El FMI, que en medio de la crisis global se ha convertido rápidamente en un actor principal en los planes de rescate financiero en todo el mundo, está sugiriendo una coordinación más estrecha entre los gobiernos a través de un "código común de conducta" que delinearía cómo y cuándo los gobiernos deben intervenir en firmas en problemas,
y cómo compartir las pérdidas de grandes instituciones financieras que operan en varios países.

Las propuestas están diseñadas para influir en los resultados de una cumbre de líderes del G-20 , programada para el 2 de abril en Londres. Una cumbre en noviembre produjo una serie de planes, pero dado que Estados Unidos estaba representado por un presidente saliente, se tradujo en pocas medidas concretas para manejar la crisis. El G-20 incluye a los países industrializados más ricos, así como China, India, Brasil, Sudáfrica y otros países en desarrollo.

Las propuestas del FMI se concentrarían en los fondos de cobertura y otras instituciones financieras que han evitado la publicidad y la fiscalización externa como han sugerido los países europeos. Pero limitan el número de instituciones que se empiezan a regular a partir de ahora a las que ofrecen "riesgos sistémicos", en un esfuerzo por aplacar las objeciones de EE.UU.

Las firmas económicamente menos significativas serían reguladas de manera menos estricta. Esencialmente, sólo serían obligadas a ser más transparentes respecto a sus actividades financieras, recomendó el FMI.

"Necesitamos regular mejor el riesgo sistémico, pero al mismo tiempo evitar la sobrerregulación", dijo Jaime Caruana, el principal funcionario para el sector bancario de la entidad.

El papel central del FMI representa un giro para la institución que hace tan sólo nueve meses era considerada irrelevante porque pocos países necesitaban sus préstamos o querían su asesoría económica. Desde mediados del año pasado, el organismo ha provisto préstamos de emergencia a Pakistán, Islandia, Hungría, Ucrania y Lituania, entre otros. La Unión Europea ha delegado al FMI la misión de impulsar las economías en deterioro de Europa del Este. Si sus propuestas regulatorias son aceptadas, podría terminar ejerciendo también un rol de supervisión.

El gobierno de Barack Obama está diseñando sus nuevas políticas, que probablemente serán presentadas en una cumbre de ministros de Finanzas el 13 de abril en Londres. Desde fines del año pasado, EE.UU. y Europa han discrepado sobre varios asuntos, incluyendo cuánto estímulo dar a sus economías locales, postura en la que EE.UU. ha apoyado un enfoque mucho más agresivo. Otro tema controversial es la regulación de los fondos de cobertura y las firmas de capital privado. Alemania y Francia piden una mayor regulación que EE.UU. El Reino Unido, que este año preside el G-20, suele alinearse con EE.UU.

La combinación del declive económico y la elección del presidente Obama, que tiene una postura más favorable respecto a la regulación que su predecesor republicano, ha disminuido las diferencias. En una conferencia de prensa en Washington con el primer ministro británico, Gordon Brown, Obama dijo que habían discutido cómo pueden "coordinar" su estímulo fiscal y "asegurar que exista una serie de principios comunes sobre cómo regulamos la banca".

Entre las propuestas del FMI, la más polémica tal vez sea la que determina cómo limitar el número de instituciones consideradas demasiado grandes para caer, sugiriendo que tengan más capital de reserva y que se controlen sus actividades "de alto riesgo". El organismo también recomienda cambios en su propia estructura para que más países, entre ellos, algunas economías en desarrollo, puedan integrar su cuadro de miembros. Incluso, ha sugerido poner fin a la tradición de que su líder sea siempre un europeo.