El programa oficial de la cumbre se presenta como un popurrí en el que se abordarán el análisis de los programas de estabilidad y ajustes para el año 2013, una evaluación de las recomendaciones formuladas en 2012, muy de puntillas el asunto del fondo de la garantía de depósitos europea y temas para la discusión a raíz de los recientes acontecimientos políticos y económicos.
Podemos esperar algún tipo de anuncio relativo a la composición del próximo gobierno italiano y sus prioridades, así como declaraciones que abunden en el debate crecimiento/austeridad al que todos los líderes políticos se han apuntado como si de una causa por la paz mundial se tratara. La idea de tener una mayor flexibilidad en la consolidación presupuestaria es un concepto que seguramente reunirá un amplio consenso entre los Jefes de Estado y de Gobierno que acuden a la cumbre y servirá para proporcionar alguna declaración al respecto.
Sin embargo de los temas realmente importantes podemos olvidarnos de esperar avances sustanciales. En particular, la cuestión de la supervisión bancaria única, que está en su momento crucial, parece que se estanca y no avanzará hasta después de las elecciones en Alemania.
Lamentablemente sin el factor de estrés y urgencia que aporta una crisis de mercado, los líderes se acomodan en la complacencia y dejan de lado lo realmente importante para centrarse en la pose política, lo que hace que la cumbre pierda gran parte de su interés.