Hace ocho años las calles de Washington eran una fiesta. La llegada al poder del primer presidente negro de Estados Unidos, que venía aupado por un discurso de esperanza –el famoso “Yes, we can”- eran vista como una puerta abierta a la esperanza. Aparecía en los momentos más duros de la crisis financiera que había estallado unos meses antes con la quiebra de Lehman Brothers. La toma de posesión de Donald Trump no se ha parecido en ningún momento a la de Obama; ni un solo mensaje de concordia y apertura a la humanidad. Donald Trump ha hablado de América, -sólo de América-, a la que quiere hacer más grande y más rica y ha incidido en lo que había repetido hasta la extenuación en su campaña. A partir de ahora América está primero, “América First”, el resto del mundo debe esperar y ver.
Primer discurso de toma de posesión de Obama en 2009
La ceremonia de Trump ha estado enturbiada por las decenas de manifestaciones en contra del nuevo presidente. Su llegada ha estado deslucida por las histriónicas declaraciones que el magnate de la construcción ha hecho en los últimos meses, por su relación con la vecina México o China y, sobre todo, por su afinidad con el rival desde la Guerra Fría, Rusia.
En lo económico su victoria trajo consigo esperanza a los mercados, aunque unas semanas antes se vaticinaba el “Trumpgeddon”. Sin embargo, sus políticas –dicen los expertos- va a traer consigo inflación y crecimiento gracias a todas las medidas que ha propuesto. Entre otras, bajada de impuestos tanto a las empresas como a familias, la inversión de 500.000 millones de dólares en los cuatro años de mandato que aún le quedan por delante. De su programa económico eso es lo que más claro ha dejado durante su discurso. Eso y una oda al proteccionismo.
Índices americanos desde la victoria de Trump
Nada más pisar la tribuna desde la que ha realizado la alocución al público que estaba allí presente Trump lo ha dejado claro: “hoy no solo estamos transfiriendo el poder de un gobierno a otro, estamos transfiriendo el poder de Washington dC y lo estamos devolviendo al pueblo. Durante demasiado tiempo la capital de nuestra nación se han quedado con nuestra riqueza, pero el pueblo no las compartía. Los puestos de trabajo se iban, y las fábricas cerraban. El establishment se protegía a él mismo, pero no a los ciudadanos”.
Tan claro tiene Donald Trump lo importante que ha sido este cambio de administración que ha continuado diciendo que “el 20 de enero de 2017 será recordado como el día en el que el pueblo volvió a controlar el gobierno”. Atención a los navegantes europeos que este año se enfrentan a varias (complicadas) elecciones con los partidos populistas llamando a golpes a sus puertas.
Para el 45 presidente del país más rico del mundo, las prioridades están claras: “madres e hijos atrapados en la pobreza, fábricas cerradas en todo el paisaje de nuestra nación, un sistema educativo lleno de dinero que abandona a nuestros jóvenes y los deja sin conocimientos. Todo esto acaba aquí y ahora”.
En el discurso ha enfatizado que “una a una han ido cerrado las fábricas de nuestro país y han dejado nuestras tierras, sin pensar en los millones de trabajadores que se quedaba atrás. La riqueza de nuestra clase media se ha ido de nuestros hogares y se ha distribuido en todo el mundo. Eso es el pasado y ahora miramos al futuro”.
Como no podía ser de otra manera, Donald Trump ha hablado de proteccionismo. “Desde este día una nueva visión gobierna nuestra tierra. A partir de ahora solo será EEUU, “America first”. Todas las decisiones sobre comercio, impuestos… se harán para beneficiar a los estadounidenses. Tenemos que proteger nuestras fronteras de otros países”.
Infraestructuras
En su opinión, el proteccionismo conllevará más prosperidad y fortaleza. El constructor ha vuelto a repetir cuál será el pilar de su política económica. Ha dicho que “durante muchos años hemos gastado billones en el extranjero, mientras que las infraestructuras de este país se venían abajo”. El magnate ha reiterado que “vamos a construir nuevas carreteras, aeropuertos, túneles y ferrocarriles por todo el país. Haremos que nuestros ciudadanos pongan a trabajar para construir nuestro país con mano de obra estadounidense”.
Desde luego ha sido un discurso que no ha variado un ápice con respecto a lo que ha ido diciendo durante la campaña electoral. Lo que queda ahora, desde un punto de vista económico, es saber cómo concreta cada una de esas promesas y qué impacto tiene en el crecimiento finalmente.
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