PEDRO

Viernes, 18:34h. Suena el teléfono en el móvil personal del CEO. Alguien del equipo técnico, sin rodeos, le dice: “Nos han hackeado. Tienen acceso a los datos de clientes. Piden un rescate. Hemos desconectado el sistema y ya está el equipo técnico y los abogados trabajando, pero hay riesgo de filtraciones. ¿Cómo contamos esto?”

Pausa.

En esa pausa están en juego los clientes, los proveedores, los empleados y también una posible sanción del regulador. Y, sobre todo, recorre un pensamiento frustrante: “podríamos haberlo entrenado o preparado antes”.

En España se producen más de 45.000 ciberataques al día, según un informe de Datos 101. Y no, no todos van dirigidos a grandes tecnológicas o infraestructuras críticas. Cada vez más, los objetivos son pymes, compañías B2B o empresas familiares con alto valor de datos, con capacidades tecnológicas y de comunicación no tan sofisticadas, pero con la misma exposición digital.

¿Cuánto les cuesta? El coste medio de un ataque supera los 200.000€ para una empresa mediana según datos de ERNI España. Pero el daño reputacional puede ser bastante más elevado si no se gestiona con rapidez y transparencia. Porque no se trata solo de recuperar el sistema. Se trata de conservar la confianza. Y esa no se respalda con firewalls, sino con liderazgo y comunicación clara.

A la mayoría de CIO, cuando escuchan la palabra “transparencia” en este tipo de situaciones, se les ponen los pelos de punta. Se imaginan en portadas de periódicos, tertulias de radios, memes en redes sociales... Pero eso no es transparencia. Transparencia no es publicitar. Transparencia es contarle exactamente a las personas adecuadas la información exacta que necesitan saber. Ni más, ni menos.
Un ciberataque no solo es un incidente técnico. Es una crisis de confianza. Durante las primeras 24 horas tras un ciberataque, la empresa se enfrenta a un juicio silencioso que puede tener consecuencias duras entre sus públicos: los clientes se preguntan si sus datos están a salvo, empleados que temen si están trabajando en un lugar seguro, los proveedores si se pueden fiar, el regulador si está cumpliendo con la normativa, los inversores se cuestionan si recuperarán su dinero… Y todo se produce a la vez y con el riesgo de que se filtre en redes sociales y medios. 

¿Está tu empresa preparada para soportar este juicio sin que cunda el caos?

Simular el desastre antes de que ocurra: el entrenamiento que marca la diferencia. Por eso, las nuevas normativas (NIS 2 y Dora) ponen tanto énfasis en la necesidad de los simulacros.

Los mejores equipos de Fórmula 1 no solo entrenan en circuito. Hacen simulacros de incendio, fallos mecánicos, accidentes, errores humanos. ¿Por qué? Porque los reflejos se entrenan, no se improvisan. Lo mismo ocurre con las empresas ante un ciberataque.

Los simulacros de crisis producidas por ciberriesgos son cada vez más comunes en compañías con alta exposición digital, operaciones sensibles o fuerte dependencia de datos. Preparar a la organización no va de adivinar cómo será exactamente el ciberataque que sufriremos, sino de testar la respuesta: descubrir fallos de coordinación interna entre IT, legal, comunicación y negocio; anticipar qué mensajes funcionan y cuáles generan más alarma; probar la resistencia emocional del comité de crisis; detectar roles clave sin cobertura real; y corregir procesos que solo existen en el papel, no en la práctica.

Estos ejercicios unas veces, la mayoría, revelan que el comité de dirección tiene la intuición y el conocimiento para resolverlo, pero no de manera estructurada, por lo que se pierde rapidez y consistencia.  En otras, que los mensajes que se habían diseñado como “seguros” resultan fríos, insensibles, incoherentes o insuficientes.

Prepararse es mucho más rentable que reaccionar tarde. Un simulacro debe verse como una inversión. Que no solo prepara al equipo. Fortalece la cultura organizacional, mejora la gobernanza, refuerza la estrategia de compliance, y permite afinar la narrativa corporativa en situaciones límite.
Y sobre todo: protege el valor intangible más importante de una empresa hoy: su reputación. El reto ya no es evitar que los malos te roben los datos. El reto es que no roben tu credibilidad.