Ucrania dinamita las proyecciones y lleva a las economías a los años 70

“La falta de visibilidad que tenemos en el mercado ahora mismo es enorme”, explica Sebastián Velasco, director general de Fidelity International para España y Portugal. Las consecuencias económicas de la invasión rusa de Ucrania posiblemente se prolonguen durante más tiempo si la guerra no termina en el corto plazo. La combinación de estancamiento y elevada inflación ha llegado para quedarse.

Los bancos centrales van a tener que mover ficha a través de subidas de tipos de interés o comunicar si prefieren seguir apoyando el crecimiento y el empleo y no tocar, de momento, el coste del dinero. El mercado descuenta que la Reserva Federal elevará los tipos hasta el 2,5% en los próximos doce meses a través de diez alzas de 25 puntos básicos y que el Banco Central Europeo (BCE) empezará a final de año con dos aumentos. De hecho, el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, abrió la puerta a una política monetaria más "restrictiva" a final de marzo para frenar la inflación. Powell indicó que el banco central dará los "pasos necesarios" para volver a la estabilidad de precios, aunque eso conlleve subir los tipos en más de 25 puntos básicos en alguna ocasión.

La Fed actualizó a final de marzo sus previsiones para este año, subiendo las de inflación del 2,6% al 4,3% y rebajando las de crecimiento del 4% estimado en diciembre al 2,8%. El BCE, por su parte, espera ahora que el PIB de la eurozona crecerá este año un 3,7%, en vez del 4,2% anticipado en diciembre, mientras que en 2023 la expansión del PIB será del 2,8% y sitúa la inflación en el 5,1% en 2022 y en el 2,1% para 2023, cuando en diciembre anticipaba subidas de precios del 3,2% y el 1,8%, respectivamente. 

Los analistas de Wall Street sostienen que hay que volver la vista atrás para fijarse en los años 70 y 80 del siglo XX. Estos años estuvieron marcados en EEUU por la recesión de 1969 y 1982 y un aumento de los precios debido al gasto militar por la guerra de Vietnam y la introducción de programas sociales. Los analistas y fundadores de DataTreak, Nicholas Colas y Jessica Rabe, apuntan en un estudio que pese a la volatilidad y la inflación de esos años, el mercado batió a los precios: entre 1970 y 1982 el IPC avanzó un 159%, el S&P 500 lo hizo un 169%.

El rebote de este final de marzo es una prueba de ello. El mercado no está anestesiado pero descontó al comienzo de la guerra un escenario aún peor. “La bolsa ha estado aterrorizada por tres grandes factores de riesgo: la posibilidad de que la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) entrara en el conflicto, se interrumpiera el suministro de energía y que se pudieran bloquear los circuitos de financiación. Ninguna de estas tres cosas está sucediendo y, por tanto, el mercado respira aliviado y trata de descontar unos precios menos negativos para la economía y las empresas”, comenta Roberto Ruiz-Scholtes, director de estrategia de UBS en España.

La historia más reciente muestra que las bolsas tardan una media de 49 días en recuperarse desde que se inicia un conflicto bélico, tal y recoge un informe del servicio de análisis de Banco Sabadell. De entre las guerras de las últimas décadas, la que más daño ha hecho a los mercados fue la Guerra del Golfo, librada por una fuerza de coalición autorizada por la Organización de Naciones Unidas (ONU) compuesta por 34 países entre agosto de 1990 y febrero contra Irak en respuesta a la invasión y anexión iraquí de Kuwait. El S&P 500 se desplomó un 16,9% y tardó en volver a los niveles previos 189 días.

A esta catástrofe le sigue la crisis de los misiles de Corea del Norte que afectó a los mercados durante 36 días. En el ataque de las Torres Gemelas (11-S) se volvió a los niveles previos en 31 días, durante la guerra de Irak el S&P 500 recuperó sus niveles previos en 21 días, en el caso de los atentados del 11-M llegó a 20 días, 18 días fue lo que le afectó la guerra de Siria y 15 días únicamente cuando se produjeron los atentados en la maratón de Boston y la anexión rusa de la provincia ucraniana de Crimea.

De hecho, en este final de marzo los mercados recuperan casi todo el terreno perdido con la invasión rusa de Ucrania. El IBEX 35 está ya a apenas un 3%, pero otros índices como el FTSE 100 ya está en positivo. Según remarcan los expertos lo más importante, en todo caso, es mantener la calma y no entrar en pánico antes las caídas y la volatilidad que se puede producir en las próximas jornadas, ya que cuando haya visos del final de la guerra se producirá una gran subida como ya sucedió en noviembre de 2020, cuando Pfizer anunció el descubrimiento de la vacuna contra el Covid-19.

