones en renovables y nuclear, Estados Unidos se ve obligado a mantener activas centrales fósiles para evitar riesgos sistémicos.