La idea que subyace a este estilo de inversión tiene sentido, ya que, siempre y cuando no toque las inversiones, la rentabilidad imitará la del índice, salvo por las comisiones, que suelen ser reducidas en este tipo de fondos. En periodos largos la rentabilidad del mercado ha sido por lo general positiva, cierto, si bien, por desgracia, la mayoría de los inversores no la consigue porque no sucumbir a la tentación de tocar la cartera es mucho más complicado psicológicamente de lo que se piensa. Los verdaderos inversores pasivos, es decir, aquellos que pueden dormir a pierna suelta a pesar de los altibajos del mercado, escasean. ¿Por qué? ¡Porque somos humanos! Tenemos emociones y, cuando estas se descontrolan, pueden ser un obstáculo en el camino del inversor más disciplinado.

 

Emociones e inversión

Quizás lo más difícil de una estrategia pasiva es la tensión psicológica que ejerce sobre los inversores. Comprar un fondo que replique un índice y celebrar los máximos de un mercado de baja volatilidad es fácil. La prueba de fuego se presenta en las fases de volatilidad negativa, como en los momentos álgidos de las correcciones bursátiles o de los mercados bajistas, cuando tiene que enfrentarse a la caída del valor de su cartera durante varios días. Es aquí cuando muchos inversores sienten la necesidad de actuar, vender y «detener la hemorragia» y, en consecuencia, cometen algunos errores de inversión mayúsculos que pueden afectar considerablemente a la consecución de sus objetivos.

Acertar sistemáticamente y con precisión cuándo entrar y salir del mercado resulta una ardua tarea –por no decir imposible–, se suele escoger para ello el momento más inoportuno. También existe la tendencia a concentrarse excesivamente en un sector o una parte del mercado que está «de moda», justo cuando su rentabilidad está llegando a la cima. Equivocarse en estas decisiones puede marcar la diferencia entre jubilarse a tiempo o retrasarlo unos cuantos años más.

una empresa dedicada al estudio del mercado, DALBAR, Inc., elabora un estudio anual denominado «Análisis cuantitativo del comportamiento del inversor», que compara la rentabilidad de los últimos 25 años de los mercados de renta variable y renta fija con la del inversor medio de fondos de inversión estadounidenses. La actividad bursátil se calcula mediante el índice S&P 500, que representa valores de gran capitalización estadounidenses. Pues bien, en 2018 se puso de manifiesto que el inversor medio de fondos de renta variable obtuvo una rentabilidad anualizada del 7,9%, frente al 9,7% del S&P 500: una diferencia de prácticamente dos enteros. Aunque este dato no parezca el fin del mundo, en el gráfico 1 se muestra su impacto a largo plazo.

 

 

 

Fuente: «Análisis cuantitativo del comportamiento del inversor», 2018, DALBAR, Inc. www.dalbar.com. FactSet, a 6/4/2018. Índice Barclays US Aggregate Government Treasury Total Return entre el 31/12/1992 y el 31/12/2017 (en dólares estadounidenses). Las fluctuaciones en el cambio entre dólar y euro podría dar diferentes rentabilidades.

 

DALBAR atribuye el peor resultado a largo plazo de los inversores a «factores psicológicos» que pueden ser motivo de error en las decisiones de entrada y salida del mercado. Cuando actúan dichos factores, los inversores cometen fallos: compran alto y venden bajo. Para ser un inversor pasivo, se requieren nervios de acero para soportar todas las emociones que comporta invertir en la bolsa.

 

A la caza de mejores rentabilidades

Según DALBAR, el periodo medio de permanencia en los fondos de inversión de renta variable es de unos 4 años, tiempo a todas luces insuficiente si se pretende que una estrategia pasiva funcione adecuadamente. El orgullo puede ser muy mal consejero en estos casos; de hecho, para mucha gente controlar con éxito sus propias finanzas es motivo de ello. Con el propósito del «voy a hacerlo aún mejor» y henchir su pecho de vanidad, los inversores a menudo cambian a índices de mejor comportamiento. Pensemos en alguien que decidiera invertir pasivamente en los noventa en el MSCI EAFE, un índice que pondera mercados desarrollados distintos a Estados Unidos. A medida que se acercaba el final de la década, seguramente se daría cuenta de los buenos resultados de las tecnológicas estadounidenses y decidiría apostar por el NASDAQ, un índice centrado en la tecnología de EE.UU. Por más ganancias que le hubiera supuesto el cambio al principio, al final el sector se desplomó, conque este inversor habría asistido al derrumbe del valor de su cartera. Al alterar su enfoque en vistas a una mayor rentabilidad de corto alcance, seguramente se distanció más de sus objetivos a largo plazo.

Las finanzas del comportamiento nos enseñan que el cerebro humano no está preparado para soportar la volatilidad asociada a cualquier cartera de acciones. Lo que en teoría puede parecer fácil, simplemente «comprar y mantener», en la práctica se ve afectado por la codicia y el miedo. Incluso los profesionales, que entienden que la volatilidad del mercado es algo connatural a la inversión, pueden desviarse en periodos de grandes oscilaciones y precipitarse en sus decisiones.

¿Qué tipo de inversor es usted?

Quizás se considere un inversor mentalmente fuerte, capaz de controlar sus emociones y mantener la disciplina que exige una estrategia de inversión pasiva. Si es así, ¡enhorabuena!, seguramente le irá mejor que a la mayoría de los inversores. Sin embargo, para la mayoría de la gente la gestión pasiva de carteras solo funciona en el plano teórico sencillamente porque somos humanos. Sin la metodología y el asesoramiento adecuados, puede caer presa de sentimientos tan humanos como la codicia o el miedo, siendo las raíces de los mismos tan profundas que no se lo pondrán nada fácil.

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I Fuente: «Análisis cuantitativo del comportamiento del inversor», 2018, DALBAR, Inc. www.dalbar.com. FactSet, a 6/4/2018. Índice Barclays US Aggregate Government Treasury Total Return entre el 31/12/1992 y el 31/12/2017 (en dólares estadounidenses). Las fluctuaciones en el cambio entre dólar y euro podría dar diferentes rentabilidades.

II Ibid.