El sector continúa caracterizándose por una reducida visibilidad de generación de resultados por: 1) falta de crecimiento de negocio (menor demanda y restricción al crédito) con una estrategia enfocada en la gestión de diferenciales (vs volúmenes) y en el incremento del peso de los depósitos (financiación minorista), 2) crecimiento de la tasa de morosidad (aunque más contenida) que continuará requiriendo elevadas provisiones, 3) dificultades de financiación en los mercados y con costes elevados, 4) posible endurecimiento de las dotaciones a provisiones asociadas a activos inmobiliarios comprados y adjudicados, y 5) si bien es cierto que desde que comenzase la crisis las entidades han enfocado sus esfuerzos en un fortalecimiento de sus balances (incremento de los ratios de capital) y mejora de la liquidez, los nuevos requisitos de Basilea 3 podrían traducirse en un esfuerzo adicional.

No obstante, hay que destacar que existe una elevada heterogeneidad entre las distintas entidades, lo que no permite generalizar, dado que algunas están sensiblemente peor que otras en cuanto a daño sufrido por la crisis inmobiliaria y su riesgo potencial. Esto no excluye que podamos seguir viendo intervenciones o que se aceleren los procesos de fusión teniendo en cuenta la finalización del FROB el próximo 30 de junio (salvo una posible ampliación barajada por el mercado de 3-6 meses). Consideramos que la ausencia de una reestructuración rápida y decidida de las entidades que lo necesiten seguirá perjudicando a la totalidad del sector financiero. Cuanto antes se realice la reestructuración sectorial y el fortalecimiento de los balances de aquellas entidades en problemas, antes volverá la confianza al sector.