El desconfinamiento está permitiendo, en el caso de la economía española, una recuperación del 85% de la utilización de la capacidad productiva, una reactivación de las ventas minoristas (entre el 15 y el 21 de junio, el consumo fuera del hogar alcanzó casi el 70% del tráfico previo al estado de alarma), una mejora de la confianza de los agentes y, por último, una traslación de todo lo anterior al mercado de trabajo.

Por tanto, gracias a la paulatina deshibernación y a la rápida e intensa respuesta, tanto de los bancos centrales, inyectando 6 billones de dólares en liquidez, como de los gobiernos, con estímulos fiscales cercanos a los 10 billones de dólares, tras la abrupta contracción del PIB que veremos en el segundo trimestre (entre el 15% y el 20% en tasa trimestral en la mayoría de países OCDE), la recuperación en los meses de verano también será muy dinámica. Eso sí, el ruido en los indicadores económicos a partir de ahora puede ser elevado y las señales difusas, el equilibrio entre necesidades sanitarias y económicas continuará siendo frágil (sólo hay que observar la evolución de los casos en EEUU) y, por tanto, conviene no confiarse y mantener el colchón de seguridad activado por las autoridades económicas.

A partir del verano, la precisión en los instrumentos de política económica debería aumentar, priorizando a sectores y empresas con mayor importancia estratégica; esto es fácil decirlo, pero mucho más difícil ponerlo en práctica. El objetivo debe ser minimizar los daños permanentes que pueda ocasionar la pandemia en el tejido productivo y, por tanto, en el crecimiento potencial, aprovechando los fondos europeos para abordar los grandes desafíos de la próxima década.

En este contexto, el aumento de afiliados en España en el mes de junio (68.208 trabajadores en media mensual) cabe calificarse como moderado, teniendo en cuenta el empleo destruido entre el 12 de marzo y el 30 de abril (-948.000 afiliados) y que el mes de junio suele ser benigno para nuestro mercado laboral (en los últimos 15 años sólo se destruyó empleo en junio de 2008, 2009 y 2011). Además, casi 1,2 millones de trabajadores salieron de ERTEs el pasado mes (1,56 millones desde máximos), confirmando la idoneidad de los esquemas de suspensión temporal de empleo.

Tienen un coste nada despreciable para las arcas públicas (3.000 millones de euros en el mes de mayo), pero su efectividad es máxima cuando una crisis se produce por un parón súbito de la actividad. Todavía quedan 1,8 millones de trabajadores afectados por ERTEs, así que hay sectores, como agencias de viaje, alojamiento, transporte aéreo o actividades deportivas, donde los niveles de ocupación ni siquiera llegan al 50% de lo usual en estas fechas.

En un contexto con todavía mucha incertidumbre, el comportamiento de las expectativas de los agentes va a ser decisivo para perfilar las estimaciones de crecimiento de la última parte del año. El problema es que, si normalmente es complicado medir la confianza de consumidores y empresarios, la dificultad es extrema en momentos como los actuales, donde se puede pasar de la depresión a la euforia con mucha facilidad. Esa volatilidad ya está presente en las encuestas de confianza, pues después del desplome de marzo o abril, la recuperación también está siendo muy intensa en países como EEUU o Alemania.

En España, también el sentimiento de la economía aumenta en junio, por segundo mes consecutivo (8,2 puntos hasta 83,1); aunque, si bien se aleja del mínimo de 11 años de marzo, continúa muy lejos de los niveles pre-crisis (102,7 en febrero). El comportamiento positivo es generalizado por sectores, especialmente intenso en construcción (-19,6 vs -32,4 en mayo) y servicios (-40,2 vs -53,3), que anotan las primeras subidas en cinco y seis meses, respectivamente. También en el caso del PMI del sector manufacturero se registra una significativa mejora en junio, con un aumento de casi 11 puntos, la mayor subida de la serie, que arranca en 1998, hasta 49 puntos, el nivel más alto en cuatro meses.

Capacidad de financiación

También es importante poner de manifiesto que la economía española ha entrado en esta crisis con capacidad de financiación (2,3% del PIB con datos del primer trimestre), frente a una necesidad de financiación que rondaba el 10% del PIB en el año 2008. Esto quiere decir que el ahorro generado por los agentes económicos (23% del PIB) sigue superando a la inversión (20,8% del PIB). Además, aunque el dato del primer trimestre de las cuentas no financieras sólo recoge dos semanas de confinamiento, ya se empiezan a percibir cambios en el patrón de comportamiento de los agentes. A raíz del aumento de la renta disponible de los hogares en el primer trimestre y de la abrupta caída del gasto nominal en consumo final (-5,2%), la tasa de ahorro aumenta con fuerza en términos anuales (+1,4 puntos porcentuales), hasta el 8,8% de la renta bruta disponible (máximos desde 2012).

Tendencia que se intensificará en el segundo trimestre, como ya está anticipando el fuerte aumento de los depósitos de las familias y también de las empresas. En el mes de mayo, los depósitos de hogares y empresas aumentaron en 22.631 millones de euros (60.000 millones de euros respecto a diciembre), lo que eleva la tasa de crecimiento interanual hasta el 8,7%. Finalmente, reseñar que en la segunda lectura de la Contabilidad Nacional del primer trimestre, se mantuvo sin cambios la caída del PIB estimada (-5,2% trimestral), si bien la composición ha cambiado ligeramente.

En términos trimestrales, aunque el retroceso del PIB se sigue explicando, casi por completo, por el deterioro de la demanda interna, su aportación negativa es algo menor de lo estimado inicialmente (-4,4 puntos vs -4,9 puntos), siendo el principal responsable el consumo de hogares (-6,6%, en lugar del -7,5% anterior). En el caso de la inversión en equipo, sucede justo lo contrario: su ajuste es mucho más abrupto que lo estimado inicialmente (-8,4% y no un -3,6%).

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