Uno de los principales indicadores que examinamos de cerca es el mercado inmobiliario del país, que muestra actualmente en una tendencia positiva. Los precios parecen haber tocado fondo y el stock de viviendas nuevas disponibles reducido al equivalente de cuatro meses de ventas.


En contraste con el período 2007-2008, cuando utilizamos los datos de suministro mensual para predecir una recesión en Estados Unidos, esta vez el indicador está mostrando que el mercado de la vivienda vivirá una fuerte recuperación. De hecho, los precios de la vivienda en el país aumentaron un 5% entre febrero y agosto de este año, según la Federal Housing Finance Agency.


El otro lado de la moneda está en la tasa de desempleo, la cual está disminuyendo muy lentamente, cayendo a 7,8% en septiembre, desde el 10,0% en octubre de 2009 – el máximo alcanzado tras la crisis financiera. Si bien positivo, es todavía superior a la tasa de desempleo media a largo plazo de entre el 5% y el 6%. En particular, el número de "subempleados" trabajadores, que han dejado de buscar un trabajo o se ven obligados a trabajar a tiempo parcial por razones económicas, es considerable. En conjunto, este grupo y el de "oficialmente" desempleados representan alrededor del 15% de la fuerza laboral.

La buena noticia es que el desempleo es un indicador rezagado y puede mejorar una vez rebote el mercado inmobiliario y se traduzca en una recuperación más amplia. Además, en comparación con el Reino Unido y Europa, el sistema financiero estadounidense parece estar en mejor forma y los bancos han progresado más en lo que se refiere a la reducción de su deuda y la reparación de sus finanzas. Mientras tanto, los consumidores estadounidenses podrían estar llegando al final de su proceso de desapalancamiento y, con el encarecimiento de la vivienda, su patrimonio y en última instancia, su solvencia, mejorará. Gracias a estos avances, creo que los bancos estadounidenses comenzarán empezar a conceder créditos pronto.