¿Está España en el vagón de cola de cultura financiera?

Sí. Hay un problema de educación financiera que no es algo específico de España, sino que es global y afecta a los países desarrollados y a los países en desarrollo. Es verdad que España no sale muy bien en el informe PISA y hay preocupación por aumentar el nivel de educación financiera.

¿Qué cree que se debería hacer?

Se ha venido trabajando en este campo desde hace muchos años. Cuando la OCDE identifica que se debería aumentar el nivel financiera de la población en su conjunto recomienda, hace más de 10 años a los países miembros que desarrollen una estrategia nacional de educación financiera. En España eso se materializa en que dos instituciones como Banco de España y CNMV desarrollan un plan de educación financiera, en fases de cuatro o cinco años (ya vamos desde el año 2008 por el tercer plan que abarca hasta el 2021) en el que se llevan a cabo muchísimas iniciativas.

Una muy importante. Para mí clave, es introducir la educación financiera en los colegios. Es muy importante trasladar esos conocimientos en los primeros años de nuestra vida. El problema es que quizá no es suficiente porque se dan unos conocimientos muy básicos. Porque en el colegio aprendemos sobre muchos temas, algunos no los vamos a utilizar nunca en nuestra vida, y sin embargo seguro que todos vamos a tomar decisiones financieras relacionadas con ahorrar dinero para la jubilación, la compra de una vivienda, coche, pago de estudios de los hijos… Por lo tanto es fundamental incrementar los conceptos que se trasladan en esos años en los colegios.

¿Ese nivel es extrapolable a nuestros profesionales?

Evidentemente cambia depende del ámbito dónde uno se mueva. En el momento en el que nos vamos fuera del sector financiero el nivel es claramente insuficiente, porque la educación financiera recibida es la de los colegios. Y a partir de ahí no hay más mecanismos para aprender de finanzas.

En el mundo de la inversión ¿cómo sale la comparación, por ejemplo, con los profesionales anglosajones?

En el sector sí que hay formación. Siempre mejorable y hay que trabajar por mejorarla porque en un contexto como este que cambia tan rápidamente, es difícil decir que se ha alcanzado el nivel óptimo.

Creo que la diferencia con los países anglosajones viene, fundamentalmente, por el nivel de educación financiera que tiene el otro lado, el inversor, el cliente. Es verdad que allí si que hay mucha más cultura financiera, del ahorro y la población en general tiene un mayor nivel de conocimientos financieros.

¿Qué ha cambiado Mifid II en la importancia que se le otorga a la formación financiera?

Supone un paso muy importante en la formación de los profesionales del sector. Aunque Mifid I impulsaba este tema lo hacía de una manera más general. En Mifid II se establece la obligación de que los profesionales conozcan los productos sobre los que van a prestar servicios financieros. Y además establece la obligación de que las entidades que prestan estos servicios tengan la capacidad de demostrar ante la autoridad competente que esos profesionales tengan las competencias necesarias para hacer bien su trabajo.

Así, por un lado, el regulador europeo ESMA publicó en 2016 unas directrices sobre cómo se debería llevar a cabo una evolución de estos conocimientos y competencias. Y a partir de 2017 la CNMV publicó una guía técnica en la que ya se concreta qué conocimientos tienen que tener los profesionales, diferenciando entre los que solo prestan un servicio de información y los que además asesoran, que tienen que tener un nivel de conocimiento superior.

Y luego hay un tema muy importante, para mí clave, es que establece la obligación de tener una formación continua. No vale con acreditar los conocimientos en un momento concreto del tiempo. El contexto cambia muy rápidamente y Mifid II establece la obligación de recibir entre 20 y 30 horas de formación al año, en función de si tus actividades están relacionadas con la información o el asesoramiento.

¿Ha aumentado la demanda de formación para profesionales?

Si que hemos visto un interés, evidentemente, porque  Mifid II entró en vigor el 1 de enero de  2018 y ya ha transcurrido todo un año en el que se ha tenido que cumplir con la formación continua. Los profesionales yo creo que siempre se han estado formando de manera continua, pero sí hay preocupación de acreditarlo.

Nosotros ya contábamos con un plan de formación continua  para asesores que recibió un impulso importante el año pasado. Y lo que se trata es de ofrecer un plan que sea muy flexible. Nosotros programamos más de 50 horas de formación a lo largo del año en conferencias de 2 horas programadas, aproximadamente cada 15 días, aquí en el Palacio de la Bolsa o en tiempo real o diferido en nuestra área virtual.

Lo que exige la normativa es que una vez has asistido a la formación respondas a unas preguntas para acreditar que tienes los conocimientos. De manera que a final de año nosotros certificamos a las personas que han participado en el plan para que cuando lo requiera el regulador se acredita.

Supongo que como en cualquier formación, no es lo mismo que acredite uno u otro. Vosotros lleváis 30 años haciendo educación financiera…

Al estar aquí en el centro de formación de Bolsas y Mercados españoles tienes toda la información necesaria para diseñar un plan adecuado, que actualice los cambios desde el punto de vista regulatorio, fiscal, novedades en el sector… Se trata de diseñar un plan que aporte y actualice los conocimientos de los asesores.

¿Cuál es el nivel de especialización máxima para un profesional de la inversión?

Efectivamente para prestar un  servicio de inversión, no siempre se requiere un nivel máximo de conocimientos. Depende de los productos sobre los que un informe uno asesore. Ahí la regulación lo identifica. La empresa de servicios de inversión tiene que analizar qué tipo de servicio presta y asegurar que sus profesionales tengan una formación que se adapte a ese nivel de exigencia.

Nosotros contamos con la certificación MFIA que alcanza un nivel máximo en cuanto a conocimientos sobre mercados y productos financieros. Es una certificación muy exigente que no va dirigida al conjunto de los profesionales sino a aquellos por los que la labor que desempeñas, por las empresas o las personas a las que asesoran, tienen que tener ese nivel de conocimientos.

Sería un nivel máximo en comparación con otras certificaciones. No es lo mismo el asesoramiento que se pueda dar en la unidad de banca privada de un banco o de altos patrimonios, que la que se pueda dar en una oficina a clientes que tienen un nivel de patrimonio inferior que gestionar.

¿Qué exigencias tiene esta formación?

Aquí hay varias posibilidades. Es muy exigente. Hay quien  prefiere entrar en un programa de formación establecido como es el Máster en Mercados Financieros e Inversiones Alternativas, que implica que durante 15 meses está recibiendo 9 horas de formación a la semana presencial. Y recomendamos que se dediquen otras tantas como horas de estudio.

Hay quien prefiere prepararlo por su cuenta y pueden apuntarse al examen de la certificación y les da acceso a 3.200 páginas, que es la documentación que deben estudiar para tener todos los conocimientos necesarios.