La Central Sindical Independiente y de Funcionarios (CSIF) ha instado este lunes al Ministerio de Trabajo y Economía Social a incorporar con carácter inmediato el síndrome del 'burnout' o del 'trabajador quemado' en el cuadro de enfermedades profesionales en los términos acordados por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

El sindicato recuerda que el pasado 1 de enero de 2022 entró en vigor la última revisión de la Clasificación Internacional de Enfermedades, que implica considerar el síndrome del desgaste profesional como un problema relacionado con el trabajo, frente a la situación anterior, que lo catalogaba dentro de los "problemas relacionados con la dificultad en el control de la vida".

Así, con la nueva clasificación, el 'burnout' forma parte de los factores que influyen en el estado de salud o el contacto con los servicios de salud dentro de la subcategoría de "problemas asociados con el empleo y el desempleo".

CSIF ha remitido una carta a la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, en la que pide que se reconozca de manera inmediata esta patología, tal y como dictaminó el 25 de mayo de 2019 la OMS, que dio un plazo de 18 meses para adecuar a la legislación de cada país dicho reconocimiento e incorporarlo al cuadro de enfermedades profesionales.

En este sentido, la organización que preside Miguel Borra recuerda a Díaz que lleva un retraso de más de un año para adaptar a las normas españolas la decisión de la OMS.

Según la Fundación Europea de Mejora de las Condiciones de Vida y de Trabajo (Eurofound), uno de cada cinco trabajadores sufre el síndrome de 'burnout' en Europa, y de acuerdo con la 'Guía del Mercado Laboral 2022', el 43% de los profesionales españoles tienen cierta sensación de agotamiento o fatiga laboral, sensación que ha aumentado con la pandemia.

El síndrome del 'burnout' afecta al trabajador mediante un agotamiento emocional, físico y psicológico y es básicamente consecuencia de la exposición a unas condiciones organizativas "nocivas", expone CSIF, que señala que es muy común encontrarlo en profesiones con grandes responsabilidades y alto nivel de interacción con los usuarios, tales como la sanidad, la docencia o la seguridad.

Entre sus consecuencias más significativas destaca el gran desgaste emocional, la despersonalización del trabajador y el autohostigamiento, que se manifiesta en la pérdida de confianza en las propias capacidades.

"El Gobierno sigue sin dar a esta enfermedad el reconocimiento que merece y que establece la OMS a pesar del grave impacto psicológico sufrido por numerosos profesionales en esta pandemia y los elevados índices de bajas laborales por estrés en nuestro país. Tras 26 años desde la aprobación de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales siguen siendo los riesgos psicosociales la asignatura pendiente, tanto en su evaluación como en su intervención en los centros de trabajo", denuncia el sindicato.