Cinco claves que deja la guerra

El conflicto en Europa del este deja algunas derivadas importantes para la economía global, que pueden tener eco en las próximas décadas e influir en las bolsas más allá del corto plazo y del ruido que generan los tanques:

  • Acelera la desglobalización como reacción al empeoramiento de la tensión entre los países de oriente y occidente. Una conclusión que ya dejó el Covid-19 por los cortes en las cadenas de suministro al comienzo de la pandemia y por las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China. “Creará un escenario en el que las compañías contarán con una menor capacidad para optimizar costes de producción, impuestos y niveles de capital, lo que supondrá un viento en contra para los ingresos corporativos”, apunta Christian Rouquerol, director de ventas para Iberia de Tikehau Capital.
  • Las sanciones a Rusia probablemente reforzarán el uso del yuan chino frente al dólar estadounidense y ampliarán el uso de su sistema de pago interbancario en lugar de la plataforma de pagos internacionales SWIFT. Rusia comenzará a exigir el pago de sus envíos de gas natural a los países que considera “hostiles”, como EEUU, Reino Unido y la Unión Europea, en rublos.
  • La guerra de Ucrania supondrá un catalizador de la transición energética de Europa con el objetivo de lograr la independencia frente a productores como Rusia o la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). Las energías renovables suponen la consecución de la soberanía energética a través de tecnologías como la eólica, la solar o el hidrógeno verde. La Península Ibérica y el Magreb son claves en esta transición por su clima con una enorme insolación frente a los países del norte y del centro de Europa. Por otra parte, la energía nuclear no está todavía muerta a pesar de que algunos analistas y expertos ya habían claudicado con esta tecnología. Reino Unido y Francia ya han anunciado sus planes para potenciarla y la Comisión Europea, de hecho, ha etiquetado como verdes las inversiones en energía nuclear y gas.
  • El presupuesto militar y las inversiones en defensa y ciberseguridad van a ser una tendencia en los próximos años, como lo es el gasto en sanidad tras la pandemia. Sólo uno de cada tres países de la OTAN dedica el 2% de su PIB a Defensa: Estados Unidos, Reino Unido, Rumanía, Estonia, Letonia, Polonia, Lituania, Francia, Noruega y Grecia. Se trata de un porcentaje que se pactó alcanzar en la cumbre de Gales de 2014 y una de las reivindicaciones tradicionales de EEUU, el miembro que más fondos destina a este ámbito (3,75%). Washington aporta a la Alianza hasta un 22% del presupuesto total.
  • El incremento de los precios energéticos y de las materias primas agrícolas e industriales supondrá un impacto negativo en la cuenta de resultados de las compañías, especialmente en las electrointensivas y las que necesitan materias primas en sus procesos de producción y que estén muy presentes en las exportaciones de Rusia y Ucrania como el trigo, el maíz, el girasol, la potasa necesaria para fabricar fertilizantes, el paladio, el platino, el aluminio, el níquel, el neón… “Los agricultores se encuentran ahora en una fase crucial de la temporada agrícola y, los cálculos más extremos indican que si no se añade fertilizante al suelo, los cultivos pueden reducirse en un 50% para la próxima cosecha", alerta Mark Lacey, responsable de acciones de recursos naturales de Schroders. “La situación se agravará si los gobiernos de los países más ricos, como los de la UE, empiezan a intervenir en los mercados agrícolas subvencionando los precios de los alimentos para frenar la inflación que sufren sus ciudadanos. Esto podría conducir a un escenario en el que la brecha de disponibilidad de alimentos entre las naciones más ricas y las más pobres se amplíe aún más”, comenta Mark Lacey. Evidentemente, también hay sectores ganadores como las empresas petroleras que con un barril por encima de 100 dólares son muy rentables, tienen capacidad de generar mucha caja y beneficios para acelerar su transición verde. 

Muchas incertidumbres, poca visibilidad para los inversores y todo a la espera de que la guerra no se eternice y acabe generando mayor dolor en Ucrania y malestar social en el resto de países por una inflación que no se veía en Europa y Estados Unidos desde hace cuatro décadas. En bolsa, sin embargo, puede ser uno de esos momentos que, a largo plazo, suponen una oportunidad de entrada tras las caídas que se han dado en marzo.