Tras un año 2009 difícil, la economía brasileña ha reanudado su crecimiento y las perspectivas son relativamente positivas. Pero este nuevo vigor económico y una demanda interior en continua expansión han acentuado peligrosamente las presiones inflacionistas. La inflación medida por el índice de referencia IPCA ha vuelto a alcanzar recientemente tasas muy superiores al objetivo del 4,5% establecido por el BCB. Debido al efecto de las subidas de precios, en especial en el sector de “Alimentación y bebidas” (+10,4% anual en el 4T 2010 y +8,8% en el 1T 2011), el IPCA ha alcanzado niveles que no se veían desde 2008 (+6,3% anual en el 1T 2011).

Otro factor negativo: la repentina irrupción de tasas demasiado altas ha llevado al BCB a revisar al alza sus previsiones a corto plazo, lo cual ha contribuido a crear un clima de incertidumbre generalizada. La inflación subyacente (“core inflation”) tampoco ha dejado de aumentar en todo el año 2010, alcanzando un inquietante 5,7% anual en marzo de 2011. Y no parece que vaya a remitir durante los próximos meses. Las negociaciones salariales previstas para el segundo semestre de este año seguramente induzcan nuevas presiones inflacionistas, como sin duda lo hará la subida efectiva del 14% en un año de los salarios mínimos que se producirá a principios de 2012. Los altos precios de las materias primas también podrían tener efectos negativos a este respecto, tanto más por cuanto el IPCA parece muy sensible a la menor variación de sus cotizaciones. Habida cuenta de estos factores diversos, la previsión consensuada es de una inflación del 6,3% en 2011 y del 5% en 2012, superiores por tanto a los objetivos del BCB.

Dicho esto, cabe preguntarse ahora, la revalorización del real brasileño puede tener un efecto favorable en la lucha contra la inflación. Varios analistas ven en la revalorización del real brasileño el resultado de una estrategia precisa del BCB para reducir las tensiones inflacionistas; pero los límites resultan evidentes y no hay que infravalorar los “efectos secundarios”. Teóricamente, contar con una moneda fuerte puede tener efectos muy positivos en la lucha contra la inflación en la medida en que, por una parte, los precios de las importaciones tienden a disminuir en moneda local y, por otra parte, las exportaciones disminuyen y de ese modo se frena parcialmente el crecimiento del PIB. En el caso de Brasil, sin embargo, la inflación parece obedecer principalmente a factores internos – como el aumento constante de los salarios y la fuerte demanda interior - más que a variables externas. Además, la revalorización de la divisa local presenta al menos tres grandes inconvenientes. El primero está relacionado con el deterioro del sector externo. Una moneda fuerte induce lógicamente un aumento de las importaciones y una disminución de las exportaciones, y por consiguiente una agravación del déficit de la balanza de pagos corrientes (2,3% del PIB en 2010, un porcentaje llamado a aumentar en el futuro).

El segundo “efecto secundario” está relacionado con la contracción potencial del sector industrial. Como ya se ha dicho más arriba, la revalorización de la divisa tiende a inflar las importaciones, y más especialmente las de productos manufacturados. Por ello, la actividad industrial ha perdido algo de terreno durante estos últimos años, y en la actualidad ya sólo representa el 23% del PIB nominal, frente al 26% en 2004. No es casualidad que, durante ese mismo periodo, haya explotado la cotización del real brasileño y que la cuota de las importaciones chinas (consistentes principalmente en productos manufacturados) sobre el total de las importaciones brasileñas haya pasado del 4,5% al 14,1% en la actualidad. Más concretamente, el índice de producción industrial brasileño ha retrocedido peligrosamente un 12% entre octubre de 2010 y febrero de este año. El último riesgo es el de la inflación vinculada a los productos importados. Por efecto de esa fortaleza del real, el Brasil podría tener que afrontar no sólo sus propios problemas internos, sino también subidas de precios por parte de sus socios comerciales. La inflación ligada a los productos importados ya ha pasado del 3% en 2010 al 10% anual en enero-febrero 2011, y al 15% en marzo. Por todos estos motivos expuestos, la estrategia consistente en dejar flotar la moneda no parece ser la solución ideal para combatir la inflación.