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La rueda de prensa de Christine Lagarde, además de un nuevo formato -el BCE mostrando su voluntad de mantener un discurso que llegue al mayor número posible de personas-, también ha dado lugar a algunos avances notables en cuanto al fondo.

En lo que respecta a la forma, la presidenta del BCE ha aclarado el nuevo objetivo de inflación. Lo ha definido como un objeto de tres ejes (sic). La primera es el objetivo como tal. Se acabó el enrevesado “below but close to two percent” [por debajo, pero cerca, del dos por ciento], que da paso a un objetivo simétrico del 2%. Los ejes 2 y 3, se refieren a la propia medida: este famoso 2% es una meta en el horizonte de las proyecciones del BCE, es decir, sobre el año en curso y los dos siguientes. Por último, la situación económica actual también se tiene en cuenta en el análisis.

En cambio, en cuanto al contenido, se están preparando dos revoluciones.

En primer lugar, sobre la medición de la inflación adoptada, que está llamada a evolucionar ya que integrará el coste de la vivienda para los propietarios, con la medición de una renta imputada. Considerando que los precios de las propiedades residenciales han aumentado una media del +3,6% anual desde 2015 a nivel europeo y que esta partida representa alrededor del 12% del gasto de los hogares, se estima retrospectivamente que su inclusión en la medición de la inflación habría añadido casi un 0,4% anual.

Si tenemos en cuenta que la inflación subyacente se ha acercado, a duras penas, al 1% durante el período, esto es cualquier cosa menos neutral. En Europa, dado que aproximadamente 7 de cada 10 hogares son propietarios de su casa, la inclusión de este componente podría medir mejor la evolución de los precios que las familias han soportado realmente. Una vez integrada, la proporción de gastos relacionados con la vivienda representará la primera partida en la medición de la inflación; sin duda, por encima del 20%.

La segunda revolución podría referirse al color de las compras de activos. Aunque el tema solo se ha abordado a medias en la rueda de prensa, la consideración de la cuestión climática en el marco de la política monetaria va a provocar una profunda transformación en la gestión de su balance.

En efecto, durante el mes de julio el BCE ha publicado la composición de su cartera de bonos corporativos por sectores. Esto revela una asignación teñida de ‘marrón’: energía, transporte, servicios a las comunidades, industrias contaminantes... los sectores con mayores emisiones de carbono están mucho más representados que el mercado.

La revolución ‘verde’ todavía está lejos, pero se va preparando poco a poco.

Aunque en superficie la institución de Fráncfort parece evolucionar de puntillas, se está esbozando una profunda transformación.