Hoy comienza en Brasil el Mundial de Fútbol 2014, y aunque para muchos ciudadanos de los países participantes suponga un motivo de algarabía, para buena parte de la población brasileña es fuente de queja y de disgusto. Si en 2008 las encuentas cifraban en un 79% los brasileños partidarios de la realización del Mundial en su país, en 2014 ha perdido un 34% de adeptos y ya sólo el 48% de la población carioca celebra ser la sede de esta edición, fuertemente contestada en la calle desde hace un año con numerosas manifestaciones multitudinarias.

Al principio se esperaba un fuerte impacto positivo de la celebración del Mundial en el PIB brasileño, muy lejos de las estimaciones recientes, que barajan un techo del 0,5%. Además, según datos oficiales, muchas de las infraestructuras proyectadas siguen siendo sólo eso, un proyecto sobre el papel, y otras tienen unos costes de mantenimiento imposibles de sufragar en el futuro inmediato. Según apunta hoy un artículo de JotDown, se calcula que las inversiones, de las cuales casi un 90% sale de las arcas del Estado brasileño, ascienden a unos diez mil millones de euros.

La construcción de los estadios ha tenido un sobrecoste aproximado del 70%, alcanzando en torno a los 2.500 millones de euros. Pero no es sólo el sobrecoste lo que está levantando ampollas entre los detractores del Mundial, sino el hecho de que se han pagado con dinero público pero su gestión ha sido derivada a manos privadas, y casualmente, en su mayoría, las concesionarias son las propias constructoras.

Y no acaba aquí la lista de despropósitos que traen de cabeza a muchos en Brasil. Dilma Rousseff, presidenta del Gobierno, firmó la Ley General de la Copa según la cual la FIFA (Federación Internacional de Fútbol Asociación) y sus empresas asociadas disponen durante todo el Mundial de exención fiscal. Una injerencia clara en la soberanía del país de una entidad que, según su presidente, Joseph Blatter, no tiene ánimo de lucro pero que, sin embargo, mueve miles de millones al año en todo el mundo.

Los Comités Populares, los movimientos sociales que empezaron a fraguarse en Brasil cuando en 2002 logró la candidatura para la organización de los Juegos Panamericanos de 2007, lideran las protestas de los detractores del Mundial 2014. Para hoy mismo, día de la inauguración, hay programadas manifestaciones festivas con música en contra de la FIFA y de la organización del Mundial. El ambiente está caldeado, y son muchos los que temen lo que pueda pasar en estos días, ya que en el horizonte se vislumbran los Juegos Olímpicos de 2016 y todo hace pensar que el descontento sólo hará que aumentar.

M.M.