José Luis Cava, para comenzar, opina que “la inteligencia artificial no se encuentra en una fase de burbuja, sino que está explotando”. Argumenta que vivimos un auge de construcción de centros de datos, con Estados Unidos a la cabeza: “EEUU tiene más centros de datos que el resto del mundo junto”. A su juicio, los gráficos de los llamados “siete magníficos” y de los semiconductores muestran una “clara tendencia alcista”, sin señales de agotamiento, aunque advierte que podría haber “una corrección dentro de una tendencia alcista”.

Cava subraya que el crecimiento de la IA depende de la disponibilidad eléctrica. Cita que “OpenAI pidió a la Casa Blanca que aumente masivamente la capacidad de generación eléctrica”, ya que la energía podría ser el principal límite para su expansión. A diferencia de China, que dispone de suficiente suministro, “Estados Unidos no tiene energía eléctrica suficiente”. Destaca el caso de Google, que planea comprar electricidad a NextEra, empresa que reabrirá una central nuclear para atender esa demanda. Muestra un gráfico del valor bursátil de NextEra, que lleva tiempo “acumulando energía” en torno a una resistencia de 92 dólares, y sugiere que una ruptura podría generar una fuerte subida.

En esa misma línea, indica que la IA impulsará la demanda de cobre. Señala que mientras China refuerza su capacidad energética y EEUU la ampliará, “Europa cierra centrales nucleares”. Critica especialmente a Alemania por clausurar tres en 2023 y demoler torres de refrigeración en octubre. A su juicio, “las élites dominantes en Europa quieren que consumamos renovables, pero no generan suficiente electricidad para alimentar los centros de datos”. Añade que la mayoría de la población alemana quiere reabrir las centrales, pero lo impiden esas élites que “dicen a los políticos lo que tienen que hacer”.
También se pregunta a dónde nos va a llevar la inteligencia artificial. Observa que “los inversores particulares están liderando las subidas de la bolsa”. Propone una hipótesis: “¿No será que la gente intenta ganar dinero lo más rápido posible para defenderse de lo que pueda venir?” Comenta que en una reunión en Londres percibió esa actitud entre jóvenes inversores, que actuaban movidos por la incertidumbre.
Por último, lanza su tercera reflexión: “¿Qué tienen en común un argentino, un venezolano y un chino?” Responde que todos “no se fían de la moneda de sus gobernantes”, sean liberales, socialistas o comunistas, porque “todos han estudiado en el mismo colegio”. En China, dice, la oferta monetaria crece y el yuan se deprecia frente al oro y al Bitcoin: “Si tu moneda pierde un 10 o 15% al año, ¿qué haces? Compras oro y Bitcoin”.
Sin embargo, las élites reaccionan prohibiendo. “En China poseer Bitcoin es delito”, explica, salvo que se trate del yuan digital, que califica como “la basura digital del Banco Central”. Advierte que Europa aspira a lo mismo con el “euro digital”. Aun así, los chinos eluden las restricciones operando OTC o persona a persona, sacando pequeñas cantidades de yuanes para convertirlos en criptomonedas.