Todo apuntaba a que el gobierno británico perdería la votación y algunos comentaristas esperaban, como finalmente sucedió, que May sufriera la peor derrota jamás cosechada por un gobierno en la Cámara de los Comunes, superior a los 166 votos con que fue derrotado Ramsay MacDonald en 1924. La Sra. May ha indicado que tratará de renegociar con la UE. Las conversaciones tendrán que ser aceleradas: solo cuenta con tres días laborables para presentar un acuerdo revisado al parlamento y la magnitud de su derrota debilita su poder de negociación.

 La situación se aclarará algo cuando se presente el plan B al parlamento la próxima semana. Si se consiguen arrancar concesiones significativas a la UE, sobre todo en relación con el denominado backstop o mecanismo de protección para Irlanda, el acuerdo revisado podría convencer a un número suficiente de diputados, pero la magnitud de la derrota en la tarde de ayer hace que sea una posibilidad remota.

 El reloj está corriendo para el Artículo 50, que, de no prorrogarse, provocará que el Reino Unido salga de la UE sin un acuerdo el 29 de marzo. Sigue habiendo todavía muchos escenarios posibles tras la votación de ayer, como una prórroga del Artículo 50, un Brexit sin acuerdo, unas elecciones generales o un segundo referéndum.

A continuación figuran declaraciones de Leigh Himsworth, Gestor de fondos de renta variable:

“Dejando de lado mis creencias políticas, mi opinión personal es que la única razón por la que se recurriría al Artículo 50 es para apostar por una salida sin acuerdo, pero deja más tiempo para los preparativos. Por ejemplo, todavía tienen que aprobarse leyes para una situación sin acuerdo. En este escenario, se necesitan todavía alrededor de 1.000 instrumentos legislativos: para que los aviones sobrevuelen otros territorios, para los seguros de los vehículos, para que los nacionales de la UE puedan quedarse físicamente, para el movimiento de ganado, etc. Desde mi punto de vista, el desenlace más probable es una prórroga del Artículo 50 seguida de una ausencia de acuerdo al final del plazo máximo, que expira el 2 de junio.

 En última instancia, el debate gira en torno a cómo consigue el Reino Unido una salida completa de la UE. Puede ser una salida a las bravas y sin acuerdo o bien un proceso que puede durar muchos años. Cada alternativa tiene sus pros y sus contras: la salida a las bravas podría ser muy perturbadora, pero permite saber con certeza a qué se enfrenta el Reino Unido y negociar posteriormente los acuerdos comerciales, el movimiento de personas, etc. Eso podría provocar una caída inmediata de la libra esterlina, pero posteriormente la moneda rebotaría ante el rápido ajuste al que se verían abocadas las empresas. La segunda opción —un proceso de salida dilatado— podría dejar una libra más fuerte al principio, pero prolongaría la incertidumbre, lo que provocaría un descenso de la inversión y dudas sobre la capacidad del sector empresarial para hacer planes a más largo plazo”.