Conviene recordar que Banesto debía hacer frente a 1.300 millones de euros en provisiones para cumplir con el requisito mínimo de capital de solvencia del 9% (core tier 1), que actualmente se sitúa aproximadamente en el 8,6%, lo que significa un déficit de capital de 458 millones para llegar a una posición cómoda del 9,5%. Eso teniendo en cuenta la transferencia de algunos activos a la joint venture con Santander, que se había anunciado previamente.

De modo que cabe interpretar que, ante la dificultad de lograr el capital necesario en solitario o mediante alguna otra alternativa como ventas de activos o de oficinas y, descartado el estigma de una ampliación de capital, solamente ha quedado englobar la entidad bajo el paraguas protector del Banco Santander, en una operación que hábilmente disimula las dificultades de Banesto por continuar en solitario.

Impacto positivo para los actuales accionistas que reciben una prima interesante, negativo para la entidad, 700 oficinas representan aproximadamente el 40% de la red comercial del banco y cabe esperar una caída del negocio de Banesto próximo al 25%. Pero ese será problema del Banco Santander, especialmente hábil en el negocio de convertir una crisis en oportunidad.

La operación se ha llevado a cabo con la habitual y exquisita discreción con que la entidad maneja estas situaciones. Hace unos días en un almuerzo con analistas se limitaban a indicar que tenían entre manos dos operaciones en fase de due diligence. Previsiblemente no será la única compra de Santander en 2013, especialmente si se retrasa la implementación de Basilea III.

Banco Santander logra mantener la apariencia de fortaleza y desacoplamiento de la situación española, a pesar de que comparado con sus homólogos internacionales comienza a mostrar dificultades en el cumplimiento regulatorio. Va por detrás de acuerdo a los criterios de Basilea III, que exige para el banco unas necesidades adicionales de capital de 15.000 millones, por lo que sería una buena noticia que se retrase su implantación.