Después del fuerte repunte del Ibex 35 en 2025, impulsado principalmente por el sector bancario, ¿qué escenario ves más probable para 2026: una etapa de consolidación o la continuidad de la tendencia alcista?
Nosotros trabajamos el mercado desde un enfoque claramente tendencial. Partimos de la premisa de que es más probable que una tendencia vigente se mantenga en el tiempo que asistir a un cambio repentino en el sentimiento de los inversores. Por tanto, cuando nos encontramos en un entorno de fuerte sentimiento alcista, anclado tanto en el medio como en el largo plazo, entendemos que lo más probable es que esa inercia positiva de compra continúe en el tiempo. Bajo este planteamiento, consideramos que esa presión alcista puede mantenerse durante gran parte de 2026, especialmente en su tramo inicial. Además, esta fortaleza no se limita únicamente al mercado español, sino que se observa también en el mercado europeo y en el norteamericano, lo que refuerza la idea de que estamos ante una tendencia sólida y generalizada. Ir en contra de esa tendencia, además de no formar parte de nuestra metodología, no creemos que sea lo más adecuado. Evidentemente, nada es eterno y no podemos saber cuándo se producirá un cambio en el sentimiento del inversor. Precisamente por eso, en lugar de intentar adivinar el futuro, lo que hacemos desde el análisis técnico y la lectura del precio es definir distintos escenarios basados en niveles claros de soporte y resistencia.
En el caso del IBEX 35, el sentimiento alcista seguirá plenamente vigente mientras no veamos, como mínimo, cierres semanales por debajo de la zona de los 15.720 puntos aproximadamente, que corresponden a los mínimos de noviembre; no estamos hablando de niveles extraordinariamente alejados, pero el mercado está tan fuerte y en máximos que cualquier soporte cercano supone ya una distancia relevante en términos porcentuales. Un papel clave en esta fortaleza lo juega el sector bancario español, uno de los principales protagonistas del comportamiento del Ibex 35; es un sector con una elevada ponderación y que se encuentra en máximos anuales e incluso históricos y, a nivel técnico, no vemos de momento argumentos sólidos que apunten a un cambio de sentimiento. Es cierto que existe sobrecompra, algo totalmente lógico después de subidas muy intensas, especialmente en el último tramo del año. Eso se refleja en los indicadores de momento, pero es importante matizar que un oscilador como el MACD no es una señal directa de inversión, sino una señal de alerta. Es comparable a un "testigo de presión del neumático": permite seguir avanzando, pero obliga a vigilar. El precio, que es la variable principal que seguimos, continúa marcando nuevos máximos. Mientras esto sea así, no tiene sentido llevar la contraria al mercado. En este contexto, mientras el sector bancario español se mantenga por encima de la zona de los 1.060–1.070 puntos, no apreciamos riesgos relevantes ni para el sector ni para la composición del Ibex 35.
Por tanto, entendemos que los riesgos permanecen acotados en este tramo final de 2025 y que la tendencia alcista de medio y largo plazo seguirá vigente. Nuestra actitud, en consecuencia, debe seguir siendo claramente tendencial y alineada con la fortaleza del mercado.
La banca ha sido la gran protagonista de la Bolsa española en 2025 y muchos inversores se preguntan si esta tendencia puede mantenerse. Hablas de “testigos encendidos” por niveles de sobrecompra. ¿Hay alguno de los seis bancos del Ibex 35 que debamos vigilar más que otros?
La estructura de los bancos españoles es muy similar en todos los casos. La correlación entre ellos es muy elevada debido al tipo de negocio que desarrollan; siempre puede haber matices o pequeñas diferencias, pero a nivel de precios la estructura es prácticamente la misma en todos: una tendencia muy fuerte, con una presión compradora elevada que genera lecturas de sobrecompra. Ese “testigo” está activado, pero no implica que tengamos que "parar el coche". Es una señal de vigilancia, no una señal de problema grave.
Por tanto, entendemos que el mercado se encuentra en un buen estado de salud en lo que respecta al sentimiento de los inversores, algo que se refleja claramente en los precios de cotización. Y esto no ocurre solo en el sector bancario español, sino también en el sector bancario europeo, que sigue marcando nuevos máximos anuales e históricos, con lecturas de sobrecompra muy elevadas. Mientras el precio no perfore la zona de anteriores techos, ahora convertidos en soportes, que se sitúan aproximadamente entre los 315 - 310,8 puntos, no existe justificación técnica para pensar en el inicio de una corrección terciaria o de corto plazo. Y, en cualquier caso, una corrección de ese tipo no sería problemática, ya que permitiría precisamente aliviar esas lecturas de sobrecompra.
