Aunque Merrill dista de ser la única firma en aprietos, una mirada a cómo terminó metida en este problema y sus fallidos intentos por recuperarse muestran por qué la contracción del crédito está resultando tan profunda y persistente. Merrill continuó creando agresivamente nuevos valores hipotecarios pese a que se había convertido en una práctica arriesgada. Entre los ansiosos por saber qué salió mal está la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos, la cual investiga si Merrill y otras firmas deberían haber advertido a los inversores con mayor antelación sobre el desplome del negocio hipotecario del año pasado. Según publica The Wall Street Jorunal, cuando el sector inmobiliario de Estados Unidos tuvo su auge esta década, Merrill se benefició al transformar bonos respaldados por hipotecas en valores complejos. Al principio, estaba bien protegida del riesgo crediticio. La seguridad comenzó a desvanecerse en los primeros meses de 2006, pero Merrill siguió apostando. Cuando las fisuras en los mercados inmobiliario e hipotecario se profundizaban, a principios de 2007, Merrill dejó pasar otra oportunidad para reducir su inversión. De hecho, incrementó su producción de complejos valores de deuda (pese a la escasez de compradores), en lo que terminó siendo un esfuerzo fallido por limitar sus pérdidas. La estrategia dejó a Merrill muy expuesta a los valores hipotecarios, cuyas excelentes calificaciones de crédito proveyeron escasa protección cuando los inversores huyeron despavoridos. Entonces, Merrill tomó otra fatídica decisión: trató de cubrir parte de su gigantesco riesgo hipotecario a través de aseguradoras de bonos cuya fortaleza era cuestionable.