La confusión entre alergias e intolerancias alimentarias es cada vez más frecuente. Aunque a menudo se usan como sinónimos, implican mecanismos muy diferentes y requieren abordajes específicos. Como explica Yaraseth del Castillo Ortega, nutricionista del Health Center Quirónprevención, “distinguirlas es fundamental para evitar riesgos innecesarios, pero también para no caer en dietas restrictivas que pueden perjudicar la salud”.
Alergia o intolerancia: no reaccionan igual en el organismo
La diferencia principal está en el sistema implicado en cada reacción. Según del Castillo, “la alergia alimentaria implica una respuesta del sistema inmunitario, que identifica un alimento como una amenaza y desencadena síntomas rápidos y potencialmente graves”.
Por el contrario, “la intolerancia se debe a una dificultad del aparato digestivo para digerir o absorber un alimento o uno de sus componentes, sin participación del sistema inmune”. En muchos casos, esta dificultad se relaciona con déficits enzimáticos o con la mala absorción de ciertos carbohidratos.
Por otro lado, las alergias pueden desencadenarse incluso con cantidades mínimas del alimento. La especialista de Quirónprevención advierte: “En algunos pacientes, basta el contacto o incluso el olor del alimento para provocar una reacción”. Estas pueden ir desde urticaria hasta anafilaxia. Las intolerancias, en cambio, generan síntomas molestos pero no mortales, cuya intensidad sí depende de la dosis ingerida.
Los síntomas que ayudan a distinguirlas
Las manifestaciones de una alergia suelen aparecer en menos de dos horas y pueden incluir urticaria, vómitos, diarrea, dificultad para respirar o, en casos graves, shock anafiláctico. Sin embargo, las intolerancias originan sobre todo molestias digestivas más tardías, como hinchazón, gases o dolor abdominal. Además, “detectar una intolerancia puede ser más complicado porque los síntomas pueden tardar horas en aparecer o presentarse de manera intermitente” añade Del Castillo.
Confundir ambas reacciones es frecuente. Entre los errores más comunes, la nutricionista señala:
- Creer que toda reacción inmediata es alergia
- Pensar que los síntomas digestivos siempre son intolerancia
- Olvidar que las intolerancias dependen de la dosis y las alergias no.
- Atribuir síntomas respiratorios o cutáneos a intolerancias
- Asumir que ambas tienen el mismo nivel de riesgo
“Las alergias pueden ser mortales; las intolerancias, no”, resume.
Qué pruebas funcionan y cuáles no
El diagnóstico debe realizarse siempre con pruebas validadas. Para detectar alergias, las más fiables son las pruebas cutáneas, análisis de anticuerpos en sangre o pruebas de exposición oral bajo supervisión.
Para intolerancias, Del Castillo destaca:
- Test de aliento para lactosa, fructosa o sorbitol
- Prueba de tolerancia a la lactosa
- Análisis de sangre
- Dietas de eliminación con reintroducción controlada
- Pruebas genéticas específicas
La nutricionista advierte sobre el uso de test no validados y es que el consejo es claro, acudir a un especialista siempre que aparezcan síntomas recurrentes tras ingerir un alimento. Del Castillo insiste en evitar la autoprescripción dietética: “Eliminar alimentos por cuenta propia puede causar deficiencias nutricionales, es importante una evaluación profesional”.
¿Pueden aparecer de adultos? ¿Cómo convivir con un diagnóstico?
Sí, asegura la experta. Tanto alergias como intolerancias pueden desarrollarse en cualquier momento de la vida. “Factores como cambios hormonales, alteraciones en la microbiota, estrés o ciertos medicamentos pueden desencadenarlas en la edad adulta”.
La seguridad alimentaria es clave para quienes conviven con estos problemas. Entre las recomendaciones: leer etiquetas cuidadosamente, evitar la contaminación cruzada, preguntar por alérgenos al comer fuera y llevar la medicación prescrita en caso de alergias graves.
Si hablamos de intolerancias, las medidas dependen del umbral de sensibilidad. “Hay personas que toleran pequeñas cantidades y otras que reaccionan incluso a trazas”, recuerda.
