Todo en España, económicamente hablando, pasa por la terminación -ción. Y todo es negativo, al menos tal y como están las cosas ahora mismo sobre el papel. No se trata de ver el vaso medio lleno o medio vacío, de hacer vaticinios tipo Roubini o de esperar lo peor, aunque luego no se cumpla.
La realidad es que, si tomamos las cosas como son, con un escenario complicado y que puede ponerse incluso algo más sombrío, podremos estar preparados con nuestras inversiones y nuestras decisiones económicas mejor que si no queremos verlo. Ya saben el dicho anglosajón de “espera lo mejor, pero prepárate para lo peor”.
No escuchamos hablar de otra cosa que no sea recesión, ahora de adelantarse al final del ejercicio, primero era en Estados Unidos y ahora global, con la mirada europea puesta en el gas ruso y en su impacto, cual efecto dominó primero en Alemania y después en el resto de sus satélites, es decir, toda la eurozona.
La inflación ahoga ya, más que apretar y la FED ya no puede ser más “hawkish” pensando en los 75 puntos básicos y planteándose los 100 de subida con lo que la profundidad de la caída del consumo y la actividad que viene será considerable.
En España en concreto tenemos de primeras sobre la mesa las últimas estimaciones, que podrán cumplirse o no. De momento la posición del gobierno sigue siendo un crecimiento este año que consideran muy elevado del 4,3% sin más mirada a lo perdido a doble dígito en pandemia e inflación que caerá al 6,5% al cierre del ejercicio.
Seguro que las actualizarán a la baja y al alza respectivamente para PIB e IPC, porque según la Comisión Europea, lo que nos viene, es incluso peor. Hablamos de un crecimiento al 4% pero con inflación del 8,1% al cierre del año en sus previsiones de verano. Un varapalo en toda regla.
Y lo peor llegará, según sus estimaciones en 2023: rebaja el PIB hasta crecer un 2,1%, un Winter is coming que, ríanse ustedes -a pesar de que no es ninguna broma- del de Juego de Tronos. Eso sí con inflación, tras la espada de Damocles, que mejor tarde que nunca, comienza esta misma semana con la subida de tipos del BCE, bajará al 3,4%.
Desde BBVA Research consideran que en 2023 nuestro crecimiento incluso se colocará por debajo del 2%. En concreto en el 1,8% revisado claramente a la baja desde el 3,3% anterior. La razón que arguyen es doble: la escasez de algunas materias primas, gentileza de la larga guerra de Rusia sobre Ucrania y el impacto que tenga su encarecimiento en la inflación. Mejor no irá este año con previsión de PIB del 4,1%.
Por tanto, todo parece indicar que la recesión, en el caso español bien podría ser una indeseada estanflación, porque los niveles de precios que se esperan para el año que viene, sin complicarse más la cosa, por ejemplo, con una nueva vuelta de tuerca de una Rusia del que no salga gas para Europa, una posibilidad cada vez más real, sigue siendo elevados sin crecimiento decidido.
Inflación que en tasa media Funcas coloca en el 8,9% y señalan que bajará en 2023, pero solo hasta un elevado y peligroso 4,8%, la peor previsión de todas en lo que a evolución de los precios se refiere.
Desde la AIReF, la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal, también perfila una inflación de órdago para este año. Del 7,8% con un crecimiento muy pegado al que espera el gobierno, del 4,2% en 2022. Y destaca que no se vislumbra una presión de los salarios negociados en convenio. Es decir que se confirma que seremos más pobres en lo que nos queda de año y en el siguiente, porque nuestro dinero valdrá menos.
En resumen, vamos a crecer menos, aunque no mucho menos este año, pero con una inflación desbocada y no solo en lo referido a la energía. Y el año que viene el aumento del PIB será menor, aunque los precios bajarán, pero todavía con niveles altos. Como decimos, el otoño caliente se dejará de lado para entrar directamente, tras el verano en un invierno que será largo y frío.