El ictus es la primera causa de muerte en la mujer y la segunda en la población general en España; cada año se producen en nuestro país más de 100.000 episodios de ictus.
Además, según los datos de FEDACE (Federación Española de Daño Cerebral Adquirido) en España más de 435.400 personas viven con daño cerebral adquirido y más del 80% de los casos tienen su origen en un ictus, por delante de los traumatismos craneoencefálicos y otras causas.
El Dr. Rafael Arroyo, Jefe del Departamento de Neurología del Hospital Universitario Ruber Juan Bravo, señala que “hemos conseguido ofrecer una atención inmediata, que resulta esencial para mejorar el diagnóstico y reducir el riesgo de secuelas, asegurando una asistencia urgente las 24 horas; ahora damos un paso más ofreciendo un servicio de neurorrehabilitación durante la estancia hospitalaria”.
“La rehabilitación es esencial para facilitar la recuperación después de un ictus”, afirma el Dr. Jaime González-Valcárcel, Coordinador de la Unidad de Ictus-. Porque disminuyen la mortalidad y mejoran la funcionalidad, y la calidad de vida de pacientes, con independencia de la edad, la cronicidad o la gravedad inicial.
Hay que tener en cuenta además que la neurorrehabilitación puede aplicarse tanto en ictus isquémicos como hemorrágicos y puede mejorar el pronóstico funcional incluso meses después del episodio de ictus.
En el proceso de rehabilitación hay fundamentalmente tres factores que condicionan su eficacia: el tiempo transcurrido desde el episodio hasta el inicio de la rehabilitación, la duración de la misma y la intensidad del tratamiento.
Respecto de la primera cuestión, se considera que iniciar el tratamiento en el período comprendido entre 3 y 30 días desde el episodio suele asociarse a un mejor pronóstico y a una menor estancia hospitalaria, tanto para casos moderados como severos. En todo caso, el tiempo máximo estimado desde el ictus al inicio de rehabilitación no debería ser superior a tres semanas en ictus moderados y cuatro semanas en ictus severos.
En cuanto a la duración del proceso de rehabilitación, hay que tener en cuenta que no todos los déficits se van a tratar igual: por ejemplo, los déficits cognitivo-conductuales y las dificultades de participación e integración usualmente requieren mayor tiempo de intervención que los déficits motores o los de la función y actividad. Y en todo caso, tras el alta del programa suele ser recomendable mantener controles periódicos para detectar posibles complicaciones o cambios en la autonomía funcional, así como mantener un programa de actividades físico-deportivas y recreativas adaptadas a las particularidades de cada caso.
Finalmente, por lo que respecta a la intensidad del tratamiento, las guías de práctica clínica existentes recomiendan al menos 45-60 minutos de cada modalidad de terapia específica (logopedia, terapia ocupacional, neuropsicología, etc.), hasta un total de 3h/día, 5 días por semana.
En concreto, el programa de neurorrehabilitación puesto en marcha por el Hospital Universitario Ruber Juan Bravo se compone de logopedia, terapia ocupacional y neuropsicología.