Es el caso de cuatro comunidades autónomas. Según las estadísticas del Banco de España (BdE), desde 2008, que marca el cambio de tendencia porque primero acogió el mayor número de oficinas y luego dio paso a la escabechina posterior tras la quiebra de Lehman Brothers, en Cataluña, Valencia, Madrid y Aragón el mapa de sucursales es un 40% más reducido.
Sobresale el catalán, con un tijeretazo del 41,7%. Las más de 8.000 oficinas de 2008 han dado paso ya a menos de 4.800. Le sigue en intensidad la Comunidad Valenciana, con un ajuste del 39,5% y poco más de 3.000 sucursales en funcionamiento. El pódium lo cierran, con un empate técnico al registrar ambas un descenso del 37%, Madrid y Aragón. En la primera ya quedan menos de 4.000 oficinas, frente a las más de 6.000 de 2008, y en la segunda, pocas más de 1.100, por las más de 1.800 que se contaba en 2008.

Estos recortes se sitúan, además, claramente por encima de la media registrada en España, situada en el 33%. Por debajo de este promedio, y con los ajustes más bajos, se encuentran Extremadura (-15%), Cantabria (-17%), Castilla-La Mancha (-17%), Ceuta y Melilla (-17,5%) y Asturias (19%).
REGRESO AL PASADO
Estos retrocesos están devolviendo a las comunidades a otras épocas. El regreso al pasado más acusado es el de Aragón, puesto que, según los datos históricos del BdE, no había tan pocas oficinas desde 1979. En el caso de las otras tres regiones donde más ha caído el número de oficinas, Cataluña vuelve a los registros de 1980; Valencia, a 1983; y Madrid, a 1995.
País Vasco (-25% y 1.493 oficinas), Galicia (-33% y 1.693), La Rioja (-31,5% y 340 oficinas) y Castilla y León (-30% y 2.228) también han vuelto a los niveles de 1980. En el conjunto de España, las 30.785 oficinas abiertas a finales del primer trimestre de 1983 representaba la cifra más baja desde 1983.
Toda esta secuencia está dejando su correspondiente huella en el número de empleados. Los 278.301 existentes a finales de 2008 quedaron reducidos a 202.954 en 2015, según los últimos datos del BdE. Es decir, un 27% menos y el número más bajo de la serie histórica del Banco de España, que parte de 1992.
LAS CAUSAS
Tanto la reducción de las oficinas como su reparto por regiones está muy condicionado por las fusiones y la desaparición de entidades que han reconfigurado el sector durante la crisis. Donde había más de 50 entidades, sumando a los bancos y las cajas de ahorro, apenas queda una quincena. Por el camino se han quedado nombres como Caja Madrid, Bancaja, CAM o Caixa Catalunya, con el consiguiente impacto en la red de oficinas de Cataluña, Valencia, Madrid o en regiones limítrofes como Aragón. Si, como se presume, el sector prolonga la secuencia con una segunda ronda de consolidación, está también repercutirá en el número de oficinas.
Pero no es la única causa del importante cierre de oficinas de los últimos años. Existen dos adicionales que, además, garantizan que el proceso continuará. La primera se deriva de la necesidad que tiene el sector de reducir los costes e impulsar su eficiencia para contrarrestar los bajos tipos de interés y los problemas para ganar dinero, y ser lo suficientemente rentables, con el negocio de siempre. Este escenario anticipa que más de 30.000 oficinas siguen siendo más de las que el sector se puede permitir ahora.
La segunda causa adicional, que conecta con esa necesidad de recortar los costes, alude a la transformación digital de la banca. El lanzamiento de aplicaciones móviles y las mejoras en el servicio de banda digital no sólo buscan satisfacer las nuevas demandas de los clientes, sino que también aseguran que la tendencia de prescindir de las sucursales físicas continuará su curso.