Este tipo interés es el que las entidades de crédito reciben por sus depósitos a un día en el banco central. Es negativo desde junio de 2014, actualmente se encuentra en el -0,4% y aunque todavía no existe consenso sobre la cuantía de la reducción, la mitad de los analistas apuestan por un recorte de 10 puntos básicos hasta el -0,5%. La otra mitad cree que el BCE será aún más agresivo y los llevará hasta el -0,6%.

“Para mitigar el efecto que esta medida tendría sobre el sector bancario, parece que el BCE introduciría un sistema de 'tiering' (sistema escalonado sobre el exceso de reservas depositadas en el BCE) que beneficiaría, sobre todo, a bancos franceses y alemanes que son los que tienen más liquidez depositada. La falta de noticias en este sentido podría tener efectos negativos sobre la rentabilidad del sector financiero y sería acogido negativamente por los inversores”, explica Cristina Gavín, gestora de fondos de inversión de Ibercaja Gestión.

Draghi se despedirá con una rebaja a la facilidad de depósito y otro nuevo QE

Los futuros del mercado anticipan que la tasa de interés de la facilidad de depósitos caerá hasta un interés negativo del -0,8% para finales de 2020. Sin embargo, el consenso del mercado también cambia. Por ejemplo, la mayoría de bancos de inversión y gestoras apuntaba al comienzo de año que el BCE podría elevar el tipo de interés general a final de año y en ningún caso pondría en marcha ningún programa de compra de deuda soberana y corporativa. Ahora, sin embargo, el mercado estima que el mandato de Draghi llegará con un nuevo QE.

De hecho, este posible nuevo programa de compra de activos será otro de los puntos de interés de la reunión del BCE de este jueves. Los expertos creen que el BCE en este nuevo QE no comprará deuda bancaria, o al menos en esta reunión no lo anunciará. La clave de todo podría ser el arsenal que ponga en liza el organismo monetario, con un programa que podría ir desde los 30.000 millones de euros a los 40.000 millones mensuales con una duración que podría prolongarse entre seis y doce meses de compras.

“Creemos que es probable que el BCE actúe más lentamente de lo que espera el mercado en cuanto a realizar más recortes, a la espera de evidencias sobre: los efectos secundarios de los tipos de interés negativos de facilidad de depósitos, la eficacia del 'tiering'; la capacidad fiscal y la voluntad de los Gobiernos para actuar, así como los acontecimientos geopolíticos y macroeconómicos”, indica Andrew Bosomworth, gestor de carteras de Pimco.

Todas estas medidas se toman en un momento en el que la zona euro debe hacer frente a retos como el Brexit, la desaceleración de sus principales economías, una inflación “persistente demasiado baja” en palabras de la propia Christine Lagarde o los efectos negativos que podrían tener sobre la economía las políticas monetarias puestas en marcha por el propio BCE.  

Cuando la política monetaria da síntomas de agotamiento

Algunos expertos sostienen que la política monetaria está perdiendo efecto en este momento y que la desaceleración debería combatirse con estímulos fiscales y con reformas políticas en los países europeos. “En Dinamarca ya hay hipotecas a tipos de interés negativos del -0,25%, pero sinceramente con unos intereses al +1% o al -0,25% no creemos que esos rangos tan bajos frenen o incentiven a nadie a suscribir una hipoteca de 100.000 euros, y si lo hagan factores como la estabilidad laboral, la revalorización futura del inmueble... Nos movemos en cifras tan ajustadas que no tienen un impacto en la economía real”, señala Rafael Valera, consejero delegado de Buy and Hold.

Sin visos de que las políticas expansivas vayan a cambiar, el instituto emisor acumula 4,67 billones de euros en balance, equivalentes al 40% del PIB de la zona euro. Estas cifras suponen un 119% más de lo contabilizó la institución antes del inicio del programa de compra de activos en marzo de 2015. El BCE, como el Banco de Japón, está limitado por sus propias decisiones pasadas en el caso de que lleguen futuras crisis económicas.

Sin tanta munición, los bancos centrales podrían recurrir a otras alternativas en caso de recesión desde modificar los objetivos de inflación, aplicar la teoría monetaria moderna (TMM), compensar los tipos de interés negativos, implementar una política macroprudencial... y hasta controlar la curva de tipos.