Las plataformas digitales han protagonizado el fervor inversor y los criterios ESG -Environmental, Social & Corporate Governance- se erigen en los activos de calidad que sostendrá rentabilidades a largo plazo en las carteras de inversión. A estas dos mega-tendencias se une el creciente vigor y entusiasmo social por los mercados de capitales. Es el cóctel que explica, en buena medida, el decalaje entre la reactivación bursátil que ha dejado durante varios meses la Gran Pandemia en relación a los pésimos datos y peores perspectivas de la coyuntura económica global, sumida en una recesión histórica, extraordinaria y galopante y con una incierta fecha de despegue. De igual modo que sostiene y justifica el dinamismo inversor. El boom tecnológico acompaña y empuja, en plena pandemia, el fervor bursátil y los proyectos verdes, de índole social y buena gestión de las corporaciones que han asumido en sus planes estratégicos los principios ESG, están llamados a consolidar rentabilidades futuras. Por supuesto que existen más factores que influyen y moverán los flujos de capitales en las plazas internacionales. El juego geoestratégico en latitudes como Oriente Próximo, el complejo escenario del Brexit o la prolongación de las guerras comerciales instauradas desde la Casa Blanca. También la incertidumbre electoral en EEUU. Pero los efectos de la digitalización, la sostenibilidad y la motivación inversora son los elementos fundamentales que dirigirán la trayectoria de los mercados.
Transformaciones inversoras. Quizás la mayor tendencia socio-económica del comportamiento de los mercados sea la participación activa y creciente de las generaciones Z y millennial en las carteras de capital internacionales. Una presencia activa que ya se detectaba antes de la llegada de la Gran Pandemia. Pero su habilidad para reconducir sus movimientos de inversión se aprecia sobremanera en los meses que han transcurrido desde marzo, con la oficialización del Covid-19 como epidemia global. Su habilidad para recolocar activos ha sido más que considerable y, sobre todo, fulgurante. Jaime Rogozinski, fundador de WallStreetBets, un foro de inversión online, ha certificado una rentable estrategia de inversiones en sawps y mínimas pérdidas. Su perfil público no es muy conocido, pero ha duplicado sus beneficios en bolsa desde 2012. Con las techs como piedra angular de sus operaciones. Otro joven, más en la Generación Z, Anthony Denier, CEO de WeBull, competidor directo de Robinhood, app pionera en comisiones libres, ha amplificado en varias ocasiones su plataforma inversora para hacer frente a la fulgurante petición de clientes. Ambos ejemplos empresariales forman parte de la batalla que se libra desde hace tiempo entre plataformas digitales de inversión. En busca de una mayor demografía de activos y de inversores que apuestan sus cartas mayoritariamente a la industria tecnológica. De forma más amplia, a la innovación, cualesquiera que sea el sector donde se instale con suficiencia.
Los ETF en el centro de las operaciones. Los fondos de inversión cotizados han cobrado especial protagonismo durante la Gran Pandemia. En respuesta a las caídas de rentabilidades de activos tradicionales. Mientras la cotización de los segundos ha experimentado grandes volatilidades y, en general, navegan en aguas bajas, los ETF’s mantienen su fervor inversor en los mercados.
Fran Kinniry, responsable de carteras en construcción de Vanguard Investment Strategy Group, hace hincapié en que su objetivo no sólo en aumentar la participación inversora en sus fondos EFT, sino “ampliar el abanico a cualquier potencial inversor, cada día”. Porque “observamos una clara predisposición a destinar ahorros y capitales”. En su opinión, “es una tendencia cada vez más intensa”. Los ETF’s están entre los productos financieros de más aceptación y mayor grado de crecimiento en 2020. “Hay que aprovechar esta ola y ser creativos en el diseño de los flujos de capitales”, explica Kinniry. Numerosas firmas, como Precidian Investment, planifican activos en ETF que operan como fondos mutualistas; es decir, criterios de gestión profesional bajo el régimen de inversión colectiva que combina el dinero de numerosos clientes e invierte, sobre todo, a través de títulos de valores. Táctica en la que también operan Goldman Sachs, BalcRock, JP Morgan o Fidelity.
Inversiones sostenibles, responsables y sociales. El consenso del mercado defiende inversiones que sean respetuosas con el medioambiente y la sostenibilidad. Es el pilar sobre el que se está asentado el impulso inversor en este ejercicio, dominado por el Covid-19. Las miras telescópicas están situadas sobre los criterios ESG. O, dicho de otro modo, sobre las carteras de capital. De ahí que centren sus análisis en el control de activos de empresas con proyectos fehacientes de neutralidad energética o economía verde, socialmente responsables y con buena gobernanza corporativa. Más de un billón de dólares han fluido en la arquitectura financiera internacional a la búsqueda de estos activos. Es lo que Janine Guillot, CEO de la agencia que fija las normas de contabilidad en este terreno, la Sustainability Accounting Standards Board (SASB), justifica con la misión encomendada a la institución que dirige: “Cedemos al mercado una herramienta para que conozca con precisión dónde se localizan los mejores criterios de capital ESG, porque hila la conexión entre sostenibilidad, adecuados desarrollo financiero y acción social”. A su juicio, es el instrumento estructural idóneo para que los inversores miren con lupa y precisión el estado de las compañías.