En consecuencia, a medio y largo plazo la estructura de los bancos del Ibex sigue siendo claramente alcista y debemos mantener una actitud constructiva respecto al mercado mientras no aparezcan señales que indiquen lo contrario.
Los máximos históricos también predominan en Wall Street, pero en las últimas sesiones el Nasdaq ha mostrado mayor debilidad. ¿Observas divergencias técnicas entre el S&P 500 y el Nasdaq que puedan anticipar una rotación sectorial?
A muy corto plazo, en las últimas semanas sí se observan ligeras señales que apuntan a cierto estancamiento en la evolución de los precios de la tecnología norteamericana. Ahora bien, hasta qué punto esto puede ser una señal anticipada de una rotación sectorial relevante es algo que resulta difícil de determinar en estos momentos, especialmente cuando todo lo relacionado con la inteligencia artificial (IA) se encuentra en pleno auge. Las expectativas del mercado siguen teniendo a la IA como uno de sus principales pilares. Si ese pilar llegara a fallar, el impacto sería generalizado, por lo que, por el bien del mercado, lo razonable es que esas divergencias no vayan a más. De momento, a nivel técnico, estos movimientos entran dentro de la normalidad. Venimos de lecturas claras de sobrecompra y de movimientos muy intensos desde los mínimos de abril. La recuperación del mercado ha sido muy fuerte tras los episodios iniciales relacionados con los aranceles de Trump.
En el caso del Nasdaq 100, en gráfico semanal, mientras no veamos una perforación de la zona de los 23.850 puntos, que son los primeros soportes relevantes a vigilar, no habrá nada especialmente destacable desde el punto de vista técnico. Podríamos asistir a alguna corrección puntual en el sector tecnológico, pero incluso en ese escenario no lo veríamos como algo negativo. La fortaleza que estamos observando es generalizada en las distintas bolsas y mercados. Da igual dónde miremos: prácticamente todo ha subido con mucha intensidad. En ese contexto, es normal que la situación técnica refleje niveles elevados de sobrecompra. Mientras esto sea así, debemos seguir priorizando el mantenimiento de la estructura alcista. De hecho, las correcciones que permitan aliviar o purgar esos excesos de sobrecompra, lejos de ser negativas, deben interpretarse como algo positivo. Permiten sanear y dar oxígeno a una estructura claramente alcista, además de encajar con un sentimiento de mercado que sigue estando fuertemente anclado en la estrategia de comprar las caídas. Incluso si se produjera una perforación de los 23.850 puntos, a priori no debería ser algo especialmente problemático, salvo que apareciera un catalizador de mayor gravedad.
En los dos últimos meses la cartera tendencial de Ei ha rotado prácticamente en su totalidad: han salido Ecolab, Take-Two, Infineon, CIE Automotive, Airbus y Enagás, y han entrado ENGIE, ASML, Estée Lauder, Indra e Inditex, que junto a 3M y Goldman Sachs conforman actualmente la cartera de Ei, dejando un 30% en liquidez. ¿A qué responden estos movimientos? ¿Reflejan una apuesta por una estrategia más diversificada y defensiva en el contexto actual de mercado?
La gestión de la cartera tendencial se basa fundamentalmente en dos variables. La primera de ellas es el coeficiente beta, que nos permite definir el perfil de riesgo que queremos asignar a la cartera. De forma esquemática, un coeficiente beta inferior a uno implica un perfil más defensivo, con menor volatilidad pero también con un menor potencial de retorno; un coeficiente beta igual a uno supone una evolución similar a la del mercado; y un coeficiente beta superior a uno indica un posicionamiento más agresivo, con mayor expectativa de rentabilidad, pero asumiendo más volatilidad. Actualmente, el perfil de la cartera se sitúa en un coeficiente beta cercano a uno, es decir, en una posición neutral. El motivo es que nos encontramos en un entorno que consideramos interesante: con bases favorables para que el mercado continúe avanzando, pero también con riesgos relevantes. En este contexto de incertidumbre, optamos por mantener ese perfil neutral. Si el mercado continúa fuerte, la cartera acompañará su evolución; si la situación empeora, con correcciones más intensas o con cambios relevantes en los factores macroeconómicos, este perfil de riesgo se ajustará en consecuencia.
