Las cartas de restaurantes, en el punto de mira

La supervivencia de las cartas de restaurantes físicas se está viendo amenaza por el avance de la pandemia. La desinfección constante de los menús puede ser menos segura y poco viable en términos de tiempos de servicio.

De este modo, es cada vez más común encontrarse en bares y restaurantes con cartas virtuales en forma de código QR pegados en las mesas, los servilleteros, los postes o las paredes.

Este código, de forma cuadrada y patrón de puntos, es la evolución del código de barras. Fue creado por la empresa Denso Wave, una subsidiaria del histórico fabricante de automóviles japonés Toyota, que además se dedica a la robótica y a la biotecnología.

Su nombre, ‘Quick Response code’, o lo que es lo mismo, código de respuesta rápida, alude a la eficiencia y velocidad con la que estos códigos recuperan y devuelven información sobre productos, dirigen a páginas web, remiten a un perfil en redes sociales o a un correo electrónico o identifican al titular de una entrada para eventos, entre otras funciones.

A pesar de que nació hace 26 años, esta sencilla y útil herramienta no acabó de popularizarse hasta la llegada de la pandemia, cuando su uso se multiplicó por 25, tal y como cuentan en Wired.

Las tarjetas de visita, otras grandes candidatas a extinguirse

En este caso también se está recurriendo al código QR, por la facilidad y rapidez para conseguirlo y el coste casi nulo: se puede crear gratuitamente, conectarlo a nuestra vCard (una tarjeta virtual) y elegir si imprimirla como pegatina para el móvil o hasta incluirla en una única tarjeta de visita que se enseña a la otra persona para su escaneo. Al escanear el QR, el smartphone agregará de forma automatizada los datos de contacto en cuestión de segundos.

Como alternativa se presentan las tarjetas NFC, cuyo funcionamiento es igual a las tarjetas de pago contactless: basta con acercarlas a un dispositivo que tenga esta tecnología —en la actualidad, todos los smartphones, la mayoría de tablets y ya también algunos portátiles— para que actúen.

Esta opción encarece el coste, ya que hay que adquirir las tarjetas y luego solicitar a una imprenta que plasme el diseño o adquirir una impresora específica. No obstante, a diferencia de un simple código QR, es gestionable y el contenido puede actualizarse sin tener que crear una nueva tarjeta.

Esta realidad es tal que hasta en Japón, donde el intercambio de tarjetas de visita es un ritual coreografiado de carácter cultural y social, se está intentando llevar a cabo la transición al soporte virtual.

El papel y una solución medioambiental

La sustitución de un ticket de compra en papel por uno digital es un tema de conversación bastante presente desde hace ya algún tiempo, mucho antes de la llegada del coronavirus. De hecho, ya hay empresas que ofrecen esta opción, como Decathlon, que la implantó 2018.

Si bien la Ley General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios no permite la emisión únicamente en formato digital, ya que el cliente debe tener las dos posibilidades y elegir, la COVID-19 podría servir de acelerador para modificar las costumbres de los consumidores en este sentido.

Y es que, además de prevenir contagios, la empresa de artículos deportivos estima que, por cada ticket en papel no impreso, evita la emisión de 10gr de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera, que suman un total de 520 toneladas cada año.

Cada kilogramo de papel producido resulta en aproximadamente tres de CO2 emitidos. Estas son cifras contra las que lucha el consumidor poscovid, digital y respetuoso con el medioambiente.

También cabe esperar que los contratos pasen a firmarse en mayor medida en formato electrónico. Esto representa incluso más ventajas que el ticket de compra, en tanto que no solo se reduce el riesgo de contagio y la contaminación por el uso del papel.

El material promocional tampoco se salva

El material promocional es una estrategia propia del marketing y, como tal, ofrece nuevas ideas de forma constante. Frente a la COVID-19 también ha sabido reinventarse, con nuevos objetos adaptados a la nueva normalidad.

El típico bolígrafo personalizado se ha quedado atrás, y lo adelantan por la izquierda los de puntero para las pantallas táctiles, muy útiles para las firmas digitales, o con dispensador de desinfectante. También están en auge geles y toallitas hidroalcohólicas, mascarillas y correas para ajustar su tamaño, así como cajitas, bolsas o sobres para guardarlas.

Entre los menos comunes y más interesantes, además, se encuentran los esterilizadores UV portátiles, los humidificadores y las llaves higiénicas (unos artilugios que sirven para abrir las puertas o grifos sin tocar pomos o picaportes).

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