Fue en 2009, dos años después del inicio de la ya conocida como Gran Recesión, en la que saltaron por los aires buena parte de los esquemas del sector financiero (y de la confianza depositada en él), cuando un desarrollador o un grupo de programadores (no está claro el origen) bajo el nombre de Satoshi Nakamoto lanzaron bitcoin, la primera criptodivisa, que se puede emplear como euros o dólares en el pago de bienes y servicios, pero no es emitida por ninguna autoridad monetaria.

Superando ciertos ‘tropiezos’ en forma de varios escándalos por estafa, la moneda digital logró superar sus primeros años de vida, hasta que en 2013 inició una importante escalada que ha cristalizado este 2017 con la superación de los 3.000 dólares de valoración. Y es que, con menos de una década de vida su valor de mercado ha llegado ya a superar los 50.000 millones de dólares, con más de 16 millones en circulación.

Es más, bajo su ‘cobijo’, han ‘florecido’ (y no se descarta que la superen), decenas de otras criptodivisas, como Ethereum, Ripple, Litecoin o Dogecoin, entre otras. La ‘alumna’ más aventajada es la primera, que este año ha logrado ganar más de un 5.000%, superando los 400 dólares, que contrastan con los casi 8 con los que arrancaba el ejercicio. Su capitalización se sitúa por encima de los 28.000 millones de dólares, y ya hay más de 93 millones en circulación.

El avance de estas monedas, como el de la imparable digitalización, es innegable, sin embargo, los expertos recomiendan contextualizarlo y, sobre todo, no perder de vista la volatilidad, y los riesgos asociados a ella, a la que están sujetas. Pues igual que se revalorizan a doble dígito, también se hunden…

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¿Qué hay detrás sus bruscos movimientos?

Así, Manuel Ortiz-Olave, jefe de analistas para España de Monex Europe, explica que para entender los factores detrás del rally del bitcoin en lo que llevamos de 2017, “ayuda echar la vista atrás y ver las fluctuaciones de la criptodivisa en 2013”, cuando experimentó primer gran repunte. Así, rememora, “tras el corralito de Chipre de ese año, dio un salto de alrededor desde los 125 dólares hasta los 1.137; un 800% en menos de dos meses. Este repunte, en términos relativos, fue muchísimo más significativo que actual”.

Con esto en mente, destaca asimismo el “contexto de una guerra de divisas global en la que los gobiernos de  prácticamente todos los países desarrollados llevan una década inmersos en políticas monetarias expansivas, con tipos incluso negativos. Los ahorros de las personas y familias están a disposición de los bancos centrales (…) y están sufriendo una merma de su poder adquisitivo presente y futuro”. Así, las monedas digitales ofrecen “la primera gran vía de escape”.

Por su parte, Raúl Álvaro Díez, ejecutivo de ventas de Ibroker, añadía en una reciente entrevista con Estrategias de inversión, que “bitcoin es una herramienta utilizada para la fuga de capitales y en países como China, donde el Gobierno pone bastantes cortapisas, la demanda es mayor, y, si nos fijamos, la debilidad del yuan va siempre unida a la fortaleza de la criptodivisa”. Además, señalaba, “ha recibido un gran espaldarazo desde Japón, después de que las autoridades niponas lo hayan autorizado como una divisa oficial. Y esto es para todas estas monedas. De hecho, Rusia podría unirse en 2018, con lo cual estamos viendo que no es una moda”.

Finalmente, subraya que “los gestores lo tienen ya como un activo muy atractivo para cubrir sus carteras por su escasa correlación con los activos tradicionales”; mientras se habla de crear un ETF: “Que esté regulado traerá mayor seguridad al inversor y un mayor flujo de capitales, lo que no sabemos es si luego seguirá siendo lo mismo”.

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Refugio seguro o burbuja, esa es la cuestión

Más allá de que el entorno favorezca su florecimiento, de su utilidad y de su normalización, lo cierto es que en mercado, al que aún le duelen las heridas de los excesos del pasado, miran con cierto escepticismo, incluso temor, las fuertes oscilaciones de estos activos. Y, como no podía ser de otra manera, surge la eterna cuestión de si estamos ante una burbuja, al tiempo que se destaca su papel como refugio seguro en este mundo de tipos cero…

Para Díez, “el bitcoin siempre se mueve igual”, con excesos. Cree que tiene potencial, pero eso sí, es una inversión “con mucha volatilidad.”, sólo apta para “quien le gusten las curvas”.

Mientras, Ortiz-Olave cree que la situación actual de la criptodivisa tiene “aspecto de burbuja más que de activo de conservación de valor”. Se mueve, afirma, “de forma extremadamente especulativo” y la poca madurez de este mercado ‘podría derivar en el clásico sentimiento de esta vez es diferente’, pero no es la primera, ni la última vez, que hemos visto un activo fluctuar de esta manera, con consecuencias graves después”. Con todo, no descarta que en el futuro pueda convertirse en activo seguro, “para ello primero tendremos que ver cómo reaccionan los gobiernos, negocios y consumidores”.

De hecho, desde Saxo Bank no consideran “descabellado que alcance los 100.000 dólares en 10 años. Su estratega global-macro, Kay Van-Petersen, cree que “en el futuro terminaremos teniendo una criptomoneda como divisa de reserva mundial. Es difícil decir si será el bitcoin, pero tiene la fuerza y el respaldo que les falta a muchas otras”.

Y es que, puede que “los volúmenes de negociación de las divisas digitales podrían pasar de los actuales 570 millones de dólares, a 500.000 millones y a un billón de dólares (frente a los más de cinco billones de dólares que negocian los mercados de divisas tradicionales diariamente). Las criptomonedas están aquí para quedarse, todavía son muy jóvenes y desconocidas, pero no son una moda pasajera”, concluye.

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Al mismo tiempo, Garrick Hileman, historiador de Economía de la Universidad de Cambridge y de la London School of Economics, no ve que el interés “en bitcoin (ni en las criptodivisas en general) se apague en los próximos dos años. Y puedo imaginar escenarios en los que crecen mucho más allá de los niveles actuales en términos de valor y uso (…) si atendemos al panorama macroeconómico global, las preocupaciones en torno a la privacidad y el creciente interés en la abolición del efectivo, el auge de la economía del Internet de las cosas y otros factores, no debe sorprendernos que su popularidad siga creciendo”.

Menos positivos con las divisas digitales se muestran desde Julius Baer, pues en un reciente estudio sobre blockchain (el sistema de codificación de la información que hay tras bitcoin, pero que la ha superado ante la cantidad de aplicaciones que permite en otras áreas más allá de las transacciones financieras), se mostraban tajantes al afirmar que “no recomendamos posiciones largo en ninguna de las grandes criptodivisas, pues son fácilmente reemplazables por alternativas más estables y sufren de una gobernabilidad caótica”.

Con todo, se reconocían “menos negativos en ethereum, dada la popularidad del protocolo con instituciones establecidas (debido a sus capacidades de ‘contrato inteligente’), pero seguimos siendo escépticos tanto en su gobernabilidad, como en la escalabilidad y estabilidad de la misma”. Creen que “cualquier posicionamiento que incluya criptomonedas es altamente especulativo e implica un horizonte temporal de corto plazo”. 

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