La segunda variable clave es la fortaleza tendencial del mercado, que se mide a través de una escala que va desde muy débil hasta muy fuerte. Esta clasificación no es subjetiva, sino que viene determinada por el propio mercado, en este caso por el S&P 500. Para un inversor tendencial tiene sentido acompañar al mercado: si el mercado está fuerte, debemos estar expuestos; si está débil, reducir esa exposición. No tendría coherencia mantener una elevada liquidez cuando el mercado es fuerte solo por una visión macroeconómica negativa, ni tampoco forzar una alta exposición cuando el mercado es débil bajo el argumento de que los precios están baratos. En estos momentos, el S&P 500 se encuentra en una fase de fortaleza muy elevada según nuestros indicadores, lo que implica que el nivel de exposición objetivo de la cartera debería situarse entre el 80% y el 100%. Actualmente estamos en torno al 70%, por debajo de esa horquilla, debido a una situación puntual derivada de la ejecución de un stop loss en una de las estrategias. No obstante, tenemos ya dos estrategias en vigilancia muy próximas a incorporarse a la cartera, lo que elevaría la exposición hasta aproximadamente el 90%.
Por tanto, más allá de las entradas y salidas concretas de valores, lo verdaderamente relevante es el posicionamiento global de la cartera: dónde queremos estar en función del mercado, del sentimiento y del coeficiente beta agregado. La operativa puede generar ajustes puntuales en el grado de exposición, pero siempre con el objetivo de alinearnos con la tendencia del mercado y con el perfil de riesgo que marca nuestro sistema.
¿Qué activo te parece ahora mismo el mejor termómetro técnico para medir el estado del mercado?
Si tuviera que elegir, más que uno me quedaría con dos activos. El primero, sin duda, es el Oro. Que el oro se encuentre en los niveles actuales, después del fortísimo movimiento que viene desarrollando desde 2023, no es casual. Ahí está ocurriendo algo evidente. Existen distintas explicaciones: desde la fuerte demanda por parte de bancos centrales (especialmente asiáticos), hasta una creciente desconfianza hacia las monedas fiat. Al final, cuando hay estados muy endeudados y niveles de inflación que no terminan de estar plenamente controlados, los inversores buscan activos reales y refugio, y el oro cumple perfectamente esa función. Por tanto, es un termómetro que nos está indicando que la situación actual es, como mínimo, particular.
El segundo activo clave es la parte larga de la curva de tipos, que podemos representar, por ejemplo, a través del precio del bono estadounidense a 10 años. Es una zona de la curva sobre la que los bancos centrales, incluida la Reserva Federal, tienen un margen de actuación muy limitado. El mercado no termina de creerse los mensajes de la propia Fed y está exigiendo mayores rendimientos. Estamos viendo cómo los bonos a largo plazo, no solo en Estados Unidos, sino también en Alemania, Japón o Reino Unido, están registrando subidas relevantes en sus rentabilidades. Esto supone un problema, especialmente para estados muy endeudados y con déficits fiscales elevados, ya que incrementa de forma significativa los costes de financiación. En el caso concreto del bono estadounidense a 10 años, y hablando en términos de precio, la pérdida del soporte en la zona de los 112,11 puntos podría dar lugar a nuevas caídas en el precio y, por tanto, a un aumento adicional de la rentabilidad, acompañando así al comportamiento de los tramos más largos de la curva.
Tanto el oro como el mercado de bonos, al margen de la renta variable, están enviando un mensaje claro: la situación no es tan boyante como podría parecer a simple vista con las bolsas marcando máximos. Este es precisamente uno de los motivos por los que no adoptamos un coeficiente beta superior a uno en la gestión de la cartera. Es cierto que la tendencia del mercado es fuerte y que lo más probable es que continúe, pero también somos conscientes de que no es eterna. En algún momento llegará una pausa, una reversión o un cambio de sentimiento. Por eso, desde una perspectiva de gestión del riesgo y con una visión más macroeconómica y fundamental, vigilamos muy de cerca estos activos, ya que cuando alguno de ellos rompe soportes relevantes nos está diciendo claramente que hay algo que no termina de encajar en el escenario actual.

