Las últimas caídas en las bolsas han reactivado una pregunta recurrente: ¿estamos ante el fin de la tendencia alcista o solo frente a una toma de beneficios tras meses de subidas? La tensión se palpa no solo en la renta variable, sino también en activos tradicionalmente refugio. El oro, que acumula avances superiores al 50% en el año, se ha frenado en seco en las últimas semanas, mientras el bitcoin sufre sin beneficiarse del miedo creciente. Este desconcierto se agrava por las dudas sobre el modelo de negocio de las grandes tecnológicas y el incierto papel que jugarán las energéticas nucleares que alimentarán los centros de datos del futuro.

La contradicción dominante se resume en dos nombres: Warren Buffett y Michael Burry. Mientras el primero amplía posiciones en compañías como Alphabet-A, el segundo aumenta sus apuestas bajistas contra firmas como Palantir o NVIDIA. El choque entre ambas visiones refleja un dilema que divide al mercado: ¿ha llegado la tecnología a un punto de sobrevaloración extrema o sigue apoyada por fundamentales sólidos que justifican nuevas alzas? La cuestión no es trivial, sobre todo en un momento en el que algunos inversores parecen estar trasladándose desde la renta variable hacia la renta fija, aunque otros interpretan los últimos movimientos simplemente como una pausa lógica en un ciclo de subidas casi ininterrumpido.

En el corazón de esta discusión se encuentran las gigantes del S&P 500. Microsoft, Apple y NVIDIA continúan sosteniendo buena parte del impulso de Wall Street, amparadas en las expectativas de próximas bajadas de tipos por parte de la Reserva Federal y en el empuje imparable de la inteligencia artificial. Bank of America sigue confiando en su potencial y considera que aún tienen recorrido, pese a valoraciones históricas. La clave ahora, según los analistas, será comprobar si estos tres gigantes serán capaces de mantener el liderazgo durante la próxima temporada de resultados.

El debate no se limita a la cúspide del mercado tecnológico. Fondos como Tesis Internacional, con un 42% de su cartera en Big Tech, siguen viendo en las grandes corporaciones tecnológicas y digitales un motor de crecimiento sostenido. Su director de inversiones destaca la enorme generación de caja de empresas como Amazon, Alphabet o Microsoft, así como sus ventajas competitivas y su capacidad de seguir aumentando ingresos incluso en segmentos aparentemente maduros. A esa lista suman compañías como Shopify o Salesforce, valores que, pese a correcciones recientes, siguen mostrando modelos de negocio sólidos y con fuerte poder de fijación de precios.

Pero mientras Wall Street vive atrapado entre la euforia tecnológica y el miedo a un desplome, Europa recupera protagonismo. La renta variable europea avanza con más cautela y encuentra apoyo en unas valoraciones mucho más razonables: mientras el PER del mercado estadounidense supera las 22 veces —muy por encima de su media histórica—, el europeo ronda las 14, un nivel más alineado con sus promedios de largo plazo. A este atractivo relativo se suman las revisiones al alza de beneficios y el impacto potencial de los estímulos previstos en Alemania, así como la esperada bajada de tipos en el continente. Todo ello podría desencadenar una rotación que devuelva capital hacia el mercado del Viejo Continente, durante años eclipsado por Wall Street.

En paralelo, los mercados emergentes viven un renacer silencioso. Un dólar debilitándose, unas condiciones financieras más relajadas en Estados Unidos y la expectativa de nuevos estímulos en China están impulsando a los inversores a volver a estas plazas. Para muchos gestores, el momento dorado de los emergentes podría estar reapareciendo, apoyado por una visión más optimista sobre el crecimiento global.

Sin embargo, uno de los movimientos más llamativos del año se ha producido en España. El Ibex 35, tradicionalmente rezagado, se ha convertido en una de las sorpresas del ejercicio. Con una subida acumulada del 38%, el Ibex supera ampliamente la combinación del S&P 500 y el EURO STOXX 50. Entre sus diez valores más alcistas, ninguno sube menos de un 50%, con casos tan extremos como Indra, que avanza un 200%, o Banco Santander, que ha duplicado su capitalización. La pregunta ahora es si aún quedan oportunidades por delante. Analistas como Roberto Moro o Antonio Castelo coinciden en que todavía podría quedar un movimiento importante por venir, aunque difieren sobre su dirección.

Este contexto de incertidumbre, unido a la volatilidad en todos los frentes —desde las tecnológicas hasta los activos refugio—, está impulsando a algunos inversores a explorar alternativas menos convencionales. Entre ellas destacan los bonos estructurados con exposición a materias primas y criptomonedas, una herramienta que gana tracción por ofrecer liquidez, valoración diaria y, en muchos casos, protección total o parcial del capital. Para gestores como David Córdoba, estos instrumentos permiten acceder de forma flexible a activos como oro, bitcoin o ethereum, con mínimos razonables y una integración sencilla en carteras diversificadas.

La sensación que deja el mercado es paradójica: mientras los índices alcanzan nuevos máximos, el miedo crece en paralelo. Las advertencias sobre una posible burbuja en torno a la inteligencia artificial se multiplican, y la caída simultánea del oro y el bitcoin —algo inusual en plena tensión— añade una capa adicional de inquietud. A pesar de ello, las oportunidades siguen emergiendo en rincones inesperados: desde la rotación hacia Europa y los emergentes, hasta la fortaleza de la tecnología o el renovado impulso del Ibex.

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