El líder demócrata reconoció, sin embargo, que el proyecto de ley ante el Senado no es una panacea para todos los males que aquejan a Estados Unidos, especialmente cuando se trata de un problema que heredó la administración Obama.

No es un problema que se resolverá "en un día o en una semana con una sola ley", aclaró, al señalar que "la convalecencia se va a demorar" y que el trabajo del Congreso recién comienza.

Por su parte, el senador Edward Kennedy destacó que la clase política no necesita más indicadores económicos para percatarse de la seriedad de la crisis, si bien la pérdida de 598.000 empleos en enero pasado, según él, confirma que la economía estadounidense "permanece en caída libre".

Los demócratas consideran que el proyecto de ley en cuestión es la mejor receta para evitar un mayor descalabro económico, pues, a su juicio, ayudará en la creación o preservación de más de tres millones de empleos, el fortalecimiento de la red de seguridad social y una infusión masiva de recursos en la infraestructura.

Pero la mayoría de los 41 republicanos no salta de alegría con este plan, ya que considera que, tal como está concebido, abultará la deuda nacional y contiene demasiados gastos fiscales y recortes tributarios insuficientes para surtir efecto en un plazo inmediato.

Aunque un grupo bipartidista logró reducir el monto original del proyecto de ley al disminuir parte de su componente fiscal, el líder de la minoría republicana, Mitch McConnell, dijo que "no se mejoró lo suficiente para conseguir un amplio apoyo" de su partido en el Senado.