Atrapado por la fiebre del campeonato mundial de futbol es difícil resistir la tentación de tratar de hacer alguna referencia a este deporte, el más seguido a nivel mundial. Afortunadamente, es posible encontrar una real enseñanza que efectivamente nos ayude a entender la forma en que tomamos decisiones financieras y mejorar el resultado de estas a partir de ejemplificar algunos elementos de la conducta humana que se expresan puntualmente en este deporte y, de forma muy concreta en como los jugadores procesan la decisión y acción de tirar un penalti.

Primero digamos que en principio, al igual que las decisiones financieras, el tirar un penalti tiene un objetivo inicial claro: obtener el mejor resultado, en este caso, anotar un gol. Adicionalmente, al igual que en el tema de las finanzas personales, se deben considerar una serie de decisiones intermedias que presentan múltiples combinaciones (qué tan fuerte debo tirarlo, con qué dirección, con que altura y a que zona de la portería por ejemplo); así mismo, un componente que interviene en el resultado es externo a mi (el portero) y trato de adivinar su comportamiento futuro para adecuar mis decisiones en función de ello.

El economista conductual Steven Levitt realizó hace algunos años un análisis de cómo se tira un penal y la forma probabilísticamente más adecuada de hacerlo
. Una de las conclusiones interesantes fue que dado que el portero siempre buscará moverse, los tiros dirigidos al centro son los más efectivos, pero a su vez, el tirador rara vez dirigirá la pelota al centro para evitar generar la imagen de que es incapaz de dar una mejor colocación al balón. Al igual que en temas financieros estamos en presencia de decisiones que son influenciadas no necesariamente por lo que más nos conviene, sino por lo que creemos creará una mejor imagen de nosotros dejando la relevancia del objetivo de anotar en un segundo plano.

Asimismo, al igual que en las decisiones financieras, quien tira el penalti tiene la tentación en el momento de tratar de identificar signos que le den la posibilidad de adivinar el comportamiento del mercado; pero como ocurre casi siempre, muchas de las señales que se captan no lo son realmente, sino que por sesgos de interpretación tratamos de relacionar la información que se nos presenta (aun cuando esta sea aleatoria) como si realmente tuviera un contenido concreto.

Existe un elemento adicional de semejanza; en ambos casos (el penalti y las decisiones financieras) el componente de estrés asociado al resultado de nuestras decisiones -por la presión que tenemos de no equivocarnos- genera distorsiones adicionales en nuestro proceso de análisis y decisión. Muchos tiradores experimentados que rara vez fallan en las prácticas y que realizan los penaltis de forma automática y sin esfuerzo, al momento de enfrentar el estrés de un partido importante, sobre analizan la información, cancelan su proceso automático de operación y ello los lleva a incurrir en fallas extraordinarias. En un estudio realizado hace algunos años por Greg Wood de la Universidad de Exeter titulado “Ansiedad y control de atención en los tiros penales de futbol”, el autor probó que el estrés que afecta al tirador disminuye su capacidad de procesar la información y genera distorsiones en su capacidad de atención que reducen dramáticamente su nivel habitual de desempeño.

De la misma manera, diversos estudios han probado que la toma de decisiones bajo condiciones de estrés se ven afectadas por sesgos que no sólo impiden que las decisiones sean óptimas, sino que nos lleva a tomar decisiones que francamente comprometen la viabilidad futura de nuestras finanzas. Un ejemplo es la investigación realizada por Bruce McEwan de la Universidad Rockefeller en nueva York, que en resumidas cuentas probó que la presión de una situación financiera precaria, provoca un estrés tal que afecta y reduce la efectividad de las decisiones financieras que tomamos.

Las lecciones en ambos casos son similares: crear un plan predeterminado de las decisiones que debemos tomar, practicar las acciones asociadas de manera frecuente hasta que se vuelvan un hábito y por ende las realicemos casi de manera automática y, evitar tratar de adivinar de forma coyuntural el comportamiento de los factores externos a nuestra decisión que rara vez serán plenamente pronosticables. Y si adicionalmente entendemos que la presión que nos ponemos en las decisiones solo contribuirá a hacerlas más ineficientes, estaremos en el camino de convertirnos grandes anotadores de nuestras finanzas personales.

El autor es politólogo, mercadólogo, especialista en economía conductual, profesor de la Facultad de Economía de la UNAM y Director General de Mexicana de Becas, Fondo de Ahorro Educativo.

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