Algunos miembros de la eurozona -Italia y España- son vulnerables porque han perdido competitividad con los años y los inversores se muestran escépticos sobre su capacidad para recuperarla. Otras naciones -Austria y Bélgica- tienen sectores bancarios desproporcionadamente grandes o con enormes exposiciones a regiones vapuleadas por la crisis como Europa del Este. Irlanda y Grecia han perdido competitividad y tienen sectores bancarios muy expuestos.

Un modo de salir adelante podría ser la decisión colectiva de los gobiernos de emitir bonos de la eurozona, en lugar de bonos nacionales. Esto contribuiría a atajar el problema de la falta de liquidez que ha aquejado a muchos de los mercados financieros más pequeños de la eurozona. Y reduciría los costes del préstamo en la mayoría de países de la zona euro.


Sin embargo, no faltan los obstáculos. Los costes del crédito en Alemania aumentarían, ya que compartiría su credibilidad fiscal con el resto de la eurozona. A Berlín podría serle difícil convencer a los contribuyentes de que deberían ayudar a pagar por los errores de otros países.

Además, una decisión de este calibre podría permitir irse de rositas a los países derrochadores. Y entonces sería difícil garantizar la disciplina presupuestaria en los países más débiles fiscalmente hablando. La emisión de bonos de la eurozona requeriría un mayor grado de integración política en la eurozona para refrenar la autonomía presupuestaria de los estados miembros.

Estos temores ponen de manifiesto lo que muchos economistas han considerado siempre la contradicción inherente de la unión económica y monetaria: la ausencia de una unión política. No obstante, la objeción del Gobierno alemán a la emisión común de bonos -que costaría a Alemania demasiado dinero- es provinciana. La alternativa, no ayudar a los vecinos, sería mucho más costosa para Alemania y para Europa.

Berlín se va dando cuenta de esto poco a poco. El ministro alemán de Finanzas, Peer Steinbruck, indicó la semana pasada que podría abogarse por apoyar a los miembros de la eurozona más afectados. Pero se equivoca si cree que una crisis fiscal en un estado miembro sería una experiencia de saneamiento, con el país escarmentado recibiendo un rescate al estilo del FMI, con muchas condiciones, y los demás estados aprendiendo la lección. Además, la prevención es mejor estrategia que la resolución de una crisis cuando ya se ha manifestado.

En primer lugar, una crisis soberana llevaría casi con total seguridad a otras, ya que los inversores centrarían rápidamente su atención en el siguiente eslabón más débil. No serán pocas las economías de la eurozona que experimentarán fuertes presiones fiscales. Los costes directos de un rescate podrían ser insuperables en el caso de Irlanda o Grecia, pero serían mucho peores en el caso de estados más grandes, como España o Italia.

En segundo lugar, habría costes indirectos de la crisis fiscal en países vecinos a Alemania, que depende de sus exportaciones al resto de la zona euro. Lo último que necesita Berlín es un mayor colapso de la demanda externa.

En tercer lugar, hay un escenario aún peor. Si Italia o España declararan el impago de la deuda soberana -quizá como consecuencia de la falta de acuerdo del resto de la eurozona sobre un rescate o si se acordara un rescate con términos excesivamente onerosos- las repercusiones para la zona euro podrían ser dramáticas y llevar a su ruptura.

Para las economías grandes e inflexibles, no está nada claro que el impago dentro de la unión monetaria sea más plausible que un impago y una salida de la unión. Un estado miembro podría decidir que tras declarar el impago -y haberse excluido, al menos temporalmente, de la mayoría de fuentes de capital- podría también salir de la eurozona y devaluar su moneda. Esto ayudaría, al menos, a restablecer la competitividad y devolver a la economía a la senda del crecimiento, aunque a largo plazo traería inflación, claro. Si un país saliera de la unión monetaria, la presión para que otros hicieran lo propio sería intensa.

Alemania no puede permitirse ser demasiado optimista sobre algo así. Las empresas germanas han pasado años manteniendo bajos los costes. El resultado ha sido una mejoría de la competitividad respecto al resto de la eurozona, pero a costa de una floja demanda nacional. Si la zona euro se desintegrase, Alemania experimentaría una enorme apreciación real, lo que acabaría casi de la noche a la mañana con lo ganado en competitividad.

La emisión de bonos de la eurozona podría ayudar a evitar un escenario como éste. Y no implicaría el sacrificio de los propios intereses de Alemania por el bien de Europa. Un país tan dependiente de las exportaciones y de la UE como Alemania no se puede permitir ser displicente sobre las crisis económicas de sus vecinos.

Alemania tendrá que mostrar solidaridad de una manera u otra, así que debería hacerlo de manera que se impongan los menores costes y se maximice su capital político.